miércoles, 4 de septiembre de 2013

El problema de los conversos al catolicismo procedentes del islam

Anne-Bénédicte Hoffner
  

Cada año, en Francia, alrededor de 300 musulmanes son bautizados en la Iglesia Católica. Conscientes del riesgo de rechazo por parte de sus familias y de la distancia que tienen que recorrer para descubrir la fe cristiana, los servicios de catecumenado se adaptan y proponen, a menudo, un recorrido largo; casi siempre muy discreto.




Conversiones difíciles de precisar

Son más de 300 los musulmanes que piden ingresar en la iglesia católica (cifra que es una estimación, habida cuenta de las informaciones desiguales que circulan al respecto y de la discreción que se ha de guardar) a los que hay añadir las conversiones a las Iglesias evangélicas. Sumando todas, las conversiones vendrían a ser de varios millares cada año, pero son cifras difíciles de comprobar. En sentido inverso, según “Le Parisien” (18 octubre de 2012), diez franceses se convertirían diariamente al islam. Pero las cifras manejadas por las diferentes mezquitas tampoco son uniformes. Son estimaciones que, de momento, hay que acoger con prudencia.

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Fue en la adolescencia cuando Kamel “encontró” a Jesús leyendo el Corán. “Se dio cuenta de que, si el Corán dijera la verdad, Jesús no tendría que ser un hombre como los demás”, cuenta el padre Xavier Chavane, cura de la parroquia des Mureaux (Yvelines). “Con mucha naturalidad”, este joven se acercó a la iglesia católica y empezó su recorrido catecumenal, con 22 años, llegando a solicitar el bautismo dos años después.

Pero esta andadura no está exenta de dificultades: formado en la fe musulmana, Kamel sabía que no podía dar la noticia a su familia ya que “le rechazarían” inexorablemente. Esto es lo que les sucede a los casi 300 musulmanes que cada año solicitan el bautismo en Francia: su “suerte” pasa por tener que vivir la fe cristiana en una cierta clandestinidad.

La acogida de las personas procedentes del islam es un asunto delicado. Fuera de algunos posicionamientos muy minoritarios, la comunidad musulmana persiste en rechazar el derecho a que sus miembros puedan cambiar de religión. “El mismo término de conversión es específicamente cristiano. Desde el punto de vista musulmán, este paso es considerado como un apostasía”, subraya el padre Henry Fautrad, cura en los barrios del sur de Mans y delegado diocesano para las relaciones con el islam, participante, a principios de julio de este año, en Orsay (Essonne), en el encuentro anual de formación organizado por el Servicio para las Relaciones con el Islam (SRI, de la Conferencia Episcopal).

Determinación

Desafiando estas dificultades, un número reducido, pero bastante constante, de musulmanes eligen, a pesar de todo, acercarse a la Iglesia Católica. Si bien es cierto que hace tiempo estas peticiones eran acogidas con cierto recelo, también lo es que la iglesia invita en la actualidad a que se les acompañe “con prudencia y discernimiento”, indicándoles que “no han de temer implicarse en esta responsabilidad”, tal y como señala el Servicio Nacional del Catecumenado. A los acompañantes se les indican algunos “puntos a los que han de estar particularmente atentos”. Y, entre éstos, a la necesidad de tener muy presente el riesgo que asume el catecúmeno de tener que cortar dolorosamente con la familia y su medio de origen.

Responsable de las relaciones con el islam en Évreux, el padre Jean-François Berjonneau ha tenido la oportunidad de acompañar a un antiguo preso, “amenazado por sus correligionarios”, hasta el punto de tener que ser trasladado a otro establecimiento. Sin embargo, el sacerdote no lo ha disuadido en su andadura hacia el bautismo, “conmovido, como otros capellanes, por su determinación”. Se trata de un hombre “que no renegaba su fe musulmana, sino que tenía la convicción de haber descubierto algo nuevo en el cristianismo”.

Acompañamiento después del bautismo

Aquí o allá, las soluciones prácticas se improvisan: en Mans, tanto el catecumenado como la celebración de los sacramentos se puede realizar en otro barrio, con el fin de evitar presiones y amenazas. “También estamos reflexionando en nuestra diócesis sobre la oportunidad de un registro de iniciación cristiana que no sea parroquial” y, por tanto, con un acceso al mismo mucho más limitado, indica el padre Fautrad.

Con el fin de tener presente esta frecuente ruptura de relaciones sociales, Monseñor Georges Pontier, arzobispo de Marsella, ha pedido al equipo encargado de las relaciones con el islam que reflexione sobre un acompañamiento específico después del bautismo. La hermana Colette Hamza ha sondeado a las personas concernidas. Como resultado de esta investigación se pregunta: “¿Es preciso acompañarles en su recorrido particular o es mejor ayudarles a integrarse en la comunidad?”.

La pregunta cobra fuerza si se escucha a asociaciones de conversos procedentes del islam, tales como la de “Notre-Dame de Kabylie”. O si se atiende al padre Xavier Chavane, convencido de “que la iglesia de Francia tiene que avanzar mucho en la acogida de los catecúmenos en general, pero, sobre todo, en la de los procedentes del islam”.

Trampolines hacia la fe cristiana

Pero la Iglesia también trabaja en el plano más teológico de esta cuestión, tan singular, de la acogida. Entre el islam y el cristianismo, la relación con Dios, con la Escritura, con el otro e, incluso, con la comunidad son diferentes. “A menudo el musulmán mantiene una relación de sumisión con Dios y con los ritos. Y entiende que dicha relación es una incuestionable seña de su identidad. El paso a la religión católica no es fácil, ya que puede tener la impresión de que se le libera de ella”, observa el padre Maurice Bez, cura en Besançon. Para el padre Fautrad, (Mans), “es preciso abandonar una cierta antropología en beneficio de otra”.

El camino para acceder al bautismo es largo, a veces hasta de tres años. Una “prueba” para algunos de ellos, reconoce el padre Chavanne. Pero el tiempo empleado les permite madurar sus motivaciones, a veces inciertas en el momento de iniciarlo, como puede ser el caso de algunos conversos sin papeles, acompañados por Caritas...

Finalmente, es preciso reconocer que el catecumenado puede ayudarles a descubrir no sólo “obstáculos, sino también trampolines” hacia la fe cristiana, como subraya el padre Pierre Hinzelin, sacerdote cooperador en una parroquia popular de Nancy: “No se trata de hacer paralelismo, ni de decir que tenemos todos el mismo Dios, sino de reconocer un terreno sobre el que Dios ya ha trabajado”.

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