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Amigos: me ha agradado y sorprendido, a la vez, vuestra invitación a cerrar esta memorable jornada. Me ha agradado, porque desde hace muchos años os quiero y admiro. Me ha sorprendido, porque estoy convencido de que hay muchas personas que podrían transmitiros un mensaje más rico que el mío en esta fecha única. Dudo, incluso, que mis palabras puedan llamarse mensaje. Son más bien un reconocimiento caluroso de vuestra existencia y un deseo de que crezcáis en extensión y calidad. Sois un órgano del organismo complejo de esta comunidad diocesana de Vizcaya. Merecéis una consideración bien explícita. La diócesis de Bizkaia os necesita para responder mejor a su entera misión.
El Papa Francisco evoca, delicada y sobriamente, un pasado bastante remoto en el que, al no ser comprendidos por la Iglesia, sufristeis una crisis y una merma relevante de militantes. Muchos sufrimos con vosotros y en aquellos años de tensión y de rupturas. Pero hay algo que siempre admiré en vuestros antecesores que resistieron la prueba sin desprenderse ni de su fe ni de su compromiso con el mundo obrero. Las circunstancias eran más que propicias para desengancharse de la eclesialidad y de la misma fe. Pero veníais de buena cepa. Guillermo Rovirosa os había enseñado con su palabra y su ejemplo que la adhesión a Jesús, trabajador de Nazaret, y vuestro compromiso con los desheredados, era inescindible. Esta convicción vital les ayudó a comprender que si la comunidad eclesial necesita de vosotros, también vosotros estabais, a pesar de todo, necesitados de ella.
Muchas cosas me sugieren la carta-prólogo del Papa y las palabras de vuestro obispo. Me reduciré a comentar una de las frases del informe que habéis tenido la delicadeza de remitirme: “cuidar la formación, la espiritualidad y el compromiso”.
1.- La formación
Dos deficiencias suelen ser frecuentes en los diversos y variados movimientos de nuestra Iglesia. Uno de ellos consiste en una especie de “formación crónica” que no se traduce ni en espíritu comunitario auténtico ni en un compromiso vital para mejorar el entorno. La otra deficiencia es propensa a un activismo que minusvalora despectivamente como “teórica” la formación, la reflexión, la interiorización. Refleja, con frecuencia, una huida de problemas interiores que no alcanza a ver o no quiere ver. La primera cultiva el intimismo (que es diferente de la intimidad), indiferencia respecto del entorno y, a la larga, mecanicismo rutinario. La segunda produce vacío interior, voluntarismo obstinado. Acaba con frecuencia “tirando la toalla”. Muchos activistas de ayer han acabado siendo escépticos o han acabado, mayormente, por abandono de la espiritualidad. Felizmente, los planes de formación acuñados por la HOAC son modélicos también para otras asociaciones eclesiales. Una formación así va forjando un modo de ser, de pensar, de sentir y de actuar que combina el espíritu del Evangelio y el realismo.
2.- La espiritualidad
La formación ofrece contenidos, pautas generales y específicas y querencias solidarias. Pero por sí sola no basta para alimentar la espiritualidad. Un viejo y válido principio antropológico sostiene que el comportamiento verdaderamente humano lleva en sí dos componentes: la conducta exterior y visible y la vivencia interior. Sin conducta, no hay más que pasividad estéril. Sin vivencia no hay más que cáscara vacía. La vivencia se vuelve tal cuando se asimila, se interioriza, impregna nuestra sensibilidad y llega al corazón. El déficit de vivencia reseca nuestra actividad, empobrece nuestra humanidad y se convierte en ideología. La vivencia cristiana es de sabor evangélico y está impregnada de adhesión a Jesucristo y de familiaridad con su persona, sus valores y sus actividades. Es espiritualidad.
Entre las diversas espiritualidades cristianas (todas ellas derivadas de un tronco común) la espiritualidad diseñada y practicada por la HOAC lleva el sello del Espíritu Santo. En ella se interpenetran el amor de identificación con el Señor, la pertenencia sentida a la comunidad eclesial, la existencia comprometida con los descartados y la pasión por un mundo más fraterno y solidario.
Esta espiritualidad no es algo inalterable, adquirido para siempre. Es preciso regarla con los sacramentos de la Iglesia, por la oración individual y comunitaria y por una vida práctica no exenta de deslices, pero, básicamente, coherente con el ideal evangélico. Vuestro retiro al inicio de cada curso, vuestros dos encuentros oracionales a lo largo de él y vuestros Ejercicios previos al paso de la formación básica a la formación permanente son sólidos refuerzos para que no vaya desfalleciendo la espiritualidad.
3.- El compromiso.
El compromiso en sus varias formas, adaptadas a las circunstancias sociales es un rasgo que os caracteriza desde el principio. Permitirme que practique una deconstrucción de esta palabra para dejar en evidencia su significado de manera más gráfica. Comprometerse es, en primer lugar, “meterse”. No ver los toros desde el tendido de sol, sino saltar al ruedo en que se juega la suerte de los excluidos y la mejora de los injustamente compensados. Comprometerse, lejos de adoptar un espíritu corporativista de quienes, en tantas áreas de nuestra sociedad, se unen para reclamar lo que creen suyo y solo suyo, consiste en implicarse en pro de los marginados: los trabajadores que carecen de un salario y de unas condiciones de trabajo decente. Comprometerse no es un implicarse en solitario sino unirse con otros para ejercer entre todos una tarea liberadora. Con-pro-meterse.
Me alegra comprobar que, al margen de vuestros compromisos como grupo HOAC, os habéis dotado de una comisión dinamizadora en la que participan con vosotros Cáritas Diocesana, Pastoral Obrera y Pastoral de Migraciones. Esta sinergia es signo de fraternidad y fuente de mayor fecundidad. No son los tiempos muy propicios para grandes realizaciones, pero sí para modestos resultados que sean referencia y estímulo para quienes tienen más efectivos y más surcos abiertos.
Termino: ayer, mientras escribía estas reflexiones no podía evitar que viniese a mi mente el fragmento evangélico correspondiente a la Misa de ayer: “¿con qué podemos comparar el reino de Dios? … Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña; pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echan ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Con toda mi alma deseo y pido que esta planta eclesial de la HOAC pueda echar unas ramas en las que puedan cobijarse muchos pájaros desprotegidos y encuentren en ellas el apoyo, la defensa y la motivación para volar en libertad y en confianza.
Eskerrik asko zuen arreta eroapentsuagaitik.
+ Juan María
Uriarte
Bilbao, 29.01.2022
Parroquia de Ntra.
Sra. del Rosario – Rekalde
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