miércoles, 27 de noviembre de 2024

Reexaminar la Navidad

Fuente:    Cristianisme i Justicia

Por    J. I. González Faus

26/11/2024

 


No parece que este sea el momento más adecuado para estas líneas: o demasiado temprano, o demasiado tarde. Pero esa distancia es precisamente lo que busco. Las escribí el 22 de diciembre pasado, con el miedo de que publicarlas entonces resultaría demasiado escandaloso para muchos, y no sé si también delictivo. Ahora podemos estar menos condicionados por el ambiente y más libres para este examen.

Una telenovelas de aquel 22 de diciembre dedicó los 20 primeros minutos a todos los premios de la lotería, con repetidas imágenes de abrazos y botellas de cava destapadas por los afortunados. No tengo nada en contra de que la gente se alegre cuando es así de afortunada y se abracen y lo celebre, por descontado. Pero en privado. La exhibición pública y repetida de aquellas celebraciones me pareció sencillamente impúdica.

Porque a esa misma hora, en Oriente Medio había una madre que abrazaba también a su hijo para consolarlo por la muerte del padre en la guerra. Había un matrimonio que se abrazaba porque había conseguido un poco de alimento para sus hijos (robado, seguramente, de las caravanas de ayuda humanitaria); ya sabían que ellos no comerían ese día, pero al menos los niños comerían algo. Había dos mujeres que se abrazaban para consolarse, porque sus maridos seguían siendo huestes. Y por muchos rostros corrían no ríos de cava, sino de lágrimas.

Exhibir aquellas imágenes y no estas otras me pareció simplemente obsceno. Si como mínimo se hubieran limitado a dar sólo imágenes de una población como Salto, con mucha pobreza —por lo que dicen—, y donde habían caído tres millones que aliviarían algunas necesidades, lo habría entendido más.

Por otro lado, ese mismo noticiario dedicó sólo 3 minutos a informar sobre el encuentro Sánchez-Feijóo que era la verdadera noticia de aquel día. Que conste que no culpo de eso la televisión. Seguramente, si hubieran procedido tal y como sugiero, la gente habría cambiado de canal y habría buscado otro. Eso me recuerda la frase de Albert Camus: «los medios de comunicación tienen que decir lo que el pueblo necesita saber; no lo que quiere sentir». Y recalco: dice eso alguien que no es cristiano, para que se vea que no es algo de religión, sino de humanidad elemental. En definitiva, pues: era culpa nuestra, del público, si ese día los llamados medios de comunicación fueron medios de incomunicación. Porque, en la sociedad capitalista, los medios siempre tendrán el gran peligro de convertirse en medios de manipulación, más que de comunicación.

Y lo más grave de todo es que ese era el clima que se estaba generando... para celebrar la Navidad! Hace tiempo sugerí que la Iglesia debería tener la audacia de trasladar las fiestas navideñas del 25 de diciembre al 25 de enero (en plena «subida»). Y hace más tiempo todavía escribí a Fidel Castro agradeciendo que hubiera suprimido la Navidad, porque no es una fiesta cristiana sino pagana. No son, pues, manías de hoy en día. Y comprendo que estas propuestas mías pueden no ser buenas para toda la Iglesia: porque la Iglesia no es sólo occidental, sino universal (=católica). Y en el resto del mundo las cosas pueden ser de otra manera. Pero como mínimo deberíamos saber lo siguiente:

Lo que se celebra hoy en Occidente cada 25 de diciembre es el nacimiento del mesías Consum, hijo único del dios Dinero. Lo que celebramos los cristianos en Navidad es el nacimiento de un Mesías «pobre y humilde», hijo único del Dios Amor. Ambos son absolutamente incompatibles.

Por eso creo que nuestra responsabilidad actual como cristianos occidentales es la de pasar estos días pseudo-nadaleños de diciembre con una huelga de consumo lo más radical posible. O, en todo caso, acudiendo todos los cristianos, como los pastores de Belén, a las «cañadas reales» de cada ciudad, a llevar un poco de consuelo. Es entonces cuando se podrá cantar: «gloria a Dios y paz a los hombres» (Lc 2, 14).

Nos llamarán «comunistas» en seguida. Ya se lo harán: ni siquiera se da cuenta de que este es el elogio más grande del comunismo.

 

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