De la lectura del Evangelio de hoy se deduce que la fe es creer en Jesús y confiaren El en todas las dificultades de la vida.
Hay muchos cristianos que descubren esta verdad tan simple después de muchas crisis. Conocemos católicos que han abandonado la práctica religiosa, porque llegó un momento en que no sabían bien por qué tenían que ir a la Iglesia. No han perdido la fe, pero la experiencia de su fe no estaba muchas veces en correspondencia con lo que se decía o predicaba en la Iglesia. Pero más tarde en una comunidad cristiana de base fraternal, han redescubierto el sentido de creer y advierten que muchas veces en las iglesias se habla de muchas cosas, que tienen poca importancia, pero no se habla de Jesús. Experimentan que creer es en primer lugar conocer al Señor como maestro, tener confianza en El. Pero ven al mismo tiempo que esto es lo más exigente, y que los obliga a cambiar de vida más que la situación en que estaban antes. Porque creer en Jesús es aceptar su llamada a construir su reino en el mundo, lo cual trae dificultades. Se han hecho más sencillos intelectualmente, porque han dejado atrás un cierto racionalismo que intelectualizaba su religión y aún los llenaba de dudas, y se han quedado con una verdad: Jesús es Hijo de Dios, es el maestro, vive en la Iglesia, debo escucharlo y hacer lo que El quiere.
Pero al mismo tiempo esto ha complicado sus vidas. El compromiso con el Señor se hace cada vez más exigente y radical. En el fondo, siguiendo el Evangelio de hoy, Jesús hace un test a la fe de sus discípulos. En vez de examinar lo que saben o no saben, quiere ver si tienen miedo, o por el contrario tienen confianza en El. Su frase y su plegaria —porque lo que dice es también una plegaria— es: estén tranquilos, que Dios no abandona nunca...
En el caso que constatamos arriba, hay peligro de que la fe cristiana se transforme en ideología, y que esta ideología esconda una entrega total al Señor. Es verdad que la fe también comporta verdades que tenemos que creer. Se llega al conocimiento de Jesús maestro, Hijo de Dios, nuestro salvador, por un camino intelectual. Pero este conocimiento de Jesús debe desembocar en una confianza absoluta en El, si no es completamente insuficiente.
Y esta confianza en El debemos mostrarla en nosotros mismos, a El, a nuestros hermanos, no buscando otras seguridades fuera de Cristo, no desesperando en los momentos difíciles, pues el mundo entero puede abandonarnos, pero Jesús no, sino más bien, arriesgando cualquier cosa, y aún la vida, por El, si es verdad lo que Jesús nos enseñó que perder la vida por El es una ganancia. Esta es la fe a la cual debemos entregarnos. Desconfiemos en cambio de una fe hecha de puras palabras y conceptos.
Hay muchos cristianos que descubren esta verdad tan simple después de muchas crisis. Conocemos católicos que han abandonado la práctica religiosa, porque llegó un momento en que no sabían bien por qué tenían que ir a la Iglesia. No han perdido la fe, pero la experiencia de su fe no estaba muchas veces en correspondencia con lo que se decía o predicaba en la Iglesia. Pero más tarde en una comunidad cristiana de base fraternal, han redescubierto el sentido de creer y advierten que muchas veces en las iglesias se habla de muchas cosas, que tienen poca importancia, pero no se habla de Jesús. Experimentan que creer es en primer lugar conocer al Señor como maestro, tener confianza en El. Pero ven al mismo tiempo que esto es lo más exigente, y que los obliga a cambiar de vida más que la situación en que estaban antes. Porque creer en Jesús es aceptar su llamada a construir su reino en el mundo, lo cual trae dificultades. Se han hecho más sencillos intelectualmente, porque han dejado atrás un cierto racionalismo que intelectualizaba su religión y aún los llenaba de dudas, y se han quedado con una verdad: Jesús es Hijo de Dios, es el maestro, vive en la Iglesia, debo escucharlo y hacer lo que El quiere.
Pero al mismo tiempo esto ha complicado sus vidas. El compromiso con el Señor se hace cada vez más exigente y radical. En el fondo, siguiendo el Evangelio de hoy, Jesús hace un test a la fe de sus discípulos. En vez de examinar lo que saben o no saben, quiere ver si tienen miedo, o por el contrario tienen confianza en El. Su frase y su plegaria —porque lo que dice es también una plegaria— es: estén tranquilos, que Dios no abandona nunca...
En el caso que constatamos arriba, hay peligro de que la fe cristiana se transforme en ideología, y que esta ideología esconda una entrega total al Señor. Es verdad que la fe también comporta verdades que tenemos que creer. Se llega al conocimiento de Jesús maestro, Hijo de Dios, nuestro salvador, por un camino intelectual. Pero este conocimiento de Jesús debe desembocar en una confianza absoluta en El, si no es completamente insuficiente.
Y esta confianza en El debemos mostrarla en nosotros mismos, a El, a nuestros hermanos, no buscando otras seguridades fuera de Cristo, no desesperando en los momentos difíciles, pues el mundo entero puede abandonarnos, pero Jesús no, sino más bien, arriesgando cualquier cosa, y aún la vida, por El, si es verdad lo que Jesús nos enseñó que perder la vida por El es una ganancia. Esta es la fe a la cual debemos entregarnos. Desconfiemos en cambio de una fe hecha de puras palabras y conceptos.
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