lunes, 14 de marzo de 2011

S. GALILEO y A. PAOLI SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO 2º DE CUARESMA




Conversión es ser como Cristo

¿Cómo habrá sido la transfiguración de Jesús? Marcos, el secretario de Pedro, al narrar el mismo episodio, hace cuestión en describir los vestidos de Jesús, y no sabe cómo hacerlo, porque nunca había visto antes una tela tan blanca...

Debemos primeramente reflexionar sobre el sentido que pudo haber tenido este hecho: ¿por qué Jesús se hizo ver de los tres, transfigurado? Porque las cosas, en ese punto de la vida de los apóstoles andaban mal, la situación se tornaba pesada y Jesús quería darles una esperanza concreta. Era como decirles: no se desanimen, venceremos.

¿Por qué el Evangelio insiste sobre los vestidos de Jesús? No sólo El, también sus vestidos estaban como bañados por la luz. Algunos ven en esto que Jesús quería hacerles comprender que era realmente El, y no un fan­tasma, que era El en carne y hueso, que había caminado con ellos hasta el monte Tabor. Otros agregan que Jesús quería mostrar aquello que había venido a hacer entre nosotros, porque Jesús no es como nosotros que hablamos, y hacemos lo contrario; Jesús actúa y luego habla. Quería mos­trar a los discípulos que podía hacer del hombre un hijo de la luz, alguien capaz de sembrar la vida y no la muerte.

Quisiera abundar sobre los vestidos de Jesús, porque no eran hechos de aire, sino de lino; en una palabra, eran hechos de materia. También estos vestidos se transfiguran, participan de la luminosidad del cuerpo de Jesús. Quiere decir que la materia, las cosas, el mundo, participan de nuestra transformación (Puebla 199). El mundo está unido al hombre y lleva el sello de su presencia. Los hombres mejoran el mundo, lo transforman y lo arruinan, al mismo tiempo. ¿Podemos embellecerlo, transformarlo sin arruinarlo...?

La conversión es un paso, un viaje, como el de Abraham que nos cuen­ta el texto de esta misa. De la oscuridad a la luz, de la capacidad de hacer el mal y de contagiar el mal, a la capacidad de hacer el bien. El hombre de­bería ser solo capaz de cosas bellas y positivas; el quererse bien, la amistad, vivir en paz, ayudar al hermano... Cada uno debería pensar si es un buen hermano para los demás, o un mal hermano; si somos fuente de alegría para los otros, o de aquellos que sería mejor que estuvieran lejos...

¿Podemos hacer el propósito de ser un buen hermano, de aquellos cu­yo encuentro produce alegría? Para nosotros, el misterio de la transfigura­ción de Jesús significa creer en su gracia de transformación, creer que Jesús puede hacer de alguien capaz de hacer el mal, alguien capaz de hacer el bien, Jesús no solo nos da un modelo de vida, un ideal de cómo debería ser el hombre para estar bien sobre la tierra. (Puebla 184). Nos da una facultad nueva para hacer el bien. Como dice San Pablo: "Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino un Espíritu de fuerza, de amor, de dominio de sí... esta gracia ha sido ahora manifestada con la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús, que ha destruido la muerte y ha hecho resplandecer la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio..."

El Evangelio de este domingo nos habla de Jesús en medio de nosotros, para comunicarnos la gracia de ser un buen hermano y un habitante de la tierra respetuoso y creador.

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