viernes, 13 de octubre de 2023

Israel y Palestina: la lucha de nunca acabar

Fuente:   Cristianisme i Justícia

Por   Jaume Flaquer

10/10/2023

 

Las escenas horribles de la masacre de civiles del ataque de Hamás no pueden dejar indiferente a nadie. Sin embargo, vemos que su juicio moral depende extraordinariamente del bando que defienda cada uno. La matanza de civiles está denunciada como crimen de guerra o como acto de terrorismo por las Naciones unidas, pero Hamás lo justifica porque son ellos los que ocupan una tierra que consideran suya.

Cuando se entra en la espiral de la barbarie produciendo muertos intencionales o colaterales, cada bando va acumulando tantos agravios que todos acaban teniendo razón y todos la pierden en el momento siguiente. No cabe una equidistancia estática, sino que los que somos ajenos al conflicto, al menos de manera directa, deberíamos movernos de un lado a otro para estar siempre con las víctimas y denunciando al agresor. Pero, ¿es eso humanamente posible? Si en un partido de fútbol hay gente que solo ve las faltas y los penaltis del otro equipo… ¿cómo vamos a poder librarnos de una mirada parcial en una guerra? Quizás una mirada así solo la puede tener Dios.

Dicho esto, me aventuro a pronunciar una palabra desde el punto de vista geoestratégico (y no moral) que nos dé luz sobre el conflicto a los que contemplamos con dolor y lágrimas lo que está sucediendo.

 

¿Qué busca Hamás?

La finalidad más inmediata es dinamitar el proceso de los Acuerdos de Abraham. Estos son unos acuerdos de paz firmados entre Emiratos e Israel el 15 de septiembre de 2020, al que se añadió inmediatamente Bahréin y después Sudán al cabo de un mes. A finales del mismo año, se sumó Marruecos a cambio, principalmente, del reconocimiento de sus pretensiones sobre el Sáhara. Hace pocas semanas el mismo príncipe heredero de Arabia Saudí afirmaba en una entrevista que las negociaciones con Israel estaban muy avanzadas y que la firma de un acuerdo podría materializarse en breve. Arabia Saudí, persigue, entre otras cosas, la tecnología y el permiso para implantar la energía nuclear civil en su territorio.

Hamás pretende forzar a Israel a una respuesta brutal para paralizar los acuerdos con el país más determinante de la región. Con una respuesta de Israel de gran envergadura paralizaría la cooperación de los países que han firmado ya un acuerdo de paz y tal vez tentaría la entrada en escena del grupo político militar libanés de Hezbolá e incluso de Irán. Si no lo han hecho ya significa que la operación de Hamás no estaba coordinada con ellos, aunque hayan recibido ayuda militar de Irán desde hace años. La entrada en juego de Irán incendiaría la región con unas consecuencias imprevisibles. Israel respondería con la dureza de quien siente que se juega su existencia. El conflicto de Ucrania se vería afectado porque se tendrían que desviar municiones occidentales hacia Oriente Medio e Irán no podrían seguir suministrando drones a Rusia.

Esta vez, Siria, que antaño estaba tentado de recuperar los altos del Golán, no está ya en condiciones ni siquiera de lanzar una provocación. Además, Basher al-Assad, después de haber masacrado a los Hermanos Musulmanes del norte, parece difícil que ahora vaya a salir en ayuda de Hamás, que es una versión palestina de los mismos. Un incendio de toda la región no es imposible, aunque no es lo más probable si Israel guarda una cierta contención. Su respuesta probablemente será muy dura, pero tratando de no superar el límite de lo que sus nuevos socios pueden soportar. Si no fuese así, Hamás habría conseguido su objetivo estratégico.

 

El fracaso estratégico de Palestina

Hace dos años publicamos un Papel de Cristianisme i Justícia titulado “Palestina: la reivindicación imposible”. Allí hablábamos del fracaso del proyecto de dos Estados. Nadie lo quiere ya, y nadie lo ve ya posible. La fragmentación de la zona palestina y el continuo crecimiento de los asentamientos hacen absolutamente inviable un Estado palestino. Pero, en política internacional no es suficiente con tener razón y condenar la injusticia de la reclusión en la que viven los palestinos. Es necesario aplicar una buena estrategia y ser capaz de aceptar un compromiso (a riesgo de ser considerado un traidor por tu bando) que te permita conseguir unos mínimos objetivos.

Sin embargo, tras cada intifada, Palestina ha ido perdiendo cada vez más territorio. Con esta guerra, puede peligrar incluso Gaza. Hoy en día, los palestinos sí aceptarían las fronteras del 67 y se arrepienten del fracaso de los acuerdos de Oslo de 1993. El problema de la capitalidad de Jerusalén, la provocadora continuación de la política de asentamientos a la vez que se negociaba y sobre todo el problema del retorno de los cientos de miles de refugiados emigrados hacía comprensible su rechazo. Pero, visto en perspectiva, el fracaso de los acuerdos fue un error. Provocaron un hartazgo de los dirigentes árabes (no de sus poblaciones) que decidieron no esperar a una resolución imposible del conflicto para empezar a velar por sus propios intereses.

Emiratos necesitaba estabilidad regional para poder atraer a empresas extranjeras y a multimillonarios. Además, su particular guerra contra los Hermanos Musulmanes vistos como una amenaza nacional, les acercaba a Israel en su lucha contra Hamás, y les alejaba de Qatar, que hospeda los cuarteles generales de los Hermanos Musulmanes del mundo. Arabia Saudí, que envidia a Emiratos, está decidida a emularle y, por ello, sigue sus pasos de acercamiento a Israel.

Marruecos, por su parte, ha decidido consolidar sus pretensiones sobre el Sáhara y obtener una preciada colaboración militar de Israel, con la obtención de un avanzadísimo sistema de lanzamiento de misiles de larga distancia. Además, todos estos países han podido recibir el famoso programa espía Pegasus para poder perseguir a sus opositores y, como se ha visto, también a los gobiernos de Francia y España.

Pero, por otro lado, Palestina ha fracasado también en su organización interna con la división entre Gaza gobernada por Hamás, y Cisjordania en manos de la Autoridad Nacional Palestina, con unas elecciones pendientes desde 2009.

 

3. ¿Fracaso o éxito de Benjamín Netanyahu?

La incursión de Hamás y la Yihad Islámica largamente preparada y con excelente coordinación han supuesto un verdadero fracaso de los servicios de inteligencia israelíes. Nótese, por ejemplo, la coordinación del disparo masivo de misiles con el envío de decenas de soldados con parapentes justo por debajo de los mismos, para evitar ser geolocalizados o al menos priorizados. Han aprendido también a no utilizar móviles en sus comunicaciones para evitar ser espiados con Pegasus, y han conseguido impermeabilizar a la organización contra el espionaje: la unanimidad contra Israel dificulta cada vez más encontrar palestinos que acepten espiar para Israel.

El diario de Haaretz publicaba un editorial muy crítico contra Netanyahu y le exige la dimisión. Y, sin embargo, este va a conseguir un gobierno de unidad nacional incluso con la oposición que salió a la calle contra sus reformas autocráticas.

Hasta ahora, la derecha israelí ha conseguido imponer su discurso hasta el punto de haber conseguido eliminar prácticamente del espectro político a la izquierda. Ha conseguido que ya nadie crea posible un diálogo con los palestinos. A base de ir creando asentamientos ilegales que alentaban episodios de terrorismo palestino ha conseguido que nadie crea posible una convivencia. Se escuchan burlas estos días en las redes sociales por el hecho de que muchos de los asesinados y secuestrados son precisamente pacifistas: debería, dicen, convencerles de que el pacifismo es una quimera respecto a los palestinos. El proceso de arrinconamiento continúa. Pero, ¿adónde puede conducir una política que persigue una expulsión inviable de los millones de palestinos?

 

4. El peligro de los drones suicidas

Con el conflicto de Ucrania estamos viendo cómo los drones están apuntando a un cambio en las necesidades armamentísticas. Vemos cómo los drones son muy baratos de fabricar en masa en pequeñas fábricas, fácilmente ocultables. En cambio, los misiles guiados disponibles para batirlos tienen un precio desorbitado. ¿Qué pasaría si se enviasen sobre Israel miles de enjambres de drones suicidas? El escudo antimisiles israelí quedaría saturado. Irán ha empezado a desarrollar esta estrategia que ya exporta a Rusia. Israel debe medir su presión para que no se levante también Cisjordania entera e incluso su propia población árabe. Israel tiene un 21% de población árabe, mayoritariamente musulmana, y hace dos años ya vimos escenas inéditas de violencia de árabes israelíes (y no de población palestina) contra judíos.

El punto más débil de Israel, como el de todo país occidental, es su población civil. Hamás lo sabe y ha llevado a cabo una incursión contra civiles que parece inspirada por las antiguas razias árabes para capturar un botín. Por otra parte, estos días estamos viendo que Hamás ha aprendido el poder del mensaje de la comunicación audiovisual con sus vídeos de propaganda. Sin la sangre del Estado Islámico, han aprendido a hacer vídeos de calidad con gran épica, destinados al mundo islámico entero.

En fin, a pesar de que todos los puentes de negociación están rotos y de que ya nadie quiere ni cree en el diálogo, ninguno de los dos bandos va a poder destruir al otro: Occidente no permitirá que Israel sea destruido, e Israel no podrá acabar nunca con los palestinos. Aun sin creer en ella, no habrá nunca una solución que no pase por una negociación.

[Imagen de hosny salah en Pixabay]

 

 

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