domingo, 26 de noviembre de 2023

Cómo vive un político cristiano su compromiso en un ambiente beligerante

MI EXPRIENCIA Y VIVIENCIA (I)

Javier Madrazo Lavín

BARCELONA

24-10-23

 

A lo largo de los años, como militante obrero cristiano he vivido y experimentado las profundas barreras de incomunicación y de desconfianza que han existido históricamente entre amplios sectores de la izquierda y de la Iglesia. Barreras que considero imprescindible romper.

Cuando comuniqué al Obispo, de los considerados “abiertos” en el episcopado español, debido a la encomienda pastoral que tenía, mi afiliación a CCOO, al PCE-EPK y a IU puso cara de asombro diciéndome que era algo “extraño” y  me “sugirió” que renunciara a la encomienda que, en materia de juventud, tenía en mi parroquia de Rekalde.

En la misma línea, tengo que señalar que en el seno de mi organización política, ha habido sectores que, por el hecho de confesarme abiertamente cristiano, me han mirado con sospecha y recelo. Incluso llegaron a decir, y a escribir, que era un infiltrado del obispado. Aunque he de decir en honor a la verdad, que otros muchos compañeros/as, me acogieron desde el principio con absoluta normalidad.

En mi recorrido vital y militante, he tenido siempre un sentimiento de “apátrida”, de “bicho raro”, como si no “encajara” plenamente ni en la Iglesia ni en mi organización política. He entendido que es el precio que pagar por intentar vivir una conciencia unitaria, no dual o escindida. Por integrar de forma armónica, la identidad cristiana y el compromiso político.

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Eguerdi on/ Bonesmigdies

En primer lugar, quiero agradecer muy sinceramente la invitación del grupo Sant Jordi y del Diario El Punt Avui a participar en la Tribuna Joan Carrera.

Y particularmente a Marcel Joan Alsinella sobre el que ha recaído el peso fundamental de la coordinación y organización del acto. Doy fe que Marcel pertenece a la corriente “insistencialista” lo cual es una garantía para el dinamismo y la pujanza de este colectivo. Así mismo, quiero agradeceros vuestra asistencia y generosidad por dedicar este momento de la comida, normalmente reservado a la familia, a compartir conmigo este encuentro.

Es un honor para mí contar con el acompañamiento, en la presentación de este coloquio y de quien les habla, de Gabriela Serra, una militante y activista de largo recorrido, que ha mantenido, en todo momento, la coherencia entre su fe cristiana y su compromiso político anticapitalista y feminista, defendiendo siempre los derechos humanos, los derechos sociales y los derechos nacionales.

Quiero felicitar a los grupos organizadores, y a los casi 20 colectivos que dais apoyo a  esta Tribuna que cuenta con una larga trayectoria y actividad.

Una iniciativa inspirada en un auténtico referente eclesial y social, como fue el Obispo Joan Carrera i Planas. Algo que cobra más actualidad si cabe, en un momento en que el episcopado español sigue con el freno de mano echado, cuando no remando a la contra, respecto al impulso de renovación de la Iglesia, liderado por el Papa Francisco.

Se echan en falta Obispos valientes, encarnados en la realidad y con voz profética, de la talla de Joan Carrera i Planas. Siempre estuvo del lado de los más desfavorecidos, especialmente los inmigrantes, trabajando por los derechos humanos y las libertades cívicas, y comprometido con la lengua y la cultura catalana. Y ello lo digo a pesar de que sus opciones y militancias políticas, antes de ser elegido Obispo, no coincidan con las mías. Reconozco que me parece muy atractivo y original el  formato de comida-coloquio de este evento. Espero que mis palabras no os impidan disfrutar de la comida.

 

INTRODUCCIÓN

Antes de nada, quiero aclarar tres cosas.

Por una parte, quiero señalar que en este momento no tengo un compromiso político de lo que se conoce como de “primera línea”, es decir, de carácter institucional, partidario y mediático. Cuando finalicé mi liberación y dedicación exclusiva a la política, tras el paso por el Parlamento y Gobierno Vasco, me reincorporé a mi trabajo como profesor en un Instituto Público de Bachillerato y Secundaria. En la actualidad estoy jubilado. En estos últimos años mi militancia política se ha centrado más en el campo de la lucha ideológica y cultural, en favorecer el pensamiento crítico en la sociedad mediante la organización de actos, mesas redondas, publicación de artículos de opinión.

Por otra parte, quiero dejar claro que no pretendo “sentar cátedra” sobre el título de esta comida-coloquio. Me voy a limitar a trasladar mi experiencia y mi vivencia personal a lo largo de mi trayectoria política.

Por último, debo deciros que mi compromiso político se ha  concretado en todo momento en mediaciones consideradas de izquierda. Por eso cuando me refiera a mi experiencia lo tengo que hacer necesariamente desde esta “mirada”. No quisiera que nadie se sintiera incómodo por ello.

 

MI EXPERIENCIA Y VIVENCIA

1.- Mi experiencia como militante cristiano en el ámbito eclesial y en el político.

En primer lugar quiero expresar cuál ha sido, y es, la vivencia como militante cristiano, en el campo de la izquierda, de mi fe en Dios y, más concretamente, del seguimiento de Jesús, tanto hacia dentro de la Iglesia, como hacia fuera, en un medio no  solo aconfesional, sino, a veces, beligerante y antiteísta.

A lo largo de los años, como militante obrero cristiano he vivido y experimentado las profundas barreras de incomunicación y de desconfianza que han existido históricamente entre amplios sectores de la izquierda y de la Iglesia. Barreras que considero imprescindible romper.

Aportaré dos hechos ilustrativos que explican esta vivencia. El primero se refiere al ámbito eclesial; en el año 1987 cuando comuniqué al Obispo, de los considerados “abiertos” en el episcopado español, debido a la encomienda pastoral que tenía, mi afiliación a CCOO, al PCE-EPK y a IU puso cara de asombro diciéndome que era algo “extraño” y  me “sugirió” que renunciara a la encomienda que, en materia de juventud, tenía en mi parroquia de Rekalde.

Esa actitud de desconfianza se ha mantenido a lo largo del tiempo. No he sido “santo de devoción” para el “aparato” de la Iglesia; cosa que, he de decir,  no me ha importado lo más mínimo. De hecho, a pesar de mi larga trayectoria en el compromiso político, nunca  se ha contado con mi testimonio, cómo estáis haciendo vosotros, cuando ha habido que presentar experiencias de cristianos presentes en la vida pública. Se cumple eso de que nadie es profeta en su tierra.

Entendí, y entiendo, que el compromiso en el campo de la izquierda anticapitalista es el más coherente a la luz de los criterios de actuación política derivados del Evangelio. Pero es evidente que, hoy, en nuestra iglesia, son otras las opciones y mediaciones que se consideran “normales”, plenamente aceptadas y asumidas por la institución.

El segundo hecho se refiere al ámbito político; tiene que ver con la presentación del libro, hace tres años, junto al investigador y catedrático de física Manuel Tello, en la sede de Ezkerra-Berdeak, escrito por el magnífico teólogo, y buen amigo, que ha participado recientemente en esta Tribuna, Jesús Martínez Gordo “Ateos y Creyentes, Que decimos cuando decimos Dios”.

Cuando hablábamos dónde hacer la presentación de su publicación le comenté: ¿ y por qué no en la sede de EB? ¿Por qué no presentar un libro sobre Dios, a partir de las evidencias científico-positivas, en una organización laica y aconfesional?

Reconozco que algunos miembros del equipo directivo de EB mostraron cierta incomodidad, cuando propuse ofrecer el salón de actos para la presentación de este libro.

A priori, pudiera parecer más apropiado presentar los temas religiosos en ámbitos eclesiales.

Sin embargo, esta es, a mi juicio, una visión simple y reduccionista.

Y es que en esta posición coinciden aquellos sectores cristianos, que en clave intimista y evasiva, con aquellos otros, que desde posiciones laicistas, en clave excluyente y beligerante, niegan la dimensión social y política de la fe. Motivo por el cual consideran, que el interior de las Iglesias es el lugar “natural” para el abordaje de los temas referidos a las cuestiones “espirituales”.

Por el contrario, todo lo humano le debe concernir a la Izquierda. La pregunta por la trascendencia se la debe de hacer toda persona, de una u otra manera. Es una cuestión antropológica. Desde siempre el ser humano se ha interrogado por el más allá, por el origen de la creación, por el sentido de la vida, de la historia, de la muerte…

Por lo tanto este es un asunto que debe estar en el centro de la “res pública”.

Por cierto, es de destacar la gran asistencia de público al acto de presentación del libro.

Más de doscientas personas. De procedencia muy plural. En un ambiente de gran respeto y tolerancia. Lo cual puso de manifiesto que la sociedad, más allá de prejuicios y sectarismos, asiste con normalidad, y con gran interés, al debate sobre la existencia de Dios.

Muchas veces desde la modernidad se dice que los creyentes son “piadosos”, abnegados y comprometidos con las buenas causas, pero incapaces de dar razón de su Fe, motivo por el cual, muchos la consideran irracional y subjetiva.

Por eso, me parecen muy positivos, e imprescindibles, actos como el celebrado con motivo de la presentación del libro al que me he referido. Es necesario que todos (ateos, deístas y teístas) den razón de su “fe” en “espacios públicos” desde el contraste y la confrontación ( pacífica y serena) de ideas.

En la misma línea, tengo que señalar que en el seno de mi organización política, ha habido sectores que, por el hecho de confesarme abiertamente cristiano, me han mirado con sospecha y recelo. Incluso llegaron a decir, y a escribir, que era un infiltrado del obispado. Aunque he de decir en honor a la verdad, que otros muchos compañeros/as, me acogieron desde el principio con absoluta normalidad.

En mi recorrido vital y militante, he tenido siempre un sentimiento de “apátrida”, de “bicho raro”, como si no “encajara” plenamente ni en la Iglesia ni en mi organización política. He entendido que es el precio que pagar por intentar vivir una conciencia unitaria, no dual o escindida. Por integrar de forma armónica, la identidad cristiana y el compromiso político. Es lo que Alfonso Carlos Comín recogió en su libro: “ Cristianos en el Partido, Comunistas en la Iglesia”.

Me parece que la izquierda “se lo tiene que hacer mirar”. Es verdad que en  nombre de las religiones se han cometido barbaridades ( inquisición, cruzadas…), de las que nos avergonzamos los cristianos católicos. Pero lo mismo puede decirse del comunismo ( purgas estalinistas, genocidio camboyano liderado por Pol pot…). Sin embargo ello no obsta para que algunos hayamos militado, con orgullo, en el PCE,  y reconozcamos las aportaciones fundamentales del comunismo, en España sin ir más lejos, en la lucha antifranquista, por la democracia, las libertades y la justicia social.

El Cristianismo ha tenido, y tiene, un enorme potencial liberador y humanizador,  al que la izquierda no puede ser ajena. Está en la base de las  principales transformaciones sociales, movimientos de solidaridad y avances en materia de derechos humanos, a lo largo y ancho del mundo. Por lo tanto, resulta un error de bulto dejar que la derecha se apropie del “relato” religioso, cuando esta ideología y cosmovisión, es la más alejada de los valores del evangelio.

Una derecha que mutila el Evangelio al negar la dimensión política de la fe cristiana. Como dijo Helder Cámara: “Si el Papa abraza a un pobre le llaman santo, pero si se pregunta por qué lo es le llaman comunista”.

La izquierda debe tener cuidado con “tirar al niño con el agua de la bañera”. No se puede confundir la crítica, legítima y necesaria, a una buena parte de la jerarquía de la Iglesia, por su inmovilismo, y en muchos casos, connivencia con el poder, con la falta de “empatía” con una propuesta, el cristianismo, que debe ser aliado y “compañero de viaje” de la política, en la lucha por un mundo mejor y más justo.

 

 

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