domingo, 22 de enero de 2023

La crisis de Caritas Internationalis: gestión, liderazgo y, sobre todo, caridad y justicia


Me sorprendió, aunque no mucho, el anuncio –el pasado 22 de noviembre de 2022– de que el papa Francisco cesaba a la cúpula de Caritas Internationalis, nombrando una nueva directiva. Con esta decisión, ha reemplazado a los dirigentes de la misma después de haber conocido los resultados de una auditoría –encargada por el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral– en la que se habían detectado deficiencias en los procedimientos de gestión y liderazgo que perjudicaban seriamente el “espíritu de equipo” y la “moral del personal”.

Fuente:   Vida Nueva Digital

PLIEGO

Por   Jesús Martínez Gordo, teólogo

21-27/01/2023

Por eso, nombró comisario extraordinario a Pier Francesco Pinelli –uno de los tres consultores de dicha auditoría–, quien estará acompañado en su nueva tarea por el cardenal filipino Luis Antonio Tagle y la española Amparo Alonso, desde 2020 responsable de Incidencia y Campañas de la institución. En concreto, les ha encargado “proponer e introducir nuevas herramientas de gestión y liderazgo”, antes de la próxima Asamblea General de dicho organismo, a celebrar en mayo de 2023. Ese será el momento en el que se elija un nuevo equipo directivo y en el que, es de esperar, las aguas vuelvan a su cauce.

He dicho que esta intervención no me ha resultado del todo sorprendente. Y no lo ha sido porque ha estado precedida de unas muy importantes consideraciones del papa Bergoglio sobre la caridad, el 27 de mayo de 2019, también a los miembros de Caritas Internationalis, en el cierre de su XXI Asamblea General.

 

Tres puntos fundamentales

Retengo de aquella intervención tres puntos que, fundamentales, creo que también podrían estar muy presentes en el proceso de revisión en el que se ha adentrado Caritas Internationalis. Y que, igualmente, podrían ser tenidos muy en cuenta en algunas de las muchas Cáritas más locales que puedan iniciar un camino semejante al ahora impulsado por el Papa para esta institución.

En aquella ocasión, en primer lugar, les dijo que la caridad no era “una idea”, ni “un servicio estéril”, ni “un sentimiento piadoso”, ni “una simple ofrenda” o una “píldora calmante” para silenciar nuestra conciencia.

Y, una vez despejado lo que no era, pasó a recordarles lo que era: “el abrazo de Dios a los hombres” (…), “especialmente al más pequeño y al que sufre”, porque en sus rostros está oculto “el de Cristo”. Ellos “son su carne, signos de su cuerpo crucificado”. Y, por eso, en la relación con ellos se juega “el encuentro experiencial con Cristo”, involucrando “el corazón, el alma y todo nuestro ser”; algo que solo es posible compartiendo y viviendo “con los pobres y para los pobres”.

 

Caridad delicada y tierna

A la luz de este dato capital –prosiguió–, solo es de recibo una caridad que se ocupe “de llegar a ellos, incluso, en las periferias más extremas”; y que se haga con “delicadeza y ternura”.

Una vez recordada la raíz cristológica y, por ello, espiritual y teológica, de la caridad, les dijo, en segundo lugar, que “no se puede vivir la caridad sin tener relaciones interpersonales con los pobres: vivir con los pobres y para los pobres. Los pobres no son números, sino personas”. Cuando esto no se tiene presente, acabamos hablando de la caridad y viviendo en el lujo; organizamos un “foro sobre la caridad desperdiciando tanto dinero innecesariamente” o hacemos el juego a “la cultura del despilfarro y de la indiferencia”.

Y continuó: “Dado que la caridad es la más codiciada de las virtudes a las que el hombre puede aspirar para imitar a Dios, es escandaloso ver a los trabajadores de la caridad que la transforman en un negocio” (…). “Duele mucho ver que algunos trabajadores de la caridad se convierten en funcionarios y burócratas”, es decir –así lo entiendo yo–, sometidos, de manera exclusiva, a los criterios propios de lo que se vive y desarrolla como un trabajo rentable; y poco más.

 

En comunión con las comunidades

Estos dos recordatorios sobre la raíz cristológica de la caridad y sobre el “escándalo” que provoca vivirla como un “negocio” o como lo pueden hacer los “funcionarios” y los “burócratas”, le llevó a Bergoglio a cerrar su intervención animando a los presentes –y, por medio de ellos, a todos los miembros y trabajadores de Cáritas– a seguir adelante “en comunión con las comunidades eclesiales a las que pertenecéis y de las que sois expresión”. He aquí otro dato, espiritual y teológico, que habría de ser tenido muy en cuenta en la reforma de cualquier Cáritas más local.

Siempre me ha parecido que esta importantísima intervención del papa Francisco estaba en continuidad con la que protagonizó Benedicto XVI en 2012 dirigiéndose también a Caritas Internationalis. En aquella ocasión, el papa Ratzinger pidió –en términos más generales que los de Francisco– que esta institución cuidara, con particular esmero, su “identidad distintiva”, es decir, el fundamento y la motivación cristiana del servicio prestado y la dimensión eclesial del mismo.

Así pues, una vez recordadas la raíz cristológica, eclesial y espiritual de la caridad cristiana y algunas de las muchas cautelas a las que hay que estar particularmente atentos en su gestión y liderazgo, sería deseable (pero es solo un deseo que prolonga el presente decreto papal) que se ensayara una reforma de Cáritas –incluidas las diocesanas o locales– en la que se cuidara equilibradamente la “identidad distintiva” (es decir, cristológica y eclesial) de la caridad y de la justicia en favor de los últimos sin incurrir en un espiritualismo trasnochado o “sin carne”, así como en un asistencialismo totalmente desentendido de una cierta eficacia y de la justicia, o en un profesionalismo que, obsesionado por la rentabilidad, acabe sin alma o, lo que es lo mismo, aparcando la mística y la espiritualidad que brota del encuentro con Dios en los pobres o funcionando al margen de la comunidad cristiana, es decir, externalizada.

 

Más allá de la reforma

Entiendo que sería una ocasión perdida que dicha reforma se ocupara de revisar y propiciar –como vengo escuchando– únicamente una mejora técnica y administrativa –presidida por facilitar la necesaria empatía en todo compromiso o trabajo–, y que no atendiera, igualmente, al singular fundamento cristológico y eclesial en el que se asienta cualquier gestión y liderazgo de la caridad y defensa de la justicia en la comunidad cristiana.

Pero, insisto, es solo un deseo que –fruto de la conexión detectada entre esta última decisión y los contundentes mensajes del papa Ratzinger en 2012 y, sobre todo, de Francisco en 2019–me llevan a imaginar y ofrecer cómo podría ser esa reforma, a la vez, técnico-organizativa y teológico-espiritual. Y por qué.

Como es evidente, se puede tomar en consideración o tranquilamente obviar, sabiendo que solo cuenta con la “autoridad” que presenten los datos y argumentos que se ofrecen. Nada más. Pero tampoco, nada menos.

 

Dos libros interpelantes

Estos últimos tiempos he vuelto a releer dos libros que me han resultado tan clarificadores como las interpelantes consideraciones del papa Francisco sobre la caridad y el interés de Benedicto XVI por su “identidad distintiva”: el ‘Tratado del socorro de los pobres’, del humanista Juan Luis Vives (1492-1540), y la ‘Deliberación en la causa de los pobres’, del dominico Domingo de Soto (1495-1560). Y articulando su contenido con las intervenciones papales reseñadas, me han ayudado a imaginar y repensar cómo podría ser un nuevo modelo de caridad y justicia, cuidadoso con la experiencia cristológica, espiritual y teológica; promotor de un renovado liderazgo y gestión, así como atento a su matriz eclesial o comunitaria.

 

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