viernes, 12 de enero de 2018

Fray Juan de Zumarraga sin calle y sin escuela en Durango



El 19 del pasado diciembre, el Pleno del Ayuntamiento de Durango ha aprobado una moción del Partido Socialista de Euskadi, en la que su portavoz Pilar Ríos solicita que se cambie de nombre al Instituto Público de Enseñanza Media denominado Fray Juan de Zumarraga “en desagravio a las mujeres perseguidas y a las fundadas sospechas que hay de que Zumarraga atentó contra la cultura y las costumbres indígenas”. La portavoz socialista ha recordado que Zumarraga fue “un inquisidor activo en la caza de brujas, una denominación que se suele utilizar para ‘aquellas mujeres sabias y liberadas que se atreven a desafiar a las convenciones”. Este cambio de nombre del Instituto supondría, además, un acto de desagravio necesario y obligado hacia las mujeres perseguidas en todas las épocas”. La moción fue aprobada con el voto favorable de todos los grupos políticos (PNV, EH Bildu, Herriaren Eskubidea (SQ-2D) y PSE), excepto el PP que se abstuvo.

Reducir la importante contribución de Fray Juan de Zumárraga a la promoción social, cultural y religiosa a su actividad, relativamente corta, de inquisidor me parece una reducción que distorsiona la realidad (y más si la juzgamos a casi 500 años de distancia): por una parte, el inquisidor, ahíto de sangre y fuego, y por otra “las mujeres sabias y liberadas” (las brujas), representantes de “las mujeres perseguidas en todas las épocas”.

Fray Juan fue nombrado inquisidor de las brujas vascas por el emperador Carlos V, en el año 1527, y detentó dicho cargo durante unos pocos meses en los que, según los historiadores, “hizo su oficio con mucha rectitud y madurez”. Al finalizar su misión sin castigo alguno de hoguera, Fray Juan recomendó al emperador que el mejor camino para combatir la brujería era que enviara a Euskal Herria más predicadores, “que sepan y entiendan la lengua vascongada”, que inquisidores.

En la moción del ayuntamiento de Durango, no se mencionan los siete años que, entre 1536-1543, Fray Juan, contra su voluntad, detentó el cargo de Inquisidor en México. Durante este periodo, Fray Juan, tras concederle, sin resultados positivos, dos prórrogas para que aportara pruebas en su defensa, hubo de firmar la entrega ‘al brazo secular’ de un reo que sería ejecutado por ésta, pese a que Fray Juan “rogó y encargó a la misma que se haya benignamente”. Por lo que se deduce, Fray Juan, no hizo sino aplicar con rigor una ley rigurosa que trató de eludir: “Fuéle dicho e apercibido (al reo) que si dijese la verdad, confesando sus culpas enteramente, que se habrían con él benignamente y se recibiría a misericordia conforme a derecho”.  Para evitar situaciones legales tan engorrosas, Fray Juan de Zumárraga dio instrucciones a sus delegados en el Concilio de Trento para que solicitaran una Inquisición para México independiente de la de España “porque acerca de esta materia hay duda de si convendrá castigar con todas las penas, que el derecho pone, a estos naturales cuando les acaeciere delinquir, por ser nuevos en la fe y no se les haber persuadido en las partes de allá”.


Respecto a la acusación a los misioneros dependientes de Fray Juan de la destrucción de imágenes y textos religiosos indios que, según la moción del Ayuntamiento, es “algo totalmente incompatible con la multiculturidad que queremos” (por cierto, ¿en qué idioma ha redactado su moción en Durango la concejala preocupada por la multiculturidad: en euskera o en castellano?), hay que decir que los historiadores más serios exculpan con bastante fundamento al obispo de esta destrucción, que, según todos los indicios no fue tan masiva como se propaló maliciosamente (Joaquin Garzia Icazbalzeta frente al historiador inglés Wade Davis, crítico interesado contra la colonización española). Hay que señalar, además, que los ídolos mexicanos destruidos por los misioneros españoles sostenían una religión, en general, cruel y sangrienta, que exigía sacrificios humanos a los que se les arrancaba el corazón y cuyos cuerpos eran quemados con sus mujeres y siervos.     

No parece, pues, que la moción aprobada por el ayuntamiento de Durango refleje el modo de ser de Fray Juan de Zumarraga, del que el Inquisidor General destacó “la confianza que aquí se tiene de su virtud y de la caridad que usa con los indios, porque a la verdad él es persona de mucha religión y de gran bondad”.

Espiritu colonizador de Fray Juan de Zumarraga. Lo más destacable de Fray Juan de Zumarraga no es su actividad como Inquisidor, cuyo nombramiento siempre aceptó de mala gana. Fray Juan de Zumarraga, primer obispo y arzobispo de México, fue el gran colonizador de Nueva España, actual México. Defendió a los indios con tenacidad poniendo en riesgo su vida, se opuso con valentía a la codicia de las autoridades civiles españolas en el Nuevo Mundo, denunció valientemente al emperador, del que fue amigo y confidente, los abusos y expolios de algunos de los conquistadores (éstos no se lo perdonaron y propalaron acusaciones falsas contra él). “Zumarraga es uno de los ejemplos más típicos del colonizador, del hombre que vino a América para establecerse en ella y fundar poblaciones, centros de trabajo, nuevas empresas. Es casi su preocupación primordial desde que llega a América hasta la víspera de su muerte” (Jesús de Galindez, 2003). Fue el que llevó al Continente Americano la primera imprenta, quien editó allí los primeros libros (por cierto, en bilingüe: Breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana, 1539). Inició la construcción de la Catedral de México y creó numerosos colegios (el de Tlatelolco, por ejemplo, que perduró hasta el siglo XVIII, el de San Juan de Letran, el de Txecoco para chicas, el de Huejotzingo, el de Cholula, el de Otumba, el de Coyoacán…), construyó el Hospital Amor de Dios en “donde al presente se reciben e curan enfermos de bubas y de enfermedades contagiosas, que en ninguna parte les quiere acoger”. Suya fue la primera biblioteca del Nuevo Mundo y la solicitud, en 1527 al emperador de la primera universidad de América: mande en todo caso establecer y fundar en esta gran ciudad de México una Universidad en lal que se lean todas las facultades que se suelen leer en otras Universidades y enseñar, sobre todo, artes y teología, pues dello hay más necesidad”, para cuyo proyecto cedió todos sus libros, excepto los más queridos que reservó para la Hospedería de su Durango querido. Guiado por su sentido práctico, se ocupó de que se llevaran al Nuevo Mundo animales: los primeros asnos, para aliviar el trabajo físico de los indios, las primeras ovejas, los primeros gusanos de seda… y abundantes semillas: olivas, viñas y otros plantones…; cuidó que se plantaran por doquier encinas y medias pipas y zumaque…

Pero la gran obsesión de Fray Juan de Zumarraga fue conseguir la libertad de los esclavos indios, por la que insistió, a una con su amigo Fray Bartolomé de las Casas, contra viento y marea, ante las autoridades civiles y religiosas. Escrbió una y otra vez al mismísimo emperador para que prohibiera la esclavitud, lo que se logró, por fin, el 2 de agosto de 1530: “ninguna persona sea osada de tomar ningún indio por esclavo, no por rescate, ni por compra, ni trueque… aunque sea de los indios que los mismos naturales tenían o tienen por esclavos”.

Durango. En medio de todas estas actividades duras, frenéticas y arriesgadas… Fray Juan siempre guardó el recuerdo de su Durango natal: “De Durango me habéis de escribir todas las cosas muy largo”. No fue un recuerdo meramente sentimental. Estuvo largamente interesado en proporcionar bienes a la constitución de una fundación benéfica para que se creara y mantuviera en su casa natal de Durango una Hospedería para sacerdotes y pobres transeúntes, a la que unas horas antes de morir cedió sus libros más personales.

Podríamos seguir, destacando su principal actividad evangelizadora que realizó, no desde la comodidad de la sede episcopal, sino a pie de obra y sin cobro de rentas “que andando yo entre los índios, ellos me darán de comer de sus tortillas de maiz”. Pero no hay espacio para más.

Pues bien, los concejales de Durango –¿inquisidores en el siglo XXI?-  quieren quitar el nombre de Fray Juan de Zumarraga al Instituto de Enseñanza Media y a la calle en que aquél nació. ¿Quién sale perdiendo?  



Sebastian Gartzia Trujillo

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