domingo, 7 de diciembre de 2025

La complicada historia del general Franco y la Iglesia española

En un momento dado, el catolicismo español fue casi sinónimo del régimen de Franco.

Fuente:   THE PILLAR

Por   Fionn Shiner

05/12/2025


Retrato del general Francisco Franco. Dominio público

El mes pasado se cumplieron 50 años de la muerte de Francisco Franco, el general militar y dictador que dirigió España durante más de tres décadas después de la Guerra Civil Española.

El día de la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, el cardenal Enrique y Tarancón, figura destacada del catolicismo español de la época, ofreció palabras de consuelo.

“En este momento, todos sentimos profundamente el fallecimiento de esta figura verdaderamente histórica. Sobre todo, nos duele la muerte de alguien a quien amábamos y admirábamos sinceramente”, declaró Tarancón, quien entonces era arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española.

Muchos de los obispos de España de la época siguieron el ejemplo del cardenal y ofrecieron palabras de elogio y gratitud al régimen de Franco.

Los obispos describieron a Franco como “valiente”, “ilustre”, “cristiano, creyente, hombre ilustrado” y “gran hombre, estadista distinguido, soldado intachable”.

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Sin embargo, tan solo una semana después, en la coronación del rey Juan Carlos I, el cardenal Tarancón pronunció una homilía que sugería que la Iglesia se estaba distanciando del régimen franquista. Afirmó que el Concilio Vaticano II había actualizado el «mensaje de Cristo» para que «no auspiciara ni impusiera ningún modelo específico de sociedad».

“La fe cristiana no es una ideología política, ni puede identificarse con ninguna de ellas, ya que ningún sistema social o político puede agotar la riqueza del Evangelio, ni pertenece a la misión de la Iglesia proponer opciones o soluciones gubernamentales específicas en los campos temporales de las ciencias sociales, económicas o políticas”, añadió el cardenal.

¿A qué se debe este cambio de retórica después de que el catolicismo español fuera casi sinónimo del régimen de Franco?

La respuesta requiere una comprensión tanto de la política española como de la historia católica a lo largo del siglo XX.

 

Una amenaza existencial

¿Cómo fue que la Iglesia Católica en España se unió a un dictador como Franco en primer lugar?

Al principio se trataba de una cuestión de “simple supervivencia”, según Rafael Escobedo Romero, profesor asociado de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra y subdirector de la revista “Anuario de Historia de la Iglesia”.

Romero dijo a El Pilar que en la Guerra Civil Española que estalló en 1936, uno de los bandos -los republicanos- estaba intentando acabar con el catolicismo.

De hecho, dijo, los republicanos en ese momento tenían “el objetivo manifiesto de un exterminio sistemático y definitivo del catolicismo español”.

Aquella experiencia llevó a muchos en la Iglesia a unirse al bando opuesto: los nacionalistas, liderados por Franco.

Incluso antes del estallido de la guerra civil, una persecución republicana que comenzó en 1931 mató a más de una docena de obispos, 4.000 sacerdotes y seminaristas, 2.000 religiosos y 250 monjas. Aproximadamente 4.000 laicos también fueron asesinados por ayudar u ocultar a monjas o sacerdotes.

Cuando el general Franco triunfó en la Guerra Civil española y estableció un nuevo régimen en 1939, “la Iglesia sabía que debía su supervivencia física a la victoria militar de Franco”, mientras que el Estado franquista sabía que “debía su legitimidad y gran parte de su apoyo social a su carácter militantemente católico”, dijo Romero.

Una segunda razón para la cercanía de la Iglesia con Franco, dijo Romero, fue que “la Iglesia anterior al Vaticano II aspiraba a un modelo de Estado cristiano –un Estado católico– que el franquismo proporcionó en gran medida”.

“Los católicos en España, e incluso fuera de España, vieron en el régimen de Franco la fórmula política más cercana al ideal de restauración católica anhelado desde la época de Pío IX y Gregorio XVI”, afirmó.

Para algunos partidarios de Franco, «la guerra se concibió como una 'cruzada'» que «culminaría en la restauración triunfal de la España católica», afirmó el profesor. Estos católicos creían que el único resultado real sería «o el exterminio de la religión o un régimen cuasi teocrático».

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Un destacamento

Pero la alianza entre la Iglesia y el Estado no duraría.

La palabra española desenganchó se utiliza a menudo para describir lo que ocurrió entre la Iglesia española y el régimen del general Franco tras el final de la Guerra Civil española.

El arzobispo Luis Argüello de Valladolid, actual presidente de la Conferencia Episcopal Española, abordó el fenómeno en un discurso pronunciado ante una reunión de obispos del país el mes pasado. Afirmó que, si bien este distanciamiento comenzó en 1958, sus inicios ya estaban presentes mucho antes, en «movimientos de crítica y oposición».

Parte de la tensión que surgió, dijo Romero, fue porque los líderes de la Iglesia se opusieron a las simpatías pro nazis entre algunos miembros del régimen de Franco, y porque la Iglesia fue censurada en períodos cruciales.

Por ejemplo, la encíclica antinazi del papa Pío XI, Mit brennender Sorge, no se permitió publicar en España, ni a los españoles escuchar el final del mensaje radiofónico del papa al término de la guerra civil. El mensaje felicitaba a los vencedores, pero también abogaba por la amabilidad y la buena voluntad hacia los derrotados.

“De igual manera, la carta pastoral del cardenal primado Gomá, pidiendo a los vencedores un ‘generoso y espléndido perdón para los enemigos de la Iglesia y, en particular, para sus perseguidores’, fue censurada por contradecir el espíritu general de venganza”, dijo Romero.

Los católicos nacionalistas vascos y catalanes, incluidos los clérigos, también experimentaron fricciones con el régimen de Franco, queriendo más espacio para expresar sus identidades regionales.

Al mismo tiempo, el trabajo de apostolado laico condujo a la formación de grupos como los Jóvenes Obreros Cristianos, la Juventud Católica Rural y las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC), que inicialmente se establecieron para promover la evangelización en el lugar de trabajo, pero que a menudo actuaban como sindicatos.

Según Monseñor Argüello, fue el Papa Pío XII quien sugirió la creación de la HOAC.

“El régimen y la Iglesia estaban preocupados al ver a la clase obrera –históricamente vinculada al anarquismo y al socialismo– totalmente alejada de una Iglesia acusada de ser la ‘vencedora’ de la guerra civil”, afirmó.

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La influencia del Vaticano II

A medida que la Iglesia en España se distanciaba lentamente del régimen de Franco, otra fuerza poderosa intervino para reforzar la división entre Iglesia y Estado: el Concilio Vaticano Segundo.

“Ningún país sintió tan fuertemente el impacto del Vaticano II como España”, afirmó Romero.

Los documentos del Vaticano II socavaron para muchos católicos españoles el fundamento teológico y político del franquismo dentro de la Iglesia. Gaudium et Spes reiteró la negativa de la Iglesia a identificarse con ningún sistema político en particular, mientras que Dignitatis humanae declaró el derecho a la libertad religiosa, a menudo interpretado en contraposición al régimen franquista, que solo permitía el culto privado a las religiones no católicas.

Una semana después de la muerte de Franco en 1975, el cardenal Tarancón se hizo eco de estos principios, diciendo: “La Iglesia no patrocina ninguna forma o ideología política, y si alguien usa su nombre para encubrir sus facciones, la está usurpando manifiestamente”.

Romero dijo que el Concilio Vaticano II condujo a “una transformación de principios” que cambió la perspectiva y la retórica de la Iglesia.

“Al mismo tiempo, la Iglesia llegó a reconocer su parte de responsabilidad por la violencia injusta cometida por quienes, en medio de una guerra y una posguerra terribles, la defendían del exterminio”, dijo.

Aunque es difícil precisar cifras exactas, algunos historiadores creen que hasta 100.000 personas fueron asesinadas por los hombres de Franco y decenas de miles fueron ejecutadas, tanto durante la guerra civil como durante su reinado en el poder.

En 1971, la Asamblea Española de Obispos y Sacerdotes publicó una declaración pidiendo disculpas por el papel de la Iglesia en la guerra civil.

“Debemos reconocerlo humildemente y pedir perdón por no haber actuado en el momento oportuno como verdaderos ‘ministros de la reconciliación’ entre nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos”, concluye el comunicado.

En 1973, la asamblea plenaria de obispos publicó un documento que enfatizaba la necesidad de la libertad religiosa, al tiempo que enfatizaba que tanto los individuos como las sociedades todavía tienen una obligación hacia la fe católica.

“Fiel a la doctrina evangélica enseñada por el Concilio, la Conferencia Episcopal Española ha declarado públicamente su decidida voluntad de renunciar a cualquier privilegio concedido por el Estado en favor de personas o entidades eclesiásticas”, señala el documento.

Renunciar a los privilegios estatales fue una decisión importante por parte de los obispos, ya que la Iglesia había disfrutado de una amplia gama de beneficios bajo el régimen de Franco.

Lo más notable es que la renuncia a estos privilegios significó que el clero católico podía ser juzgado por tribunales civiles en lugar de ser juzgado automáticamente por tribunales eclesiásticos.

Sin embargo, el documento de los obispos también subraya que “nadie puede afirmar con justicia que la Iglesia pide privilegios cuando exige que se le reconozcan sus derechos”.

En los años siguientes, la distancia entre la Iglesia y el régimen aumentó.

Durante las décadas de 1960 y 1970, las protestas se multiplicaron, al igual que las detenciones de sacerdotes rebeldes, dijo Romero.

Incluso se creó una prisión especial para sacerdotes. En los últimos años del franquismo, los enfrentamientos se intensificaron, y al menos en una ocasión la amenaza de excomunión se cernió sobre el propio Franco —dijo Romero—.

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El enfoque español contemporáneo

La muerte de Franco en 1975 y la posterior coronación del rey Juan Carlos I marcaron el comienzo de amplias reformas democráticas en España, incluida la creación del parlamento y la constitución españoles modernos.

La Iglesia española en los últimos 50 años ha trabajado por el cambio democrático y ha encomendado a los católicos sumergirse en la vida cívica.

La Iglesia ha intentado en gran medida mantenerse al margen de las controversias relacionadas con el régimen de franquismo, al mismo tiempo que no ha ofrecido ningún apoyo a las leyes de memoria de los gobiernos socialistas, que han buscado reconocer y reparar a las víctimas del gobierno de Franco.

Monseñor Argüello calificó las leyes como “principalmente un instrumento de polarización ideológica al servicio de los intereses políticos actuales más que un canal para profundizar la reconciliación”.

Mientras tanto, señaló Romero, la Iglesia ha continuado de manera silenciosa pero consistente “los procesos de canonización de los mártires asesinados en la violencia anticatólica de la década de 1930, procesos que en gran medida se habían estancado hasta el pontificado de Juan Pablo II”.

Cuando se trata de tratar con los partidos políticos actuales, la Iglesia se encuentra con la oposición de ambos extremos del espectro político, similar a la situación actual en muchos otros países occidentales.

Romero dijo que la Iglesia enfrenta críticas de “la extrema izquierda, donde muchos responsabilizan plenamente a la Iglesia de todas las atrocidades atribuidas al franquismo mientras ignoran o menosprecian las atrocidades cometidas contra la Iglesia; y de la extrema derecha, donde algunos aún repiten la acusación –común desde los años 60– de que la Iglesia fue ‘ingrata’ con el régimen que la había salvado del exterminio”.

Los cambios en el enfoque de la Iglesia española hacia la política se pueden ver en sus relaciones con el partido ultraconservador Vox, que mantiene una serie de posiciones políticas que se alinean con la doctrina social de la Iglesia.

A pesar de los puntos de acuerdo, la jerarquía española no ha expresado abiertamente su apoyo al partido, que difiere de la Iglesia en su postura sobre la inmigración. El partido tampoco pretende presentarse como un partido católico, aunque defiende la fe como parte vital de la identidad española.

“La Iglesia desalentó enérgicamente cualquier iniciativa de formar un partido confesional, mientras seguía cumpliendo su misión de condenar claramente cualquier acción política incompatible con la fe y la moral cristianas y de alentar a los católicos a actuar en consecuencia en la vida pública”, dijo Romero.

En cambio, los pastores alientan a los católicos en España a no mirar al pasado, sino a ayudar a construir el futuro democrático de España, un futuro en el que la Iglesia desea tener una voz significativa.

El arzobispo Argüello profundizó en esta idea en su discurso del mes pasado.

“Los católicos, respetando la conciencia y fomentando la conciencia, están llamados a estar presentes en la vida pública para contribuir a la construcción de un orden social justo mediante la alabanza de la razón, la amistad social y la acción iluminada por la doctrina social de la Iglesia”, afirmó.

 

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