martes, 30 de abril de 2013

“Espero que Estrasburgo declare inaceptable la ‘doctrina Parot”: Juan Mari Uriarte


Juan María Uriarte (Fruiz, Bizkaia, 1933) actuó como mediador tras la tregua de ETA en 1998 y asistió a una reunión celebrada en Suiza entre representantes de la banda terrorista y enviados del Gobierno, entonces presidido por José María Aznar. En su análisis sobre el proceso de paz, aboga por el perdón, exige a ETA que no vale solo con la entrega de su arsenal y espera que se derogue ladoctrina Parot.
Pregunta. Usted ha participado en la última reunión con verificadores internacionales. ¿Comparte la preocupación por el inmovilismo en el proceso de paz?
Respuesta. Fui invitado a título personal y acepté la invitación. El proceso de paz, según todos los indicios, está paralizado. En todos los procesos que conozco ha habido fases de estancamiento. Es preocupante esta inmovilidad. Con todo, no me parece alarmante. A pesar de manifestaciones desafortunadas e inflexibilidades poco razonables, no albergo ningún temor de una regresión a épocas violentas, felizmente superadas.

P. ¿Cuál es el diagnóstico de la Iglesia en Euskadi sobre el proceso de paz?
R. No tengo elementos, ni soy quién para responder a esta pregunta. Tengo, desde hace algún tiempo, mi diagnóstico particular. Creo que los actuales dirigentes de la izquierda nacionalista desearían dar pasos en el camino de la paz, pero probablemente encuentren resistencias interiores. Me cuesta creer que por parte del Gobierno de Madrid no exista una disposición de activar el proceso pacificador, posiblemente refrenada por fuerzas extremas. Tal vez el Gobierno de Vitoria, que ha manifestado repetidamente su voluntad de contribuir a la plena pacificación, pueda jugar un papel de catalizador positivo.
P. ¿Qué aportaciones están haciendo las bases de la Iglesia?
R. Muchos grupos de creyentes están pidiendo que se les explique en qué consiste una verdadera reconciliación y sobre todo cuáles deben ser las actitudes y comportamientos que como cristianos hemos de adoptar. Las jornadas de oración comunitaria por la reconciliación son bastante frecuentes. En la liturgia dominical se cultiva el Gesto de la Paz. Algunas entidades eclesiales organizan encuentros entre víctimas y agresores. Bastantes cristianos acompañan a las víctimas en su proceso de sanación.
P. Habida cuenta de la preocupación por la crisis y sin violencia de ETA, ¿la reconciliación puede quedar relegada?

Es preciso que ETA se disuelva. No es suficiente la entrega de sus arsenales
R. Es lo que ha ocurrido en bastantes procesos de pacificación: una vez logrado el silencio de las armas, otras tareas se han antepuesto como más urgentes. La verdad de todos los crímenes cometidos se ha averiguado a medias; las exigencias de la justicia se han ignorado o minimizado mediante la amnistía total. Verdad y justicia son requisitos necesarios, aunque no suficientes, de la reconciliación. Una verdad investigada sin espíritu vindicativo y una justicia practicada sin espíritu justiciero preparan el terreno a la reconciliación.
P. ¿Las nuevas generaciones discernirán el fenómeno de la violencia en Euskadi?
R. Espero que las nuevas generaciones no caigan en ninguna de estas dos actitudes contrapuestas: pasar apresuradamente página o quedar fijados en este pasado. Unas minorías juveniles pueden incurrir en una u otra de estas desviaciones. Creo que el retorno a la violencia, la connivencia con ella y su justificación no entran, felizmente en la óptica de la gran mayoría juvenil actual.
P. ¿Cuál es el itinerario para encauzar la reconciliación?
R. Un primer paso sería conocer la verdad objetiva de todas las violaciones graves cometidas contra los derechos humanos intangibles. Aplicar a los agresores una verdadera justicia legal no exenta de talante reconciliador es otro paso importante. Transformar el sufrimiento insufrible de las víctimas de cualquier signo en dolor tolerable es, según todos los especialistas, un paso capital. Que los agresores reconozcan el daño causado e injusto es una pieza también necesaria para la reconciliación personal con las víctimas. Que los bloques de los ciudadanos graníticamente enfrentados reblandezcan sus resentimientos y su desconfianza es asimismo imprescindible.
P. ¿Siente que se están ganando cotas de convivencia?
R. Por supuesto, todos los que real o potencialmente se sentían amenazados por ETA se sienten liberados de un peso enorme. Por otro lado, la presión policial tiene menos ocasiones de ejercerse y propasarse cuando no tiene que enfrentarse a actividades terroristas. La suma parquedad de gestos gubernamentales por ejemplo con los presos enfermos no favorece la distensión.

No se favorece la distensión sin gestos del Gobierno con los presos enfermos
P. ¿Es imprescindible el perdón para una convivencia real?
R. Todos los especialistas que conozco sostienen que en un enfrentamiento que ha durado 50 años, además de verdad y de justicia, tiene que haber perdón. Para los creyentes es la cima de la doctrina moral de Jesús. Este es un punto en el que la Iglesia tiene que insistir.
P. ¿ETA y las víctimas son dos mundos irreconciliables?
R. Si entendemos la reconciliación como un entablar relaciones de afecto y confianza, son irreconciliables. Pero eso no es la reconciliación de la que estamos hablando. La reconciliación es, según los expertos, el proceso por el cual los enfrentados renuncian a una relación destructiva para establecer una relación constructiva. En el caso que nos ocupa, esta relación es costosa pero posible y saludable.
P. ¿Es necesario asistir a la desaparición de ETA para llegar al entendimiento?
R. Sí. No basta declarar el cese definitivo de las acciones terroristas. Tampoco es suficiente la entrega de sus arsenales. Es preciso que se disuelva como organización armada. Se lo debe a este pueblo y a la sociedad entera. Sería más que deseable que partidos, gobiernos, movimientos e instituciones sociales favorecieran estos pasos de ETA. Deberían hacerlo. Pero aunque no lo hagan, ETA debe disolverse sin demora.
P. ¿ETA desaparecerá un día?
R. Puede declarar públicamente su disolución o desaparecer sin ningún gesto público. Me parece socialmente más saludable y más neto lo primero.
P. ¿Cree que ya no existe una situación de excepcionalidad que justifique la doctrina Parot?
R. La doctrina Parot fue muy criticada por juristas competentes incluso en tiempos de excepcionalidad. Porque equivale en muchos casos en la práctica a una cadena perpetua encubierta. Por supuesto, no tiene sentido su pervivencia en las actuales circunstancias. Espero que el Tribunal de Estrasburgo, que en algún caso ha dictaminado ya en contra de ella, la declare jurídicamente inaceptable.
P. ¿Qué espera del papa Francisco?
R. Las primeras opciones y actitudes huelen a Evangelio. La sencillez en sus relaciones y la sensibilidad para con los pobres me edifican e interpelan personalmente y creo que a buena parte de nuestra Iglesia. Tiene ante sí grandes desafíos. El primero, el nombramiento de su secretario de Estado; el segundo, la renovación de la curia romana y, en la medida que fuera necesario, su regeneración.

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