lunes, 9 de octubre de 2023

La tenaz oposición conservadora a los esfuerzos del Papa para modernizar a la Iglesia

No sin cuestionamientos, Francisco avanza con su agenda de temas como el celibato sacerdotal optativo, el acceso de las mujeres al diaconado y la bendición de parejas gay.

Fuente:    TN

Por   Sergio Rubin

08/10/2023


La tenaz oposición conservadora a los esfuerzos del Papa para modernizar a la Iglesia. (Foto: AFP)

Desde que Jorge Bergoglio fue elegido pontífice y se conocieron sus primeras definiciones y actitudes en favor de una Iglesia abierta a todos y despojada, los sectores más conservadores se pusieron en guardia. La oposición -o “resistencia”, como le gusta decir al Papa- a los cambios de Francisco de ese sector minoritario, pero poderoso y muy activo, no tardó en comenzar y se mantuvo constante a lo largo de los más de diez años del pontificado. Ahora parece estar dando la batalla final.

Es que el Papa está encabezando este mes en el Vaticano la primera parte -la segunda y última será en octubre de 2024- de un sínodo sobre la sinodalidad, es decir, una asamblea eclesial para reflexionar sobre los desafíos que afronta la Iglesia para llevar adelante su misión en el mundo actual y cómo responderlos sin traicionar la doctrina. Se trata de un espacio de diálogo desde la dimensión religiosa, donde ningún tema interno controvertido fue dejado fuera del intercambio.

Cuestiones como el celibato sacerdotal optativo, el acceso de las mujeres al diaconado -el peldaño anterior al sacerdocio- y la bendición de parejas gay figuran en el documento de trabajo elaborado tras dos años de consultas con las Iglesia de todo el mundo. Lo cual no quiere decir que necesariamente se vaya a tomar decisión y se la ponga a consideración del Papa, que es quien tiene la última palabra. Más bien no habría que esperar cambios en temas ultra polémicos.

El flamante prefecto de la relevante Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández -muy cercano a Francisco- afirmó ante la primera parte del sínodo que “quienes esperan grandes cambios se van a desilusionar”. Sin embargo, no descartó que haya alguna novedad en la segunda parte. “El año que viene veremos qué pasa”, dijo. Aunque aclaró que la clave de la asamblea es “cómo llegar mejor a la gente con el mensaje de siempre”.

Pero ese como otros intentos por bajar -al menos en lo inmediato- las expectativas no convencieron a los sectores más conservadores, cuyos principales referentes salieron al ruedo. Por lo pronto, cinco cardenales ya retirados por haber superado la edad límite de 80 años, le escribieron en julio una carta al Papa donde le planteaban una serie de “dubias” (dudas) sobre cuestiones como el sacerdocio femenino y la bendición de parejas gay, y le pedían que se definiera.

La respuesta de Francisco -pese a que no tenía la obligación de hacerlo- les llegó al día siguiente, pero no mediante un “si” o un “no” como es de práctica ante este tipo de planteos, sino a través de una serie de explicaciones que no convencieron a los purpurados. Consideraron los argumentos demasiado vagos y al mes siguiente le enviaron una nueva carta solicitando que sea más preciso, que siga la fórmula del “si” o “no”, pero esta vez no les respondió.

En la víspera del inicio del sínodo, dos de los cardenales que firmaron las “dubias”, el norteamericano Raymond Burke y el guineano Robert Sarah, ofrecieron en Roma una conferencia de prensa titulada “La Babel Sinodal”. Allí Burke opinó que el Sínodo “esconde una agenda más política que eclesial y divina. Es clara la voluntad de modificar la constitución jerárquica de la Iglesia, con el consiguiente debilitamiento de la enseñanza en materia moral”.

Al día siguiente otro cardenal, el alemán Gerard Müller, que participa del sínodo, criticó por la prensa algunos de sus aspectos, pese que el Papa pidió “un ayuno de la palabra pública” durante su realización. Francisco anhela que los 464 participantes -de los cuales 365 tienen derecho de voto, entre ellos por primera vez 54 mujeres-, no hagan declaraciones públicas para evitar presiones y condicionamientos del exterior a los padres sinodales.

Entrevistado para la conservadora cadena de TV católica norteamericana EWTN por el periodista Raymond Arroyo -crítico de Francisco-, Müller cuestionó que participen de la asamblea laicos y laicas con derecho a voto. “Nadie sabe qué significa darle el voto también a los laicos porque la naturaleza de esta asamblea ha cambiado”, dijo el cardenal, que no asistió al retiro espiritual previo y es el único que participa con sotana.

De paso, Müller -que fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y a quien Francisco no le renovó el mandato- criticó a uno de sus sucesores, el cardenal Fernández, por haber dicho supuestamente que el Papa tiene un “don vivo y activo”, que deriva en “la doctrina del Santo Padre”. Müller afirmó que “existe la doctrina de Jesús, de los apóstoles y de la Iglesia, y los papas y los obispos son promotores de esa doctrina, pero no tienen doctrinas propias”.

En contraposición al espíritu clerical de Müller, el Relator General del sínodo, el cardenal Jean Claude Holleric, destacó en la introducción de las sesiones el sentido de que los participantes por primera vez están sentados en mesas redondas. “No estamos sentados en orden jerárquico, sino para favorecer el verdadero compartir y el discernimiento, para reflejar la experiencia del pueblo de Dios en el camino sinodal iniciado en 2021″.

Finalmente, el Papa dijo en la misa de apertura que “no estamos aquí para celebrar una reunión parlamentaria o para discutir un plan de reformas” y pidió evitar “las batallas ideológicas”. Pero los más conservadores no están dispuestos a bajar los brazos. Temen que el sínodo en sus dos partes consagre la Iglesia que quiere Francisco y que él mismo en esa celebración ratificó: “Una Iglesia abierta a todos, todos, todos”.

 

 

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