lunes, 27 de mayo de 2024

“Hay luz al final del túnel: maternidad y gestación subrogada”

Fuente:   kazetariak.eus

Por   Vanesa de León

27/05/2024

 

A veces, el camino a la maternidad no es como lo habíamos esperado ni entraba en nuestros planes. A veces, la llegada de nuestros hijos a nuestra familia es un canto a la esperanza, esa que nunca perdimos.

Cuando en tu interior sabes que deseas ser madre, ya lo eres de corazón antes de que sea una realidad.

Puede que leyendo esta carta te sientas reflejada. Para mí, la infertilidad ha dejado de ser un tema tabú. Por eso, si contando mi historia puedo ayudar de alguna manera a otra persona que me esté leyendo, me sentiré muy satisfecha.

Nací con una cardiopatía congénita, la cual derivó en muchos ingresos y varias operaciones en el hospital. Gracias a esas operaciones, desapareció el color morado de mis labios para pasar a un color rosado. Superé con creces mi esperanza de vida según los médicos y a los doce años pasé por mi última operación, en la que me dijeron: «Ya puedes hacer una vida normal». Y eso hice, siempre con mis limitaciones.

Pasé la adolescencia, llegué a la edad adulta y, entre otras vivencias, conocí a mi pareja. Con ella imaginé mi futuro, nos compramos un piso y tomamos una decisión muy importante para ambos: convertirnos en padres.
Con veintiséis años, inocente de mí, le dije a mi cardiólogo que quería ser madre. Aún recuerdo el momento en el que me dijo que mi última operación permitía que viviese, pero que mi cuerpo no soportaría un embarazo. La vida «normal» que me dijeron que podía hacer, dejaba de ser normal de un plumazo.

Lo que para muchas mujeres es «fácil» y «normal», deja de serlo en el momento en el que te dicen que no puedes gestar a tus hijos o que hacerlo conllevaría grandes riesgos, pese a que estemos dispuestas a hacer todo lo posible por ser madres (quedarnos embarazadas, aunque nuestra vida corra peligro, tomar medicación, someternos a operaciones y tratamientos, etc.) antes de recurrir a ayuda de terceros.

En el momento en el que te dan una noticia como esta, pierdes la sonrisa, pierdes algo de ti misma, sientes que el dolor vive dentro de ti volviéndose poco a poco y sin darte cuenta en una obsesión compulsiva que no te deja pensar en otra cosa.

Ver que alguien a quien quieres espera un hijo se convierte en una situación aún más difícil para ti. Te alegras por ellos, y lloras, porque en tu interior vive la rabia, el sufrimiento en silencio que te tortura psicológicamente preguntándote por qué tú no puedes.

Siempre hay luz al final del túnel. Dar pasos, escoger caminos, estar en ellos, avanzar.

Somos más fuertes de lo que creemos, y por eso estamos en el momento en el que nos  encontramos actualmente.

Personalmente, lo primero que intenté fue autoconvencerme de que, tal y como me dijo mi cardióloga, «se vive muy bien sin hijos», pero no lo conseguí; mi instinto maternal no desapareció. Asimilé y supe afrontar mi situación, gestioné mi duelo por no poder gestar, lo acepté y cuando estuve preparada y me vi con fuerzas y en paz conmigo misma, ya nada fue igual.

«¿Qué habría pasado si lo hubiera intentado?» Si no lo intento, ¿Voy a estar triste toda mi vida?» Son preguntas que no quería hacerme durante el resto de mi vida.

Lo intentaría; tardaría más, pero no iba a quedarme con el remordimiento de no haberlo intentado durante toda mi vida.

El día en que descubrí la gestación subrogada, mi corazón volvió a latir con fuerza. Volví a creer, a ilusionarme y a pensar que no todo estaba perdido. De repente, mi vida cambió por completo porque vi que mi infertilidad me llevaba  a un camino hacia la maternidad en el que había muchas otras personas. Conocer a alguien que ha tomado otros caminos para formar su familia, tranquiliza mucho, y todo es más fácil si hay apoyo en la pareja y la familia.

Primeramente, optamos por la adopción. Hicimos los cursos estipulados y presentamos toda la documentación requerida para una futura idoneidad. Los procesos de adopción son lentos, por lo que al año y medio de entregar los papeles decidimos dar otro paso más para intentar ser padres: iniciar un proceso de gestación subrogada.

Mi marido y yo hicimos un salto al vacío sin saber cómo terminaría esta historia. Lo que sí teníamos absolutamente claro era que desde el principio queríamos conocer a la mujer que cambiaría nuestras vidas para siempre. Y ese día llegó.

Antes de que Ali cruzase la puerta para encontrarnos por primera vez, creo que estuve unos veinte minutos llorando al revivir todos los años anteriores, el esfuerzo tan grande que hicimos hasta llegar a ese momento, la lucha incansable por intentar hacer justo lo que creemos que es justo pero que para nosotros no llega a tiempo.

Por fin la vi. Me abracé a ella, lloré y lloré y no podía dejar de mirarla. Ella había vivido de cerca la infertilidad de su amiga, y al descubrir que podía ayudar a sentir la felicidad que vivía en su casa a otra familia que no podía tener hijos, era motivo de alegría para ella. Tuvimos mucha suerte porque, con el tiempo, nosotros fuimos esa familia.

No fue fácil estar lejos de ella ni de vivir un embarazo a tres a distancia. Ella no solo cuidaba a nuestros hijos, sino también a nosotros con sus palabras. Pudimos acompañarla a una ecografía en la semana 26 ( la primera vez que escuchamos los latidos de los corazones de nuestros hijos), y al final del embarazo, antes de que los niños nacieran.

Después de siete largos años desde que mi cardiólogo me dijese que no podía gestar, me convertí en madre.

Yo no parí, no di a luz, pero estuve en el parto de mis hijos. Ali tenía mucho miedo de que se adelantasen y yo no estuviera allí. Pero sí estuve; estuve junto a la mujer que no solo cambió mi vida, sino que me la salvó y sanó. Mi ángel en vida, a quien llevaré siempre conmigo en mi piel y mi corazón hasta que deje de latir. La quiero con toda mi alma. Ella siempre formará parte de esta familia porque está orgullosa de haber contribuido a crearla, y nosotros de que nos eligiese.

Puede que no llegues a necesitar nunca la gestación subrogada o ayuda de terceras personas para ser madre, pero me gustaría decirte que si estás leyendo esto es porque probablemente también estés dando pasos para conseguir tu pequeño gran milagro. Hay diferentes caminos que te pueden ayudar para conseguirlo. Lo importante es que estés bien y fuerte para cuando llegue el momento tan esperado.

Quiero darte las gracias por leer hasta aquí y permitirme expresarte lo que sentimos muchas madres por gestación subrogada en nuestros procesos junto a las mujeres que nos ayudan.

Recuerda que no estás sola, que somos muchas las mujeres dispuestas a tenderte la mano para caminar juntas en ese tortuoso camino llamado infertilidad.
Me gustaría terminar dando las gracias a mis hijos por elegirme para ser su madre y por llenar mi vida de felicidad y ponerla patas arriba, y decirles: «Os soñaría una y mil veces más.»


Vanesa de León.

 

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