lunes, 15 de agosto de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 21 DEL T. O.



LA IGLESIA ES SERVICIO Y COMUNIÓN
                                                (Mt 16, 13-20)


Este Evangelio sirve habitualmente para confirmar que el Papa es el jefe de la Iglesia. Es bastante claro que Jesús quiso una Iglesia fraterna, pero no anárquica. Una Iglesia donde se preside y se dirige con el amor y con el servicio, pero no una Iglesia sin jefe.


Por otra parte la Iglesia vive en un tiempo y en una cultura, y la mane­ra de comprender la autoridad necesariamente toma formas y modelos de la época en que se vive. Hoy podemos decir que no obstante las confusio­nes aparentes, la rebelión de los jóvenes, nos estamos acercando más al concepto de autoridad que aparece en el Evangelio. Una autoridad sencilla, fraterna, donde la autoridad se distingue más por la responsabilidad y el compromiso de servir, que por signos externos. (Puebla 260). Nosotros los creyentes sabemos que a la Iglesia la guía el Espíritu Santo, y que no obs­tante los errores que unos y otros cometemos, el Espíritu se las arregla para que las cosas vayan como El quiere.

El Papa y los obispos tienen particularmente ese Espíritu Santo -lo dice el Evangelio de hoy-, pero también lo tienen los demás cristianos, las comunidades: el mismo Espíritu distribuye a cada uno diversas responsabi­lidades y diversas funciones en la Iglesia. Por eso nuestras Comunidades de base,.pequeñas, donde se quiere vivir la fraternidad y trabajar para que el mundo sea fraternidad, están habitadas por el Espíritu de Jesús, son Igle­sia, en cuanto que están unidas al obispo, y a través de él al Papa. Sin esta comunión serían un grupo cualquiera, pero no Iglesia. (Puebla 257-261).

¿Y las tensiones entre las Comunidades y la autoridad, que se ven en algunas diócesis? Si el Espíritu está de forma diversa en ambos, estas ten­siones no deberían ser habituales. Si la autoridad respeta el derecho de los cristianos a buscar y a militar, y ellos ven en el obispo a un padre y un jefe, no debería haber esos problemas. A veces los cristianos no están de acuerdo del todo con las decisiones concretas que toma el obispo, pero no por eso se deberían separar de la comunión y del amor que se tiene aun padre, o hacer cosas contrarias a su enseñanza.

En la Iglesia, la relación entre la autoridad y las Comunidades de base nunca debería quedar dañada, ni romper el respeto, el amor, la creatividad y la autonomía. La conciliación de estos elementos será siempre difícil. Y habría que agregar que lo que es imposible para el hombre es posible para el Espíritu Santo. Pues esta parece ser principalmente la acción del Espíri­tu en la Iglesia.


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