Con las elecciones generales encima y la LOMCE aprobada,
vienen las ofertas y contraofertas de los partidos políticos, entre ellas el
tema de la enseñanza de la religión e, incluso, como asignatura evaluable. Es
el momento del confusionismo conceptual y terminológico. Acaso también el
momento de la “progresez” confundiendo la progresía con una izquierda de
verdad.
Este verano pasado estuvieron unos días en mi casa tres nietas
de íntimos amigos míos, de Valladolid, dos universitarias y la otra en segundo de
bachillerato. Las tres inteligentes e hiper responsables. Paseábamos por la
Avda. de las Universidades. Quería yo que vieran la hermosura de la fachada del
Guggenheim que da a la Ría. Al pasar por la Universidad salió el tema de la
Compañía de Jesús y San Ignacio. Ninguna de las tres había oído hablar del
Santo. Insisto: muy estudiosas y responsables, no unas cantamañanas. Yo mostré
mi estupor y mi extrañeza. No habían ido nunca a clase de religión. Les comenté
entonces que una cosa es la Religión, y otra la Cultura religiosa. La Religión,
entendida desde los demandantes de esas clases obligatorias y evaluables, sería
el desarrollo y explicación de la teología cristiana, incluso desde el ángulo
de una fe explícita. Yo tengo mis grandes dudas de que entendida así, la
Religión sea exigible en el curriculum escolar. La encuentro razonable en los
colegios religiosos, con tal de que la enseñanza de la religión vaya orientada
a conseguir la formación de adolescentes con una impronta de inquietud ético-social
y compromiso con los más pobres. Las matemáticas las imparten bien en todos los
centros. Si ese no es el objetivo fundamental de nuestros colegios religiosos,
éstos pierden mucho de su sentido. No es un problema de los Idearios de los
centros. Como se suele decir, el papel lo aguanta todo, sino un empeño de los
docentes en todas las materias, no sólo en la clase de Religión. De ninguna
manera contemplo la obligatoriedad de la asignatura de Religión en los demás
centros.
Otra cosa, absolutamente distinta para mí es la Cultura
religiosa o conocimiento del hecho religioso. Yo les explicaba a mis amigas que
no conocer la Compañía de Jesús o a San Ignacio es tener poca idea de lo que
supusieron la Reforma Luterana, la Contrarreforma, los reinados de Carlos I y
Felipe II en el origen de la intransigencia religiosa, los fundamentalismos
religiosos, el nacionalcatolicismo, durante y después del franquismo, el
exclusivismo del catolicismo con repercusiones en el entramado social y
político y mil consecuencias más que hoy padecemos en nuestra eclesiología
oficial con repercusiones en estratos sociales y políticos. Pienso también en
la influencia del calvinismo en el espíritu del capitalismo. La conocida tesis
de Max Weber: obsesionados los calvinistas de la segunda generación por la
predestinación o salvación eterna, llegaron a la conclusión de que el éxito en
los negocios era un signo de salvación eterna. Esta ideología tuvo enormes
consecuencias en el desarrollo y la evolución del capitalismo y lo sigue
teniendo en nuestros días. Son estos unos ejemplos de los muchos que se podrían
poner acerca de lo que supone el hecho religioso en nuestra formación humana.
Es grande la repercusión de la religión en nuestra manera de entender la vida,
saber el suelo que pisamos y de dónde proceden nuestras ideas más vitales. Todo
ello hace insustituible esta formación. No tener cultura religiosa no es sólo
no entender la Historia del Arte, la literatura, etc. Sería lo de menos. En un
momento en que lo que prima es la economía o las ingenierías, estamos abocados
a formar hombres y mujeres capaces de ir a Marte, pero que no hagan pie en la
piscina de la vida. Sin capacidad de hacer una reflexión sobre el sentido de la
vida propia y la de los demás nos quedamos en meros espectadores de esas vidas,
pero no en protagonistas y coprotagonistas. Un mundo lleno de ingenieros o
economistas, que sólo saben de ingeniería y economía, que es a lo que estamos
abocados, es un mundo de analfabetos secundarios. Y lo estamos padeciendo ya.
Por todo esto tengo la convicción de que una formación religiosa, como cultura,
debía ser obligatoria y evaluable en todos los centros escolares. Me desborda
el saber dónde está este tipo de enseñante, verdadero maestro, cómo formarle y
cómo diseñar los temas de cultura religiosa. Lo dejo no solo para los que viven
de ello, sino que además de vivir de ello, lo viven.
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