lunes, 29 de marzo de 2021

La muerte de Mikel

Fuente: Diario Vasco

FABIAN LAESPADA
Viernes, 26 marzo 2021

 Es increíble que, 35 años después, los partidos mayoritarios se cierren en banda ante el caso Zabalza. No quieren que conozcamos qué ocurrió realmente

 


Como si fuese un presagio de lo que acontecería un año después, en 1984 Imanol Arias protagonizó el papel de Mikel, un chaval de familia acomodada de Lekeitio. Propio de la edad, del ambiente y de aquella época, Mikel militaba en la izquierda abertzale. Pero tuvo sus cuitas y desvelos a cuenta de su identidad sexual y tras separarse de su novia y salir del armario, sus amigos y allegados políticos le dan la espalda. La disidencia, fuera la que fuese, se castigaba con el frío metálico del abandono, en el mejor de los casos. Podía ser peor. Al final, paga con su vida por atreverse a ser él mismo; resultaba muy incómodo para su madre, sus amistades, su pueblo... Desaparece.

La ficción de aquella película se quedó allí, pero nos habla de los tiempos en que fue rodada, de las formas de afrontar los problemas sociales y políticos, de lo tremendo que resultaba ser diferente y cómo te daban la espalda los propios. La muerte estaba al desorden del día y de aquella ficción pasábamos a la realidad casi sin abandonar la sala de cine. De hecho, de ficción también pareció aquella versión que nos dieron sobre la muerte de Mikel Zabalza; más bien homicidio, según podemos colegir después de tantos indicios que sólo llevan a una conclusión: Mikel Zabalza no murió ahogado huyendo de la Policía. A Mikel lo asesinaron en los interrogatorios a manos de la Guardia Civil. Se les fue. De las manos, de la bañera y de la bolsa de plástico transparente, que le 'permitió' agonizar viendo las caras de sus asesinos. Los audios que hemos tenido que soportar –qué vergüenza y deshumanización de esos cargos policiales– demuestran fehacientemente que la versión oficial no se aguantaba ni con andamios de titanio. Barrionuevo mintió; la responsabilidad de aquella injusta y cruel muerte tiene nombres y apellidos. ¿Asumirá alguien la responsabilidad, aunque solo sea moral e histórica?

A instancias de EAJ-PNV, la semana pasada se presentó en el Congreso de los Diputados la petición de reabrir el caso y dar el paso definitivo en la investigación de este asunto, para aclarar los términos de la muerte de Mikel Zabalza, ese chico de 32 años, conductor de los autobuses de Donostia que no se presentó a trabajar aquel 26 de noviembre de 1985 porque lo llevaron detenido a Intxaurrondo. Y allí sucedió todo el horror que pueda rodear a cualquier persona, más horror todavía si era completamente inocente. Ni él ni los otros cuatro detenidos en aquella operación tenían vinculación alguna con ETA, ya que todos salieron al cabo de unos días sin ni siquiera cargos o fianzas que depositar. Pero Mikel Zabalza no salió de aquel cuartel. O sí, pero en horizontal, lo que es de una injusticia infinita, ya que la legalidad permitía a la Guardia Civil detener a personas, pero no le permitía asesinarlas. Y parece que así fue.

 

Y además, ¿dónde está Pertur, dónde están sus restos? Hay que esclarecer todas las desapariciones

Lo increíble de esta espeluznante historia es que hoy día, 35 años después, los partidos mayoritarios y democráticos de este país se cierren en banda ante la posible verdad: no quieren conocer qué ocurrió realmente allá. Más bien, no quieren que conozcamos qué ocurrió realmente allá. Resulta doblemente extraña esta manía de los partidos mayoritarios de arrebujarse ante estos asuntos de seguridad ciudadana, toda vez que, ante la menor brizna de tensión o discrepancia de otro género, se zumban hasta perder el respeto y las formas; pero en esto de investigar los excesos, ilegalidades y torturas infligidas por las diversas policías, se llaman a andana, como una suerte de pactos oscuros de 'eso no se toca'. Y, de esta manera, solo consiguen que la democracia palidezca, que perdamos confianza en eso de la clasificación de documentos secretos, que sigamos creyendo que la tortura fue durante muchos años un modo habitual de tratar a cualquier persona detenida en un cuartel vasco y que lleguemos a la conclusión de que el Estado, a través de sus fuerzas armadas, asesinó; y ahora no quiere ni reconocer, ni reparar, ni hacer justicia; precisamente lo mismo que exige para las víctimas de la violencia etarra que no han podido saber qué les sucedió a sus seres queridos. No entendemos que, ante una desaparición y posterior muerte violenta, en una democracia que se supone sana y plena, se produzca esta opacidad, secretismo y camaradería digna de mejor causa. El Partido Socialista, de nuevo, se da de bruces en la misma piedra. Resulta chocante que en Euskadi y Navarra solicite la revisión y apertura del caso Zabalza pero en Madrid vote en contra.

Hace más de 30 años, desde Gesto por la Paz pedíamos el esclarecimiento absoluto de toda la trama GAL y de las derivaciones de Intxaurrondo y sus muertes. Acuñamos aquello de «si la democracia mata, la democracia muere». Lamentablemente, la deuda sigue pendiente. Y el Estado de Derecho se tuerce.

Por último, ¿dónde está Pertur, dónde están sus restos? Es fundamental esclarecer todas las desapariciones. ¿Qué fue de J. Humberto Fouz, Jorge J. García y Fernando Quiroga, desaparecidos hace 48 años en Iparralde? También allí desapareció José Miguel Etxeberria en 1980. Aunque solo sea porque sus familias puedan cerrar definitivamente el círculo del dolor, quienes sepan algo de todos estos hombres desaparecidos, díganlo.

 

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