lunes, 12 de septiembre de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL DOMINGO 25 DEL T. O.




LA INICIATIVA DEL AMOR VIENE DE DIOS

. (Mt 20, 7-6)

Ante la parábola del Evangelio de hoy, un campesino u obrero que sabe lo que significa una hora de trabajo al sol, estaría tentado de preguntarse ¿por qué esa injusticia, de pagar a todos igualmente?

Es menester tener presente, el releer una vez más el Evangelio de este domingo, que las parábolas nos dan un mensaje, y que a jesús no le intere­san tanto los detalles, cuanto el mensaje global. Nos alejaríamos de la in­tención de Jesús en esta parábola si nos pusiéramos a discutir si es justo pagar el mismo salario a aquellos que han entrado a la hora undécima y a aquellos que han entrado al alba.

Una dimensión para entender la parábola la encontramos en el eterno tema del Evangelio: los últimos serán los primeros. Aquellos que se creen con el derecho de entrar en los primeros puestos, aquellos que se sienten seguros de ser justos, son repudiados, mientras aquellos que se sienten indignos, los últimos, son preferidos. Aunque al fin de cuentas en la pará­bola nadie es repudiado; todos son admitidos a recibir el mismo salario. No hay ninguno que se suba sobre el otro.

Tal vez la clave para entender esta parábola está en la respuesta que el dueño del campo da a los operarios que se lamentan: ¿No puedo hacer con mis cosas lo que quiero? ¿O acaso tú eres envidioso porque yo soy bueno? Hemos olvidado que la iniciativa del amor viene de Dios; podemos amarnos porque Dios nos amó primero. Por eso no somos nosotros los que podemos vanagloriarnos de hacer algo, porque sin El somos incapaces de todo. La perfección consiste en el amor, y ciertamente no es aquel que ha hecho más cosas el que puede vanagloriarse de obras buenas, de estar más cerca de Dios, sino aquel que ama más a su hermano. Y el amor al pro

jimo, si es verdadero, si es auténtico, es religioso. Pues uno no puede amar verdaderamente si no tiene a Dios en sí, aunque no lo reconozca, aunque no logre verlo. No se puede amar verdaderamente si uno no se da cuenta de que es amado. En este darse cuenta de que uno es amado está el reconoci­miento de tener un Padre; en el fondo es un acto de fe. Jesús quiere combatir a los fariseos queconfi'an demasiado en su perte­nencia al pueblo de Israel, el pueblo de la promesa, y en sus obras. Y se sienten seguros y miran un poco desde arriba a los demás, pensando que no pueden entrar en el reino. Pero este Evangelio nos enseña que no hay cate­gorías: los que llegaron primero y los que llegaron despue's; el que ha he­cho más y el que ha hecho menos. Todos seremos examinados en la capa­cidad de amar, sobre la victoria sobre nuestro egoísmo. Cuanto más seamos altruistas en el verdadero sentido de la palabra, tanto más seremos acepta­dos por Dios.

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