domingo, 9 de diciembre de 2012

¡Escucha... Iglesia!

  
+ Luis Infanti De la Mora, osm
Obispo Vicario Apostólico de Aysén
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El Papa Juan XXIII llamaba a toda la Iglesia a escuchar a los pobres, para ser la Iglesia pobre, de los pobres. Los trabajos conciliares y los...(Mons. Luis Infanti, osm).
“Escucha, Israel…” es la célebre profesión de fe del Antiguo Testamento, como llamado de Dios a su pueblo. La prosperidad, la paz, la felicidad del pueblo depende de la fiel escuela de la Palabra de Dios.
Y Dios mismo es un Dios que escucha. Escucha el clamor de su pueblo oprimido por la esclavitud, escucha el grito de conversión de los profetas sensibles a los pecados del pueblo, escucha las súplicas de los humildes, de los enfermos y de los pobres.
Dios escucha y responde liberando y sanando.
En estos tiempos de abundancia comunicacional, de bombardeos noticiosos permanentes, se nos hace difícil escuchar en profundidad. A los obispos del Concilio Vaticano II les urgía la necesidad de escuchar a la humanidad de nuestros tiempos, de leer e interpretar los signos de los tiempos. El Papa Juan XXIII llamaba a toda la iglesia a escuchar a los pobres, para ser la iglesia pobre, de los pobres. Los trabajos conciliares y los documentos correspondientes tomaron otros rumbos, pero la iglesia latinoamericana, ya en 1968 en Medellín (Colombia) y luego en Puebla (México) ha retomado la intuición profética del “papa bueno” (Juan XXIII). En un continente traspasado por la pobreza, por la injusticia, por la violencia, la iglesia ha hecho una opción por los pobres y su liberación.
Han pasado más de 40 años y esta opción se ha debilitado, ha reducido su intensidad y su visibilidad, aunque la pobreza, la injusticia y la violencia no han disminuido. Más bien hoy tienen nuevos rostros, nuevas expresiones, nuevas manifestaciones.
Hoy la iglesia latinoamericana debe escuchar nuevas voces, sea en su interior, sea de la sociedad: una liturgia más en sintonía con las riquísimas culturas locales; un mayor protagonismo y participación de los laicos y de las mujeres en la vida y en las decisiones eclesiales; un repensamiento del ejercicio de la autoridad del magisterio; una revisión de muchas definiciones morales (con respecto a la familia, a las orientaciones sexuales, a los divorciados,…); el papel y la eclesialidad de ciertos movimientos religiosos; la relación de la iglesia con los pobres y también con las estructuras del poder político y económico; la búsqueda de mayor comunión ecuménica y con otras religiones; la presencia profética de la iglesia frente a los múltiples problemas sociales, ambientales, estructurales;  el diálogo con las culturas; el papel de la teología en la iglesia y en la sociedad; los ministerios en el servicio al Pueblo de Dios; las prioridades centrales de la fe (Palabra de Dios, eucaristía, sacramentos,…) en relación a las leyes eclesiásticas;  la relación de la fe con la ciencia y la tecnología; la incisividad de la evangelización; el fenómeno del ateísmo.
Son solo algunas y complejas realidades que la iglesia debe escuchar. La escucha obliga a un discernimiento y a respuestas ágiles, misericordiosas, pastorales y bien fundamentadas bíblica y teológicamente. Siento que las actuales estructuras de decisión, en la iglesia, faltan de agilidad y serio discernimiento.
Considerando que cada iglesia local (diócesis) tiene todos los elementos para ser una iglesia en su plenitud (Palabra de Dios, comunidades cristianas, sacramentos, eucaristía, magisterio, ministerios, organización y estructuras pastorales,…) en plena comunión de fe con la iglesia universal, me pregunto; ¿será posible que una iglesia local dé pasos y asuma decisiones pastorales propias, según su realidad, en relación a los temas antes planteados?
¿Cuál es el rol del magisterio local (obispo, consejos de gobierno, pastoral, económico,…) y del magisterio universal (papa, conferencias episcopales, dicasteríos vaticanos,…)?
¿Será necesario un nuevo Concilio para un nuevo Pentecostés en la iglesia, en que los varios miembros del Pueblo de Dios (bautizados: laicos, religiosos, diáconos, sacerdotes, obispos, papa) participen del discernimiento y de las decisiones eclesiales?
Tal vez, el saber escuchar al mundo y a las culturas actuales, en que ciertamente hay semillas del mal y del pecado, pero en que hay también muchas “semillas del Verbo”, debería abrirnos a estructuras, estilos, dinamismos y decisiones más participativas y de comunión en la diversidad , superando algunas estructuras y estilos de otros tiempos y de otras culturas que pesan (tal vez demasiado) aún hoy en nuestra amada iglesia para hacerla cada vez más misionera y profética, como Jesucristo mismo la soñó, la vivió y la orientó para hacer presente el Reino de Dios.
+ Luis Infanti De la Mora, osm
Obispo Vicario Apostólico de Aysén
(Publicado en “Missione Oggi”, diciembre 2012)

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