viernes, 30 de noviembre de 2012

La incineración, un rito a humanizar


Greiner Dominique: “La crémation, un rite à humaniser”
Recensión: Jesús Martínez

            Las incineraciones suponen ya en Francia el 30 %, frente a un 0,5 % en 1980. Este recurso, cada vez más frecuente, revela una nueva relación con la muerte y está originando una ritualidad hasta ahora desconocida. ¿Qué pensar de esta tendencia cultural? ¿Cómo interpretarla?

Se acaban de publicar tres obras complementarias sobre esta evolución cultural (tan rápida como sorprendente) con objeto de facilitar una pausada reflexión sobre la misma.

  • El cristianismo y la incineración” de Piotr Kuberski, prefacio de François Boespflug, Cerf, 512 pp., 39  €
  • La muerte en cenizas. La incineración hoy ¿qué se puede pensar de ellas? de Damien Le Guay, Cerf, coll. “ L'histoire a vif “, 202 pp., 17  €
  • Una revolución ritual. Acompañar la incineración”, de François Michaud Nérard, L’Atelier, 200 pp., 20  €

Adoptando una perspectiva histórica, Piotr Kuberski se pregunta sobre la relación del cristianismo con la incineración. Y lo hace partiendo de una idea muy extendida en nuestros días: que la iglesia se habría mostrado hostil a la misma. Esta tesis estaría supuestamente fundamentada en que la incineración desapareció cuando el cristianismo se propagó por Europa, a pesar de que en el mundo romano los muertos podían ser tanto incinerados como enterrados.

Sin embargo, analizando las fuentes, tanto escritas como arqueológicas, el historiador muestra que no hay nada de eso. Las transformaciones de los rituales funerarios tienen poco que ver con motivos religiosos y sí mucho con factores simbólicos, sociales y políticos. La incineración sólo fue condenada por la iglesia católica tardíamente (en 1886) y en un contexto histórico muy particular: cuando los partidarios de la misma eran furibundos anticlericales. Esta prohibición fue levantada en 1963.

Pero, se pregunta el historiador en la conclusión del libro, ¿por qué tiene tanto éxito la incineración de los cuerpos en la actualidad, habida cuenta de que en Occidente no tiene un valor simbólico particular? Y da una posible una respuesta: porque la cremación parece “más cómoda, más científica y más estética”. Algo así como si se buscara escapar a la idea de una descomposición lenta, sucia y hedionda del cuerpo inhumado; como si se pretendiera no dejar rastro y ser una carga lo menos pesada posible para los vivientes.

Damien Le Guay, filósofo y vicepresidente del Comité Nacional de Ética de los Funerales, prolonga la reflexión y ve en la voluntad de acabar reducido a cenizas el síntoma de una humanidad cansada, que no cree en su futuro y que quiere acabar lo más de prisa posible. Sin embargo, pretender desaparecer discretamente renunciando a las “pompas fúnebres” es algo imposible. Las cenizas son cada día más embarazosas y problemáticas de lo que parecen para los vivos: ¿qué se puede hacer con ellas, habida cuenta de que no pueden ser tratadas de cualquier manera?

Este deseo de partir sin molestar a los que todavía perviven también preside la ritualidad que está surgiendo, señala François Michaud Nérard, director general de los Servicios Funerarios de la Ciudad de París. La suya es una reflexión fundada en su experiencia de acompañamiento a familias en duelo. Los que se quedan necesitan ritos y espiritualidad. Ahora bien, ante esta exigencia, constata el autor, los profesionales se encuentran muy solos para “cocinar” y proponer una ritualidad en el crematorio. Si es cierto que la demanda social es incuestionable, también lo es la limitada capacidad de los responsables para responder adecuadamente.

En nuestros días, la incineración necesita ser humanizada. Esta humanización es algo que ya ha empezado al reconocerse un estatuto jurídico a las cenizas, subraya Damien Le Guay, pero tiene que continuar elaborándose una verdadera ritualidad en torno a la misma. Es una tarea en la que las comunidades cristianas tendrían que participar, pero, para que ello sea posible, observa Piotr Kuberski, la cremación ha de “encontrar su sitio dentro de las Iglesias” y tiene que ser reconocida como una manera específica de vivir el paso de la muerte.


1 comentario:

  1. Me parece interesante por actual.

    Falta el factor económico. En nuestra parroquia una funeraria ha puesto un crematorio, y no sabes como ha subido el número de cremaciones, me lo comentaba el enterrador del cementerio del pueblo...

    Económico también que los ayuntamientos no quieren liberar suelo urbano o rural para cementerios, menos con lo del boom inmobiliario que hemos tenido has antes de ayer.

    Económico, la familia que tiene ya sitio en el cementerio, panteón o similar, no tiene ningún problema en enterrar. Pero el que no lo tiene, con la crisis que tenemos...

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Eskerrik asko.