miércoles, 18 de enero de 2012

ENFOQUES DE LA CRISIS EN LA IGLESIA




La crisis de la Iglesia:
diagnósticos diferentes y contrapuestos


Maria Elisabetta Gandolfi: “Mal di Chiesa”
Il Regno 1111 (2011) 694
Condensó: Jesús Martínez Gordo


Cuando se afronta la crisis de la Iglesia lo prudente es proceder con cautela y evitar las conclusiones expeditivas o, en todo caso, no suficientemente contrastadas. A ello invita la abundantísima literatura que está apareciendo esta última temporada en Italia. Se trata, por lo general, de libros escritos por periodistas (que, simplificando, se pueden catalogar como especialistas en asuntos del Vaticano o “vaticanistas”). Todos ellos coinciden en la existencia de una crisis, pero divergen en su interpretación y cada uno de ellos muestra sus preferencias teológicas (e ideológicas) en el diagnóstico que formula: conservador-progresista; a favor o en contra del Papa, del Vaticano II, del sacerdocio de la mujer; pro-institucional o partidario de las comunidades de base, etc.


Evidentemente, las divergencias no sólo se deben a los diferentes análisis sobre las causas de la crisis y a las propuestas de resolución que estiman más pertinentes, sino también al uso y abuso del concepto de “crisis”: de hecho, se ha convertido en un “florero” o en un “cajón de sastre” en el que caben todos los significados y ninguno en concreto.

Existen, por lo menos, tres perspectivas o perfiles analíticos con sus respectivos diagnósticos.

Primer perfil analítico: la referencia al concilio Vaticano II.

En este primer grupo se encuentran los “contrarios” al Vaticano II. Tal es, por ejemplo, la lectura tradicionalista que hacen Alessandro Gnocchi y Mario Palmaro. Según estos autores, la iglesia actual se ha convertido en “La bella durmiente” (subtítulo del libro: “Por qué la Iglesia después del Vaticano II ha entrado en crisis. Por qué se despertará”, Vallecchi, Firenze, 2011, p. 243).

La crisis que padece se debe a la falta de “vigor doctrinal y moral” que padecen los hijos e hijas de la Iglesia en el mundo actual. En realidad, esta crisis es consecuencia de la ilusión propia de quienes piensan que “abriéndose al mundo” éste “se convertirá” e ignoran que están “asumiendo los tic intelectuales más grotescos” de este mundo al que pensaban convertir, es decir, están siendo convertidos por el mundo.

Simplificando un poco el diagnóstico –pero no tanto- para estos autores la culpa del Concilio es haber invertido la relación Iglesia-mundo de manera irreparable. Esto es algo que se puede apreciar, por ejemplo, en la importancia concedida a teologías como la de Karl Rahner.

En el otro lado nos encontramos con el diagnóstico de quienes lamentan que la causa de la gran mayoría de los males contemporáneos que aquejan a la Iglesia radica, precisamente, en el debilitamiento de la “nueva conciencia” traída por el Concilio: “sometimiento a la autoridad; pérdida del consenso; dificultad para afrontar los auténticos problemas que generan las relaciones entre el laicado, el clero, los obispos; derrumbe de la calidad en la formación; desaparición de la investigación teológica y también de la pastoral”.

Este listado y diagnóstico se puede leer en el libro de F. Mastrofini, “Las dos Iglesias” (La meridiana, Molfetta [BA], 2011, p. 146).

En la misma longitud de onda –y con un discurso más articulado- está la aportación de H. Küng en “Salvemos la Iglesia” (Rizzoli, Milano 2011, p. 288) cuando habla de “crisis de liderazgo”, de crisis “sistémica” provocada principalmente por “el sistema de gobierno romano que se ha instaurado a lo largo del segundo milenio”. Es un gobierno que fija su atención en los siguientes puntos emblemáticos: “el monopolio del poder y de la verdad, el juridicismo y el clericalismo, la sexofobia y la misoginia y un uso de la fuerza religiosa e, incluso, profana” (p. 10).

Segundo perfil analítico: el actual pontificado y la curia vaticana.

Existen, además, otros diagnósticos que responsabilizan de la crisis al actual pontificado y, más concretamente,  a las decisiones que se adoptan en la curia romana, a los nombramientos episcopales, a los posicionamientos públicos y oficiales sobre temas particularmente sensibles en nuestros días y a las deficientes estrategias comunicativas empleadas.

Ésta es la tesis no sólo del ya citado H. Küng (realizando en su volumen una digresión histórica más general sobre el papado), sino también de M. Politi en su libro titulado “Joseph Ratzinger. Crisis de un papado” (Laterza. Roma – Bari 2011, p. 327).

Es una publicación argumentada que ha sido refutada por L. Accatoli el 9 de noviembre de 2011 en el “Liberal”. Hay un punto de la crítica de Accatoli que merece ser traído a colación: aquel en el que afirma que las posiciones sobre el divorcio, el aborto, la homosexualidad o el sacerdocio de las mujeres no son más “típicas” del Papa Ratzinger que de Pablo VI, Juan Pablo II y, muy probablemente también, “del próximo Papa”.

Pero también en este perfil analítico se puede encontrar el correspondiente diagnóstico contrario en volúmenes que se han ido publicando el año pasado. Tal es el caso de los libros de A. Tornielli y P. Rodari (“Ataque a Ratzinger”, Piemme) y de A. M. Valli (“La verdad del Papa”, Lindau) recensionados por G. Mocellin en Regno-att 16 (2010) 553

Tercer perfil analítico: el escándalo de la pedofilia.

Hay, finalmente, un tercer grupo de analistas que imputan la crisis de la Iglesia al malestar provocado por el escándalo de la pedofilia entre los miembros del clero y a la gestión de la misma, frecuentemente nefasta, por parte de la autoridad eclesiástica.

Naturalmente, no todos los libros que asumen este perfil analítico argumentan de la misma manera ni documentan sus diagnósticos del mismo modo. Sin embargo, hay un volumen que merece ser traído a colación: es el del decano de la información religiosa, Gianfranco Svidercoschi, vicedirector del “Osservatore Romano”.

Según confiesa, el escándalo de la pedofilia le ha sumido en un “malestar interior” y le ha provocado “un montón de sensaciones juntas -incredulidad, desconcierto, desprecio, pena e, incluso, rabia (…) al ver lo que desde hace tiempo está sucediendo en la Iglesia Católica”.

En el apesadumbrado libro que ha escrito -“Mal de la Iglesia. Dudas y esperanzas de un cristiano en crisis” (Cooper, Roma 2011 p, 167)- asume como referencia analítica la crisis de la pedofilia. Ello le permite dar un repaso a los límites e insuficiencias del actual gobierno de la Iglesia, de los que frecuentemente también son responsables sus “colegas”. No se trata de un análisis detallado de las causas, sino algo así como una declaración pública de disgusto personal por la crisis general de la Iglesia y -también y sobre todo- por la crisis del pueblo de Dios.

Vale la pena leer, igualmente, el “post scriptum” narrando las dificultades que ha tenido para publicarlo y las más de diez negativas por parte de otras tantas editoriales.

Según esta perspectiva analítica, el problema de la pedofilia “mina la credibilidad de la Iglesia y su misión moral y educativa”, ya sea “porque se ha prolongado excesivamente en el tiempo”, ya sea por “la complicidad de una cierta clase episcopal. Es como decir que una parte de la Iglesia, de su jerarquía ha dejado hacer o, por lo menos, no se ha implicado a fondo para extirpar el mal” (p. 11).

Por tanto, el núcleo de la crisis radicaría en la existencia de un incuestionable contra-testimonio del Evangelio que, además, de “ser” un mal “hace” mal.

Los curas y obispos “incómodos”

Obviamente, tampoco faltan numerosas publicaciones que ofrecen el testimonio de sacerdotes, y también obispos, ejemplares por su radical compromiso en algunos sectores sociales. Son sacerdotes calificados hasta no hace mucho como “curas incómodos” o a “contracorriente” (en todo o en parte) a las posiciones oficiales, pero creíbles por el valor de su testimonio.

Entran en esta categoría  el libro entrevista de G. Galeazzi a Mons. Domenico Mogavero, obispo de Mazara del Vallo y subsecretario de la Conferencia Episcopal Italiana (“La Iglesia que no calla”, Rizzoli, Milano 2011). En este libro se recoge el testimonio de un obispo comprometido con la inmigración magrebí en su propia diócesis y se narra el “cambio” que ha experimentado su vida ministerial.

También merece ser reseñado el libro del sacerdote Pierluigi di Piazza “Fuera del templo. La Iglesia al servicio de la humanidad; Laterza, Roma – Bari 2011). O el del genovés don A. Gallo, (“Si no es hora, ahora”, Chiarelettere, Milano, 2011).

Otro filón importante es el de sacerdotes comprometidos contra la mafia. Además del conocido “Quien ha conocido el infierno, el purgatorio y el paraíso. La historia del sacerdote que ha desafiado a la ‘ndrangheta” de don Giacomo Panizza (Feltrinelli, Milano 2011), merece ser leído el volumen recién aparecido de don Luigi Ciotti, “La esperanza no está en venta” (Giunti, Firenze 2011).

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