sábado, 17 de abril de 2021

El poder curativo de la bondad

Fuente:   Diario Vasco

PATXI IZAGIRRE
PSICÓLOGO CLÍNICO

Sábado, 17 abril 2021

 


Hacer el bien y mantener una mirada bondadosa en nuestras relaciones interpersonales, es una medicina de alto valor para la satisfacción vital. Procurar hacer el bien y ayudar cuando lo podamos practicar, es sinónimo de bienestar para quien lo da y para quien lo recibe. Tener en cuenta al otro significa hacer honor a lo que nos caracteriza a los seres humanos, es decir, practicar la compasión como comportamiento virtuoso. Sentirnos en buenas manos fomenta lo mejor de nosotros mismos. Ayudar al otro hace que en nuestro cerebro se activen los mecanismos necesarios para sentirnos mejor, y se produce un efecto balsámico ante nuestras angustias y frustraciones. Las neuronas espejo, la empatía y la compasión forman parte de una red invisible de capacidades cerebrales que hacen posible que la humanidad evolucione solidariamente.

Practicar la bondad con el otro no exime el hacerlo también con uno mismo. La bondad virtuosa incluye el respeto a quienes somos, y el valor de hacernos respetar ante el intento de manipulación del otro. Ser complaciente por miedo al rechazo o el abandono, denota carencias afectivas que derivan en la necesidad neurótica de aprobación. Ponemos la responsabilidad de nuestro bienestar afectivo en manos del otro.

Imaginar la sensación de agradecimiento que nos invade al recibir la ayuda de alguien anónimo en un país desconocido y encontrar el lugar buscado cuando estamos perdidos. Pensar en una situación médica grave en la cual nos tratan con bondad comunicativa poniéndonos en contacto con la persona adecuada o agilizando el resultado de la prueba diagnóstica. Aún no olvido aquella persona que me socorrió cuando tuve un accidente y esperó conmigo hasta que todo estuvo controlado. Me emociono al recordar la presencia de mi buen amigo al salir del tanatorio cuando apenas había salido el sol y me dijo, no te preocupes de trámites, deja todo en mis manos. Estas personas son las que sin decirlo abiertamente están salvando el mundo.

Caminamos hacia una sociedad individualista y parece que la pandemia, en algunos casos, nos da la oportunidad de parar y valorar nuestro sentido vital. La conciencia del otro es una receta concreta para evolucionar desde el egocentrismo, hacia el sentimiento de pertenencia que encontraremos juntos en el nosotros. Ayudar al prójimo nos abre la mente emocional y nos desatasca de las obstrucciones afectivas que nos frustran. Dar es una manera de recibir y quién empieza primero a dar demuestra inteligencia emocional. Quién espera a recibir para luego dar, aplaza o pierde la sensación de bienestar que se experimenta al hacer el bien. Redescubrir la bondad inocente parece que es sinónimo de inmadurez o ingenuidad. Aún pensamos que ser bueno es sinónimo de ser tonto. Todavía parece más inteligente la demostración de poder ante el otro en sus múltiples formas posibles. Parece que para triunfar tenemos que ponernos por encima del otro. Ganar y competir, para triunfar y destacar. Hoy en día nos han inculcado que el tener éxito en la vida es sinónimo de ser el mejor en algo. Nos cuesta enseñar la importancia de compartir el éxito con el otro. Alegrarnos por los éxitos de nuestros amigos, puede ser un buen antídoto. Aprovecharte del otro parece menos pecaminoso que se aprovechen de ti. Queremos destacar de la mediocridad que sentimos en una generación vaciada de sentido. La vacuidad del ser denota la crisis de ideologías y la desafección de la creencia en la personas. El testimonio del comportamiento bondadoso entre personas, nos puede ayudar a confiar en el otro. No son solo las palabras, los hechos nos llegan al corazón.

No es tarea fácil el actuar con bondad en unos tiempos en los que desconfiamos del otro. Pienso que el intento de cambiar la mirada nos abrirá un horizonte de salud perenne. Hacer el bien es contagioso, nos acerca al otro, nos enseña a sentirnos mejor y no es un error. No es una cuestión única de la infancia y a plantear como educación en valores educativos. Practicar la bondad es terapéutico y a la vez preventivo, pero sobre todo, es del todo saludable.

Basta ya de tanta demostración de poder que nos separa del otro. Sufrimos la despersonalización en la relaciones sociales y nos estamos deshumanizando. Necesitamos ser vistos como personas en el comercio, en el banco, en el hospital, en la administración, en la universidad, en cualquier gestión en la que estemos involucradas las personas. Sentir que nos tienen en cuenta y ser escuchados con respeto para ayudarnos en lo que puedan hacer por nosotros. Propongo un sencillo ejercicio de salud mental que podríamos practicar desde hoy mismo y nos llevará un minuto cada día. Sé que la meditación compasiva y la oración, son dos maneras ancestrales de trabajar la bondad. Pues bien, sugiero pensar cada día y en un minuto, sobre una persona a la que hayas ayudado en algo a lo largo de ese día. Quizás entrenamos la consciencia y la actitud de ayudar al prójimo como a ti mismo.

 

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