Dios se manifiesta
a los pequeños y en los pequeños
En el Evangelio de hoy Jesús tiene delante de sí a los fariseos, que se sentían seguros. Sabían todas las cosas de moral y religión, no tenían necesidad de ser guiados y aconsejados. Tenían la ley, la interpretaban a su modo y se sentían tranquilos. Lo peor era que juzgaban a los pequeños, a los pobres, a los que no habían podido estudiar.
No hay que ir hasta el tiempo de los fariseos para encontrar esta actitud, fuertemente extendida en nuestro medio, la cual contradice la palabra de Jesús: "Dios se ha manifestado a los pequeños, y se manifiesta en los pequeños". Ellos tienen la sabiduría de vivir, la sabiduría del Evangelio; pero lo hermoso es que no tienen conciencia de ser superiores. Aquí está todo el secreto.
¿Parecería que Jesús quiere que seamos ignorantes, para revelarse a nosotros, en circunstancias que hoy se hacen esfuerzos en todas partes para erradicar el analfabetismo y toda forma de ignorancia? La paradoja consiste en que el Evangelio no condena ni la inteligencia ni la instrucción; al contrario, cuanto más un hombre progresa en su inteligencia, tanto más se acerca a Dios. A condición de que uno no se sirva de su instrucción para sentirse superior, para despreciar a los demás, para aplastarlos.
Estos criterios evangélicos están llenos de ejemplos de cada día. La buena señora casi analfabeta, profundamente creyente, con la cual habla la gente para pedirle consejo, o únicamente para sentirse mejor, consolada. A partir del Evangelio, Dios se ha revelado a ella, y ella es una revelación de Dios para los demás... Por el contrario, el médico que no da importancia al pobre que espera horas y horas con el niño enfermo en los brazos, y luego lo trata con fastidio, como si le hiciese perder el tiempo... Los campesinos que van a las oficinas públicas a obtener crédito para sus siembras, y los tramitan de una oficina a otra...
Delante de las palabras del Evangelio, todas estas discriminaciones y desprecios, que abundan en nuestra sociedad, forman parte del pecado social que tenemos que denunciar y combatir. (Puebla 28). La explotación a causa del saber es tan grave como la de la riqueza o del poder. (Puebla 62). Porque al fin de cuentas las palabras de Jesús en este Evangelio están en una misma línea con su insistencia fundamental en cuanto a las relaciones humanas: que no exista aquel que está arriba, y aquel que está abajo, y que el pecado más grande que podemos cometer es el de hacer sentir a un hermano nuestro que no es como nosotros, que somos superiores a él. Y Jesús ha declarado superiores a aquellos que son estimados inferiores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.