sábado, 29 de octubre de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 32 DEL T. O.



La sensatez
y la vigilancia cristianas
 (25, 1-3)


Muchos tienen la ¡dea de que el seguimiento de Cristo, la santidad, no requiere cualidades humanas. Que la inteligencia, la prudencia y otras dotes humanas son para tener éxito en la vida, y que la religión y la santi­dad son como un consuelo para los menos dotados...

En el relato de este domingo, de las vírgenes necias y prudentes, jesús nos quita esta ¡dea. Para salvarse, para ir al encuentro del Señor, hay que ser sensato. Los insensatos, los necios, los imprevisores, no pueden ser buenos cristianos.

La parábola del Evangelio nos enseña que el cristianismo implica una sabiduría, y que la necedad se opone a él. ¿En qué consistía la necedad de las vírgenes de la parábola? En pensar que en la vida cristiana, en la bús­queda de Dios, otros nos pueden reemplazar. Otros responden por uno. A última hora, estando agotado el aceite (aceite de la fe y de los frutos de vida cristiana), las vírgenes necias quieren aprovechar el aceite (la santidad) de otras. Pero eso no es posible. Ser fiel, entregarse a los demás, seguir a Jesús, para poder encontrarlo, es una responsabilidad intrasferible.

Las vírgenes eran necias porque pensaban que la conversión a Cristo, y la preparación para presentarse delante de Dios, podían hacerlo a última hora, improvisadamente. Pensaban que podían haber vivido sin preocupar­se de Dios, del Evangelio, de la fe y las buenas obras, y al final, a la hora del encuentro con Cristo, arreglarlo todo. Jesús nos advierte que eso no es posible, que el cristianismo, la santidad, no es una religión reservada a la hora de la muerte; nuestro encuentro con el Señor no se puede separar de la forma como hemos vivido.

Ser un cristiano necio es tener una religión para el momento de morir. Vivir distraído, egoísta, y querer luego improvisar el encuentro con Cristo. Ser un cristiano sensato es ser vigilante, tener siempre presente que Dios puede venir a nuestro encuentro en cualquier momento (no sabéis el día ni la hora...). Vivir preparado para este encuentro, que es la participación en su felicidad. A los necios, a los que se creían muy dotados e inteligentes pero olvi­daron lo principal (el aceite de las buenas obras), "se les cerró la puerta... Os lo aseguro, no os conozco".




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