En latín y con el celebrante de espaldas a los fieles, la misa tridentina es una excepción
Fuente: La Vanguardia
Por Sílvia Oller
Girona
25/02/2024
En la capilla de la Merced de Barcelona, situada en la calle Laforja, celebran misa tradicional, con el misal previo al Concilio Vaticano II. Miquel Gonzalez/Shooting
En la pequeña capilla de la Merced, situada en la calle Laforja de Barcelona, cada miércoles y domingo se celebra una misa singular. El capellán que la oficia, Carlos Barba, utiliza el latín; él y los fieles se sitúan mirando hacia el crucifijo, todos orientados hacia la misma dirección, hacia Dios, y los rituales son algo distintos a los que uno puede observar en la mayoría de centros de culto católicos: la comunión se reparte exclusivamente de rodillas y en la boca, hay mujeres cubiertas con velo y la celebración va acompañada de cánticos gregorianos.
Explica el párroco que acude a esta misa, de entrada libre, gente joven y más hombres que mujeres. Los asistentes, que no necesariamente entienden el latín, pueden seguir la eucaristía gracias a la ayuda de unos misales bilingües que les sirven de guía. “Es una celebración en la que ante todo reina el silencio; un rito multisecular al que queremos dar continuidad”, explica Barba.
Esta capilla del barrio de Sant Gervasi es, junto con el monasterio de la Inmaculada, en Dosrius (Maresme), perteneciente al Instituto Religioso Oasis de Jesús Sacerdote, de los pocos lugares donde todavía se celebra una misa tridentina, oficiada a partir del misal de 1962, previo al concilio Vaticano II. Un tipo de celebración que requiere de un permiso especial del obispo, después de que el Papa actual firmara en el año 2021 un motu proprio sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970.
En él, el Pontífice restringía esta forma de misa tradicional o extraordinaria, no permitía que continuara aumentando su uso y dejaba en manos de los obispos de las distintas diócesis el autorizar la celebración con el misal romano de 1962 en aquellos lugares en los que ya se utilizaba anteriormente.
El documento del papa Francisco, titulado Traditionis custodes, derogaba la norma publicada en el 2007 por su predecesor, el papa Benedicto XVI, que restableció la liturgia tradicional anterior al concilio Vaticano II y derogaba la norma que requería autorización previa por parte del obispo.
El adjetivo tridentina hace referencia a su origen, al concilio de Trento. También se la denomina misa de Pío V, que fue el papa que codificó en 1570 el misal romano, el libro litúrgico que contiene las ceremonias y oraciones para la celebración de la misa en el rito romano, que fue vigente durante cuatro siglos. Un misal que fue reformado en 1962 por el papa Juan XXIII, hasta que en 1970, tras el concilio Vaticano II apareció una nueva edición primero a cargo de Pablo VI y posteriormente dos ediciones más de Juan Pablo II.
El concilio Vaticano II supuso un punto de inflexión en las celebraciones religiosas. El vicario episcopal de la diócesis de Barcelona, Joan Obach, destaca la introducción de las lenguas vernáculas, la simplificación del lenguaje, una mayor variedad de lecturas o la doble forma de comulgar boca/mano, cosa que no ocurre en la misa tradicional.
El uso del latín o la ubicación del celebrante de espaldas a los fieles es permitida tanto en la forma actual como en la tradicional. “Que el cura celebre de cara al pueblo es lo más habitual, aunque existen algunas iglesias en las que el altar está pegado a la pared y se sigue celebrando de espaldas a los asistentes”, explica. El latín tampoco es determinante. Así, mientras que el misal de 1962 debe ser empleado únicamente en latín, el de Pablo VI y Juan Pablo II puede usarse tanto en latín como en cualquier otra de las lenguas vernáculas.
No es raro pues, oír fragmentos de misa en latín en parroquias que utilizan el misal posterior al concilio Vaticano II. Es el caso, por ejemplo, de la iglesia del Sagrat Cor de Girona, que cada sábado desde hace unos meses celebra una misa en latín/catalán. “Fue una demanda de un grupo de fieles a quienes les gustaba el canto gregoriano”, explica su rector Joan Boades. A ella acuden fieles de todas las edades, muchos de ellos jóvenes.
También este es el perfil de las personas que asisten a la misa en latín que oficia mosén Antoni Gómez en la parroquia de Sant Jordi, en el barrio de Vallcarca de Barcelona. “Es común el perfil de gente que ha vuelto a tener fe; conversos y bautizados en la edad adulta que persiguen ante todo la sacralidad”, explica el párroco.
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