domingo, 20 de noviembre de 2011

S. GALILEA Y A. PAOLI SOBRE EL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO (B)

Vivimos
en la esperanza
  (Mc 13, 32-37)

La Promesa cristiana es que Jesucristo vendrá a hacer nuevas todas las cosas (Ap 21,5) y a traer al hombre y a la sociedad su liberación total. Esta Pro-mesase cumple hoy entre nosotros (Le 4,21). Jesús viene ya.

Por eso vivimos de Esperanza. Esperanza en que la Promesa no sólo se aguarda, sino que también se hace, se nos va dando en nuestra vida y en la historia en cada presencia, limitada y precaria, del Dios liberador. La venida de Cristo que realiza sus promesas se revela en sus venidas misericor­diosas: "Los cojos andan, los ciegos ven, a los pobres se anuncia el Evan­gelio..." (Le 7,22). (Puebla 190).

El misterio del Adviento es que "en medio de nosotros ya está Jesús, a quien no reconocemos" (Jn 1,26). Esta palabra de Juan el Bautista nos alerta a prepararnos al encuentro de Jesús que viene. Trabajando en poner los signos de misericordia, de justicia y de fraternidad que revelan su pre­sencia entre nosotros. Preparando nuestro corazón para reconocer esta presencia —la conversión— pues Jesús que viene en la comunidad cristiana que sirve y santificase revela al que ama, al pequeño y al pobre de corazón.

Juan Bautista está en la línea de los profetas, particularmente de los profetas del Exilio, que al mismo tiempo llamaban a lá conversión y man­tenían la esperanza. Todos participamos del exilio interior del egoísmo y de las servidumbres; todos participamos del exilio histórico de las opresio­nes, las injusticias, la avaricia y la desintegración de la solidaridad humana.

Cada Adviento nos trae el eco de los profetas, que la Iglesia hace suyo para predicarnos la conversión y la esperanza en el Dios liberador fiel a su promesas, que la fe, la justicia y la paz nos permiten reconocer como la venida de Cristo entre nosotros.

María es el símbolo de esta espera que se recibe como don, en una fidelidad inquebrantable. Ella es para nosotros la Virgen de la Esperanza. Ella sabia como nadie que Jesús es el único Liberador, y que esta libera­ción, con su venida, actúa ya en la historia, haciendo suya la causa del jus­to y del pobre: "Llenó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despi­dió vacíos; destronó a los poderosos y ensalzó a los humildes..." (Le 1,52). (Puebla 292, 293, 297, 1142).

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