lunes, 27 de noviembre de 2023

Piden la dimisión de Gabilondo tras publicar un caso falso en su informe de abusos en la Iglesia

Sergio Gámez es el protagonista de una historia de abuso ficticia con la que cuatro amigos quisieron comprobar los métodos con los que se llevaban a cabo las investigaciones en el seno de la Iglesia

Fuente:   El Debate

Por   Clara González

26/11/23


El Defensor del Pueblo, en la entrega el informe sobre denuncias por abusos sexuales en el ámbito de la IglesiaJesús Hellín / Europa Press

Junio de 2022: cuatro amigos charlan ante un café. El tema central de su conversación son los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia o en ámbitos religiosos, que entonces comenzaban a ser destapados. Tenían dudas sobre la fiabilidad de las investigaciones que los medios estaban llevando a cabo y ante sus tazas se propusieron comprobarlo.

Inventaron un personaje –Sergio Gámez– y toda una narrativa, que está recogida en la página 246 del informe de abusos en la Iglesia del Defensor del Pueblo y publicada en el diario El País el 7 de julio de 2023. Tras haber salido a luz y haber puesto en duda el proceder de su investigación sobre los abusos en el seno de la Iglesia, estos cuatro amigos, que firman con el nombre de su protagonista, piden la dimisión de Ángel Gabilondo con una carta a la que El Debate ha tenido acceso en exclusiva.

 

La operación bollicao

El testimonio 359 dice así: «Entramos, y me dijo que me invitaba a merendar, que pidiera lo que yo quisiera [...]. Así que accedí a comerme un delicioso bollicao. Lo pagó y salimos de vuelta hacia la parroquia. Le di insistentemente las gracias y él me dijo que me invitaba con todo gusto, pero que debía ser un secreto entre nosotros, para evitar que los demás niños sintieran pelusa o le pidieran también ellos un bollicao. '¿Seguro que sabes guardar un secreto?' [...]. A partir de ahí se estableció una complicidad entre ambos, que a mí me complacía extraordinariamente [...] 'no tengas miedo en tocarme los testículos, no pasa nada por eso, estando entre amigos'. Yo no le hice caso a ese requerimiento, aunque era inevitable que tal cosa pasara. Empezó a respirar fuerte y me di cuenta de que se estaba masturbando mientras aquello pasaba... 'Toma' –me dio una moneda de 500 pesetas, para que me comprara bollicaos toda la semana».

Aquí empieza lo que estos cuatro amigos han llamado la operación bollicao. Cuando Ángel Gabilondo hizo público su largo informe, se sorprendieron al observar que su relato había sido asignado a dos testimonios distintos, el 35 y el 359 –no se sabe si por error tipográfico–. ¿Cómo lo hicieron? Ellos mismos cuentan a El Debate que habían observado el modo de trabajar de El País: «Poco a poco fueron acumulando denuncias de hechos presuntamente ocurridos desde la época de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, que es el primero de los casos que decían haber corroborado».

Tomaron como inspiración el informe de abusos que ha sido publicado en la vecina Francia. «Comprobamos lo chapucero que era, pero a pesar de ello nadie lo había desacreditado. Vimos que la senda de España iba a ser idéntica», explican.

 

Una campaña contra la Iglesia

Su objetivo, indican, no ha sido «desenmascarar a El País, sino defender la justicia» y de paso, defender también a la Iglesia, que en su opinión, «estaba siendo víctima de una campaña absolutamente injusta y democrática». Y así, el 21 julio de 2022 enviaron un primer correo electrónico al medio contando la historia ficticia de cómo un catequista del Camino Neocatecumenal había abusado de Sergio Gámez cuando tenía entre 12 y 13 años. «Impusimos nuestra ley de no ser vistos por nadie, ni mantener ningún tipo de contacto que no fuera por email. Les negamos hasta una foto», cuentan.

La parroquia en la que nunca sucedieron estos hechos está ubicada en Aluche y es gestionada por los Escolapios. Los cuatro amigos piden perdón a la orden por la «zozobra que seguramente hemos generado», pero, opinan: «Han demostrado una enorme grandeza y una transparencia ejemplares». No podían haber encontrado nada en sus archivos, puesto que todo era inventado, pero aun así reenviaron todas las denuncias que habían recibido cuando se las requirieron.

La historia de Gámez fue incluida también en el tercer informe de abusos que El País remitió a la Iglesia. Desde el diario les alentaron –según se puede leer en la cadena de correos intercambiados entre el medio y el personaje ficticio a los que ha tenido acceso este periódico– a que el abusado remitiera su caso a la comisión creada por el Defensor del Pueblo para la elaboración del informe que ha acabado teniendo 777 páginas. «Fue un reenvío, no se aportó dato ningún adicional y nadie pretendió verificar nada. Simplemente dieron por bueno todo, se comieron el bollicao y nos pidieron que rellenáramos un impreso», cuentan.

 

Perdón a unos, dimisiones para otros

Tras haber destapado el escándalo del poco rigor con el que se han llevado a cabo las investigaciones sobre los abusos en el seno de la Iglesia, piden la dimisión de Ángel Gabilondo. «Deberían empezar las dimisiones y se debería pedir perdón a la ciudadanía y a los lectores y suscriptores, por un lado. Por otro lado, se deberían auditar uno a uno los casos de abusos con gente seria y profesional para restaurar a las víctimas verdaderas», indican.

A ellas, a estas víctimas verdaderas, les piden perdón estos cuatro amigos. «No hay duda de que merecen algún modo de reparación y públicamente lo defendemos, pero esto no puede ser el coladero institucional que está siendo», denuncian.

 

–¿Disponen de más esándalos?

–Sí, aunque este es el más sangrante porque se trataba de demostrar que con muy poquito, con un simple correo electrónico sin dejarse ni ver, inventando los personajes y una historia sensacionalista se llegaba al final del camino. Acusar a un sacerdote muerto es muy fácil, coordinar varios testimonios acusando a alguien también lo era y hacerse pasar por víctima en una entrevista telefónica no tiene dificultad. Esos casos tienen poco mérito, pero este reto era el más-difícil-todavía y la demostración irrefutable de un modo de proceder, de una ética y de una profesionalidad.

 

Carta abierta pidiendo la dimisión del Defensor del Pueblo

Querido Ángel: Aunque no nos conocemos personalmente, escribo estas líneas para ver si te puedo ayudar a tomar alguna decisión que inevitablemente tomarás, y cuanto antes lo hagas tanto mejor será para ti y para la institución que encarnas actualmente. Me refiero a tu dimisión como Defensor del Pueblo. El parlamento te encargó, a propuesta de los democristianos del PNV, que investigaras unos delitos, pero que te limitaras exclusivamente a hacerlo a una única confesión religiosa, discriminando a las víctimas que no tuvieran que ver con esa confesión religiosa específica y aunque pudiste apelar a los valores de no discriminación o presunción de inocencia, a la tutela  judicial efectiva o las mínimas garantías de un procedimiento; aceptaste hacerlo aun cuando la ley te deja muy claro que esas no son tus atribuciones porque tu misión es supervisar a la Administración. Pudiste apelar a ello o la objeción de conciencia, pero aceptaste. Aceptaste contento y ese fue tu primer retrato. Siempre podrás reproducir en tu defensa los argumentos de Eichmann en Jerusalén, o los esgrimidos en los juicios de Nuremberg. Ya sabes: el recurrente “Yo solo obedecía órdenes”. Pisoteaste todos los derechos fundamentales de cualquier acusado recogidos en la Constitución Española, en la carta Europea de Derechos Fundamentales o La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por cierto, dices en la web oficial del Defensor del Pueblo: “Tengo la firme determinación de trabajar con ecuanimidad, con rigor, con eficacia y con independencia en defensa de los derechos y libertades..” ¿En qué momento cambiaste de opinión?

Hiciste seguidismo de los dictados del periódico de tu hermano, formaste un discutible equipo e hiciste una chapuza de informe. Cuando numéricamente el resultado te pareció insuficiente encargaste una encuesta con la que creías que ibas a engordar una cifra. Y en base a esa encuesta despistaste la atención de los bochornosos resultados de tu trabajo. Un trampantojo que te funcionó inicialmente al contar con el altavoz de los afines a Iñaki y ante a una sociedad tan vacunada de escándalos que ya no se indigna por la perversión de ningún organismo oficial. Por si fuera poco todo lo anterior, el método de trabajo quedó absolutamente desnudo en mitad de la calle cuando tú y tu equipo os comisteis un bollycao por desidia o por el ansia de querer sumar más casos a vuestro infame contador. Y no será el único. España es un lugar donde, pase lo que pase, uno se atrinchera en su asiento, aunque no es necesario que siga siendo así. Tienes ante ti la honorable posibilidad de irte a tu casa, volver a la universidad, hacerte tertuliano o encontrar algún cargo porque no te faltarán ofertas y así serías un ejemplo para el resto de los políticos, mientras la figura del Defensor del Pueblo podría restablecer su prestigio con quien te sustituya. No te engañes, tras este escándalo la institución contigo al frente queda degradada hasta el punto carecer de todo atisbo de autoridad para dar ningún consejo o recomendación a nadie. Sin otro particular, me despido, expresándote que cuentas con la distinción de mi más alta consideración. Por cierto, no me he presentado. Soy Sergio Gámez.

 

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