martes, 2 de mayo de 2023

Sesenta años siendo curas...

Jose Luis Ormijana

Valentin Arrillaga

Carlos Ostolaza

Felix Garitano

Jenaro Lekuona

Curas guipuzcoanos ordenados en el año 1963

 

Fuente:   Diario Vasco

02/05/2023


Fototia

Hace unos días nuestro obispo diocesano Fernando Prado y compañeros curas y laicos/as que han estado durante tanto tiempo cerca de nuestras vidas y de nuestros trabajos, nos hicieron un sencillo homenaje a quienes hemos trabajado en el servicio presbiteral, durante cincuenta y sesenta años. Algunos de los que estábamos siendo homenajeados iniciamos nuestro servicio en 1963. Mantenerte durante sesenta años, sea en un proyecto profesional, en un proyecto de pareja, en una amistad o en un servicio pastoral o social, y mantenerte en ello con ilusión viva, no es una tarea nada fácil; hoy, cuando miramos hacia atrás, lo hacemos con un cierto sentimiento de gozo, de paz y también de agradecimiento.

Naturalmente en una vida larga suceden una gran cantidad de cosas. El proyecto inicial rara vez se mantiene rectilíneo, uniforme después de 25 o 50 años de trabajo en el mismo. Según va pasando el tiempo, uno se ve obligado a revisar sus postulados iniciales, a buscar caminos y experiencias nuevas debido a los cambios, tanto de la sociedad como de la propia institución a la que perteneces. Cuando nosotros iniciamos este camino, que pretende ser un servicio de una Iglesia en el mundo, éramos herederos de una pastoral de cristiandad donde el cura, además de servidor era considerado como una 'autoridad', tanto dentro de su comunidad como en el entorno del pueblo.

Dos años más tarde terminaba el Concilio Vaticano II, un concilio del que no imaginábamos que iba a ser un acontecimiento que iba a suponer tanto en nuestras vidas. Los diferentes entornos en que uno trata de desarrollar su misión, sobre todo cuando estos pertenecen a una cultura y pastoral tan distinta como nos sucedió en los inicios a muchos de nosotros (Alemania, Francia, territorios de misión en África y Suramérica) comenzaron a moldear ya nuestro modelo pastoral inicial. Y no digamos nada si miramos a los acontecimientos sociales y políticos que nos han rodeado en estos años como la lucha política sangrienta de nuestro pueblo durante cuarenta años, el surgimiento de los movimientos sociales como Mayo del 68, la influencia del marxismo, la entrada en nuestro país de una sociedad moderna europea a partir de la década de los setenta...

Fruto de todos estos acontecimientos y de una Iglesia que potenciaba mucha religiosidad pero acaso no tanto cristianos adultos con una fe seriamente arraigada, la secularización que sacudía a la vieja Europa en los últimos decenios del siglo 20, entró en nuestra tierra vasca con la fuerza de un vendaval, un laicismo que pide a gritos un cambio serio en nuestra actuación pastoral.

Evidentemente, no es lo mismo ser cura en los años sesenta que en 2023. Uno puede pensar que ser cura hoy en día es más duro que en la vieja cristiandad. En cierto sentido lo es, naturalmente, pero no cabe duda de que la situación actual está favoreciendo que nos acerquemos a ser lo que Jesús en su Evangelio nos pedía ser. Si vives ilusionadamente la fe, si te entusiasma el Evangelio de Jesucristo, ejercer el servicio de cura en este momento socio-cultural y eclesial, es una opción que merece la pena, que llena la vida de un creyente.

Cuando hoy día echas una mirada a lo que ha sido tu vida, surge en tus labios una sonrisa comprensiva y a la vez un agradecimiento a todas esas personas que nos han acompañado y animado en este largo caminar con su cariño y con su interpelación para corregir nuestros posibles desaciertos.

Hemos perdido ya a muchos de los que iniciamos a la vez este servicio, y los que aún nos mantenemos en pie continuamos ilusionadamente, con menos fuerza biológica naturalmente, pero con una sabiduría mayor, con un cuidado mayor de nuestro interior y siempre acompañados del Espíritu del Señor.

 

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