lunes, 20 de junio de 2011

S. GALILEA y A. PAOLI SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO DE CORPUS CHRISTI

Corpus Christi Procession
Souza Cardoso. Procesión del Corppus Christi
El pan 

de la familia de Dios (Jn 6, 51-59 - Me 14, 12-26 - Le 9, 11b-17)


La eucaristía es el centro de la misión de Jesús en la tierra, y la razón de ser de nuestro encuentro, en este momento, como cristianos: misteriosa­mente están aquí su vida, su muerte y su resurrección. 

Jesús vino para hacer de nosotros divididos, enemigos, competitivos, una familia de gente que se quiere, que viven unidos. ¿Qué nos divide, sobre todo, en el plano social e internacional? La distribución injusta de riquezas: el petróleo, el cacao, el cobre, el hierro, el trigo... Todos estos elementos dispersos por el mundo, desde el petróleo de Venezuela al cobre de Chile, están representados aquí por el pan y el vino, fruto de la tierra y del trabajo. 

Toda la tierra se hace simbólicamente presente en la eucaristía. El pan y el vino representan la tierra, los elementos de la tierra; son una partícula de todoaquello que está disperso en el mundo. Por culpa nuestra, este pan y este vino son causa de división y de litigio. Y Jesús precisamente hace de este pan y de este vino, transformados en su cuerpo y en su sangre, medio de comunión y de amor entre nosotros. (Puebla 918). 

Las cosas de la tierra dividen, excomulgan y alejan a los unos de los otros. Por estas mismas cosas, transformadas en el Cuerpo del Señor, nos unen, nos hacen una comunión. 

La eucaristía es la mayor alabanza al Padre pues en ella todos nos comprometemos a hacer comunión. El Padre ve ahí una fuerza que poco a poco nos unirá, una fuerza que acabará por triunfar sobre todas las divisio­nes, las explotaciones, las servidumbres, las dependencias... 

La segunda cosa importante es que esta unión no se cumple solamente en el plano psicológico o espiritual; debe ser también material, socio-eco­nómico, siguiendo el simbolismo de los bienes de la tierra presentes en la eucaristía. En el momento de la comunión intercambiamos el abrazo de paz. ¿Es realmente sincero este abrazo? A nivel psicológico y espiritual sí, aunque se abracen dos personas con contrastes sociales y económicos: entre las dos, J esús es un vínculo espiritual. Pero este abrazo de comunión no llega al nivel económico, material: uno vuelve a su casa donde no falta nada y aún hay lo superfluo; el otro va a su casa donde falta de todo. Hay una dimensión en la cual estas dos personas aún no están unidas: lo que las divide son los bienes de la tierra. 

Si Jesús hubiese querido que nos uniésemos sólo en el plano afectivo y espiritual, y que ya así nos considerásemos como hermanos, no habría puesto sobre la mesa eucarística los productos de la tierra, aquello que nos divide, para transformarlo en lo que nos une: lo divisivo se convierte en unificador. Por eso podemos decir en la eucaristía: abrácense, pero vuestra amistad, vuestro encuentro, aún no eseucarístico, aún no es plena alabanza del Padre. Para hacerlo eucarístico debéis descender al nivel so­cio-económico, y hacer un serio examen de conciencia para ver claro si el uso que hacéis de estos bienes, aumenta la comunión o la división. (Puebla 493-495). 

La eucaristía nos compromete a luchar para que estos bienes de la tie­rra sean distribuidos mejor y se hagan eucarísticos, es decir, medios y vehículo de comunión. 







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