lunes, 29 de agosto de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 23 DEL T. O.




JESÚS VIVE EN LA COMUNIDAD

 (Mt 18,15-20)

Los discursos de Jesús no son habitualmente casuísticos. En el Evangelio de hoy, sinembargo, se detiene a dar a los discípulos algunas reglas de acción. Ello se debe a que el tema que El estaba tratando era el de la cariddad fraterna, que es el centro de su moral. Quiere ayudarnos a realizar lo mejor posible el mandamiento del amor, de la fraternidad.

Primeramente Jesús nos orienta sobre cómo debe ser la corrección, o las aclaraciones con el hermano. Porque la forma de hacer esto tiene mu­cho que ver con la candad. Si podemos corregir y ayudar al hermano a solas, no debemos publicitario, o recurrir a otros o a la autoridad en la Iglesia. Sólo si la corrección fraterna fracasa y el asunto es de trascendencia para la comunidad,, debemos plantear la cuestión a la autoridad, pero tra­tando antes de resolverlo en nuestra propia comunidad de base, en reunión fraterna. Una vez hechos estos esfuerzos con el hermano que peca, si nada dio resultado, es que él mismo se ha marginado.

Luego Jesús subraya los dos aspectos de la comunidad cristiana: la importancia de una autoridad que actúa en Su nombre, para ayudar a los cristianos en sus conflictos, en sus casos de conciencia y en sus pecados; y la importancia de la oración común, y del solo hecho de reunirse en su nombre para trabajar por el Reino de Dios. (Puebla 933,934).

Estos dos aspectos de la fraternidad cristiana: una autoridad que sirve a nombre de Jesús, y una comunión que es en sí misma un sacramento del Señor, tienen la misma raíz: ahí donde hay amor, servicio, fraternidad; ahí donde los hombres se reúnen para buscar a Dios, ahí está siempre presente el Señor.

Todas estas indicaciones de Jesús sobre la vida fraternal son muy coherentes. Si El es exigente en cuanto al estilo evangélico de nuestras relaciones, aún de la corrección fraterna, es porque en el fondo los pecados contra la convivencia fraterna vienen a ser ofensas a El mismo, que de una manera misteriosa pero real, ha querido identificarse con todo encuentro fraterno de cristianos que buscan compartir la misma fe y el mismo com­promiso. (Puebla 196).

Si Jesús vive en la comunidad, ya no necesitamos ir siempre al templo, o a lugares especiales para encontrarlo. Lo encontramos en la oración co­mún, en las revisiones de vida, en los grupos de cristianos que en comunión con sus jefes buscan formar fraternidad entre sí y luchar para que ésta irra­die en la sociedad.

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