martes, 7 de febrero de 2012

Para un obispo...

Para un obispo es fácil, muy fácil, desmantelar las instituciones de su diócesis: Consejo, Curia, otros organismos centrales. Las actuales leyes eclesiásticas le otorgan tanto poder, y tan escasamente controlado, que él solo puede, por acción o por omisión, impedir la vitalidad y la fecundidad de tan importantes realidades eclesiales. Y esto es, exactamente, lo que está ocurriendo en la diócesis de Bilbao.

Juan Bilbao







Sólo al que es ciego porque no quiere ver se le oculta que el nombramiento de Iceta como obispo de Bilbao vino motivado por el deseo de corregir la trayectoria de una diócesis que ha sido referencia por su renovación, creatividad y recepción del espíritu conciliar. No era un encargo fácil. Contaba con algunas “ventajas”: su formación teológica y espiritual, tan distinta y distante, su temperamento abierto y popular, su capacidad ejecutiva…

Su primer paso fue absorber el equipo de formadores del seminario. Un equipo muy limitado en sus capacidades y que, cada día más, aparece ante la diócesis como sumisos peones de brega del auténtico rector: él mismo. El desprestigio del seminario es ya total.

El segundo movimiento fue someter el colectivo de sacerdotes jóvenes y la comisión del diaconado. Cuenta, ciertamente, con la complicidad de dos circunstancias comunes a ambos colectivos: su conocida propensión hacia las posiciones más conservadoras, y la colaboración utilísima de Gonzalo Eguía, verdadero factótum común a los dos grupos.

Toca ahora, en tercer movimiento, intervenir otras entidades diocesanas. El Instituto Teológico ya ha recibido dos serios avisos. Primero con su manifiesta desconfianza en el actual director, aunque haya tenido que confirmarle; segundo con su prohibición de una conferencia de Torres Queiruga, aunque luego tuvo que dar marcha atrás. Dos advertencias que toda la diócesis ha captado claramente.

La Curia se encuentra pendiente de una “remodelación” que despierta más temores, fundados, que esperanzas. Muchos de sus responsables comentan con preocupación la posibilidad de quedar reducidos a simples “recadistas” de las decisiones y ocurrencias del obispo, sin auténtica corresponsabilidad o delegación.

Por último, hasta nuevos pasos, se confirma que los Consejos diocesanos, Episcopal, Presbiteral y Pastoral, se sienten mayoritariamente descolocados con un obispo verbalmente incontinente y poco dado a la reflexión reposada y los consensos bien trabajados.

Es momento de preguntar a los responsables de estas instituciones qué piensan decir y hacer ante el vaciamiento de su vocación eclesial. ¿Seguiréis en silencio? ¿Defenderéis la trayectoria diocesana de la que sois deudores? ¿Engrosareis la lista de los mudos útiles que ayudaron a reconvertir la diócesis de Bilbao?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.