lunes, 19 de septiembre de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 26 DEL T. O.

 
SER AMIGOS DE CRISTO ES HACER SU VOLUNTAD
(Mt 121, 28-32)

El Evangelio de hoy responde al problema de saber quién es amigo de Cristo: ser amigo de Cristo es hacer su voluntad. "No e! que dice: Señor, Señor, sino el que hace la voluntad del Padre es hijo del Padre".

Los fariseos tenían la boca llena de Dios, de su ley, pero no la ponían en práctica. Jesús nos quiere decir que es mejor hacer la voluntad de Dios, no reconociendo que es la voluntad de Dios, que reconocerla y no hacerla. Esto es, puede haber personas que hablan de Dios, de cuestiones de fe como si ellos solos las conocieran y tuvieran el monopolio: mientras que hay personas que no conocen a Dios, pero obedecen a una voluntad supe­rior, a algo que está fuera de ellos mismos, y se ponen a disposición de los demás. Pues la voluntad de Dios para cada uno de nosotros consiste en poner nuestra vida a disposición de los hermanos, sobre todo de los más pobres, y de abrirse al absoluto de Dios.

Lo esencial de la vida cristiana es este no pertenecerse más, hacer lo que Dios quiere de nuestra vida. Y esto lo deciden nuestros hermanos, el prójimo que viene a nuestro encuentro y que pide una ayuda, según la circunstancia, la necesidad, el momento. Y esto tenemos que aprender a verlo. Es esta prudencia o sabiduría que Jesús exige continuamente y que comenta continuamente en sus parábolas.

El único que ha amado al hombre con altruismo absoluto es Jesús; por eso no podemos amar verdaderamente al hombre sin El y fuera de El. La liberación que Cristo nos aporta deja intacta nuestra personalidad y manera de ser; El no es un modelo al cual debemos imitar casuísticamente (¿qué haría, o qué no haría Jesús?). La comunión con Cristo, este misterioso ha­bitar de Cristo en cada uno de nosotros, nos libera y nos cambia de un egoísta a un altruista. Así hay que entender la imitación de Cristo y la li­beración que El opera en cada uno de nosotros. Una sociedad de hombres liberados por El, de hombres nuevos como se suele decir, formaría una sociedad nueva, de personas en comunión. Este es el gran sueño de Jesús

Y por este sueño los cristianos nos unimos en eucaristía y nos comprome­temos a hacer algo por esta bendita liberación. (Puebla 482, 483,485).


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