domingo, 14 de agosto de 2011


LA PASCUA DE NUESTRA SEÑORA
 (Lc 1, 39-56)

Con la Virgen María tenemos la tentación de aplicarle la imagen de nuestro actual ideal cultural sobre la mujer. Pero una cosa es cierta, y es que Dios siempre se sirve de las personas humildes, de los medios que el mundo des­precia. Va completamente al revés de nuestro método: para alcanzar efectos grandiosos utiliza medios inadecuados.

Siguiendo este criterio que es constante en la Biblia, tenemos el dere­cho a suponer que María era una mujer poco importante en la escala social. De aquellas que la gente dice: ¿qué puede hacer esta muchacha?

El canto de María en este Evangelio es muy sugestivo; es uno de los textos bíblicos que sirven a la teología de la liberación. María anuncia la esperanza que el Mesías que nacerá de ella "destronará" a los poderosos y enaltecerá a los humildes. Colmará de bienes a los hambrientos y enviará a los ricos con las manos vacías". (Puebla 297). Nuestra esperanza como militantes cristianos tiene como único fundamento esta fe... En el origen de todo compromiso cristiano hay un acto de fe: la certeza de que el mundo se puede transformar —que el hombre tiene el poder de crear de nuevo™ y -que nosotros somos personalmente responsables de este cambio. El cántico de María está en esta línea: Jesús viene para poner en el mundo un movimiento hacia la justicia, hacia la búsqueda de una autén­tica fraternidad.

La devoción a María en América Latina es muy fuerte. Algunos an­tropólogos han querido ver en su origen el hecho que nuestra cultura tiene especial necesidad de la madre. No se puede reducir la revelación a la cultura; por otra parte están mutuamente influidas. Sea como sea, debemos recuperar en esta devoción válida y providencial, a la Virgen del Evangelio. (Puebla 282).

En el Evangelio María aparece comprometida en el trabajo del reino. (Puebla 302). María como colaboradora de Jesús, como los apóstoles y mucho más cercana que ellos, tiene ciertamente una función importantí­sima y un poder muy grande. Las relaciones del hombre con Dios y de Dios con el hombre, la relación de amor, y aún la relación de colaboración, no se rompe, no pasa con la muerte: ese es el mensaje de la Asunción. En esta continuidad de nuestra misión aquí y después de la muerte, María ocupa un lugar como nadie, en su trabajo por el reino, por construir la jus­ticia y la fraternidad. (Puebla 289-291).

María es nuestra compañera de lucha y de trabajo, la que nos impulsa a comprometernos por el reino, por cambiar este mundo. María es siempre nuestra Madre, pero no una madre a la cual nos aferramos desesperados cuando no encontramos refugio en nadie más. Es la madre que da con­fianza, esperanza, fuerza para luchar. (Puebla 287, 288). María nos enseña la importancia de la mujer en la salvación y en la construcción del reino. Es un aspecto del cristianismo que no debemos ol­vidar. Dios mismo nos llama la atención, en la fiesta de hoy, sobre este punto: que el mundo no se salva sin la mujer. (Puebla 299).

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