viernes, 17 de febrero de 2012

La cárcel de curas de Zamora: Martin Orbe


He leído el libro de D.  José Maria Cirarda y me ha hecho revivir acontecimientos en los que me tocó ser protagonista directo. Por supuesto que no los tenía olvidados, pero el paso del tiempo los había ido relegando a un lugar no primordial entre mis vivencias y recuerdos. Sin embargo, al comprobar el tratamiento que D.  José Maria Cirarda  da a los mismos, me he sentido muy dolido  y, una vez más, decepcionado. En esta situación, quiero exponer mi experiencia directa de ellos, con toda honradez.

Martin Orbe
 
A PROPÓSITO DEL LIBRO RECUERDOS Y MEMORIAS (DE MI AYER A NUESTRO HOY) JOSE MARIA CIRARDA

He leído el libro de D.  José Maria Cirarda y me ha hecho revivir acontecimientos en los que me tocó ser protagonista directo. Por supuesto que no los tenía olvidados, pero el paso del tiempo los había ido relegando a un lugar no primordial entre mis vivencias y recuerdos. Sin embargo, al comprobar el tratamiento que D.  José Maria Cirarda  da a los mismos, me he sentido muy dolido  y, una vez más, decepcionado. En esta situación, quiero exponer mi experiencia directa de ellos, con toda honradez.

Dice Mons. Cirarda: “Lo hago punto menos que presionado por obispos a los que estimo y quiero, y por sacerdotes amigos, algunos de ellos historiadores y otros periodistas de pluma fácil. ...  Dios quiso que estuviera Vd. en el vértice de no pocos acontecimientos eclesiales de las últimas décadas y aun de algunos sociopolíticos con repercusión eclesial. Si Vd. no nos cuenta su visión de los mismos, otros lo harán desde otra perspectiva. Faltará su testimonio sobre los mismos. Tiene Vd. obligación moral de contar cómo los vivió” (pag. 5).
Y tambien:  “Todo lo que escribo es verdad. Lo cuento como lo viví y como lo recuerdo. Otros, ello no obstante, pueden tener una visión diversa de los mismos hechos por haberlos contemplado desde una perspectiva distinta a la mía” (pag. 6).

En mi caso, me limitaré principalmente a aclarar la visión que en el libro se da sobre todo lo relacionado con la cárcel de sacerdotes de Zamora. Soy, efectivamente, de los que pueden tener una visión diversa de los mismos hechos, - insisto, en los que se refieren a dicha cárcel-  pero no por haberlos contemplado desde una perspectiva distinta sino por haberlos vivido y sufrido en mi propia carne.
Tanto el Boletin Oficial del Obispado de Bilbao (num. 624. maiatza . 2011 . mayo) como el  boletin Presbiterium (2011 . 23) se hicieron eco, en su día, de la presentación del libro. Ambos lo hacen en un tono complaciente tanto para la labor pastoral de Mons. Cirarda como para el reflejo de la misma expuesta en el libro. Este hecho me ha supuesto un motivo sobreañadido para poner en su justo medio todo lo relacionado con la cárcel deZamora.

Confieso que siendo ya difunto D. José María Cirarda, me siento incómodo a la hora de tener que rebatir valoraciones y datos expuestos en el libro. A pesar de todo, me he decidido a hacerlo porque en vida tampoco rehuí la confrontación sobre temas muy relacionados con la estancia en la cárcel. Efectivamente, en unas jornadas organizadas en la diócesis de Bilbao  - desgraciadamente no recuerdo las fechas exactas-  sobre la actuación de la Iglesia de Bizkaia en los últimos años del franquismo fuí invitado a participar, junto a D. José Maria Cirarda y otras personas referenciales de aquellos años, en una mesa redonda que se celebró en el Colegio de los Escolapios de Bilbao. Antes del citado acto, y a petición de los organizadores, tuve una entrevista con Mons. Cirarda ya jubilado. Él mismo abordó en aquella entrevista problemas como el de la tortura. Yo, por mi parte, le dije que no tenía ningún interés en personalizar el problema, pero le aporté datos que conocía de primera mano sobre la persistencia de la tortura,  y le expuse la actitud poco comprometida de la Iglesia sobre este problema y sobre la represión y opresión de Euskal Herria en general. A su vez, en el desarrollo de la mesa redonda, salió el tema de la cárcel y tambien la convicción que  D. José María Cirarda tenía de que sacerdotes e iniciativas promovidas por personas de un determinado ámbito se hallaban en cuanto a su ortodoxia “como en el filo de la navaja”. Naturalmente, debatimos sobre esos temas; con mutuo respeto, pero debatimos.

Reitero, pues, que habiendo fallecido ya D. José María Cirarda, sería deshonesto por mi parte el hacer juicios de valor de su actuación pastoral y de la visión de la misma que ofrece en el libro. Me limitaré, fundamentalmente, a  hacer una relectura de lo escrito sobre la cárcel de Zamora, bien comparando diversos párrafos de los textos del libro o bien aportando hechos e informaciones que se omiten en el mismo. 

Nota: Al ser un testimonio extenso lo iremos publicando por capítulos los lunes, miércoles y viernes.

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