miércoles, 17 de febrero de 2021

Una propuesta para Catalunya

Fuente: El Correo

Por: JAVIER ELZO
Catedrático emérito de Sociología. Universidad de Deusto

16 febrero 2021

 

Sin diálogo no hay solución para salir del estancamiento político

 

Los resultados de las elecciones catalanas apuntan a dos, quizá tres, coaliciones para formar el Govern. Por un lado, la suma de escaños ERC, Junts y la CUP (o su abstención) o En Comú-Podem (aquí con problemas por parte de Junts) suman 74 y 73 escaños, bien por encima de los 68 necesarios. A tenor de lo escuchado a Pere Aragonès, Puigdemont y Dolors Sabater, que insisten en la amnistía, referéndum, autodeterminación e independencia (en modalidades distintas), parece la más probable y en la configuración exclusivamente independentista.

Otra coalición que también tendría 74 escaños sería la conformada por el PSC, ERC y En Comú-Podem, liderada por Pere Aragonès. Pero durante la campaña los independentistas firmaron un documento en el que decían que en ningún caso gobernarían con el PSC y también Salvador Illa, en entrevista en 'El Periódico de Catalunya' que lo resaltó en su primera página, aseguraba que nunca gobernaría con independentistas. Luego esta solución exige que todos hagan aquello de 'donde dije digo ahora digan Diego', lo que tampoco extrañaría mucho en la clase política. Cabe también, al menos en mi cabeza, si Catalunya necesita un revulsivo en búsqueda de un mínimo común denominador que la saque de su actual declive en todo, un Gobierno ERC-PSC-Junts que sumaría 98 escaños, aunque lo veo aún más difícil que el anterior.

En realidad, la polaridad política en Catalunya es evidente y muy fuerte. Pero la polarización no es absoluta. Hay pactos y entendimientos, básicamente a nivel local. Los casos más conocidos son el del Ayuntamiento de Sant Cugat, con una coalición de ERC, PSC y la CUP, y el de la Diputación de Barcelona mediante un pacto entre el PSC y JxCat-PDECat (entonces todavía mezclados). Luego cabe preguntarse por qué esos pactos no son posibles en la Generalitat, como sucede en el Gobierno vasco con el PNV y PSE-PSOE, donde la sabiduría política del PNV prefirió esa opción de 41 escaños a la conformada con EH Bildu pese a que esta coalición tendría 52. Y el Gobierno de Euskadi, y el de las diputaciones con las mismas coaliciones, funcionan razonablemente bien y representan la diversidad política de la sociedad vasca.

Para salir del estancamiento político en Catalunya me parece imprescindible el diálogo. Sin diálogo no hay solución. Pensando en la convivencia a medio y largo plazo sugiero tres medidas, sabiendo que el tema de la independencia es la cuestión principal de la polarización. En primer lugar, la liberación, mediante amnistía, de todos los encarcelados por el 'procès'. La Justicia europea, en Escocia, Bélgica, Alemania y Suiza, ya ha mostrado suficientemente que las decisiones de los tribunales españoles son infundadas. En Catalunya, personalidades en nada independentistas se han pronunciado públicamente en el mismo sentido. Y buscar un arreglo para que los huidos de la Justicia española puedan volver. En España hay ejemplos históricos de resolución de problemas similares; recuerdo el caso del indulto al general Rodríguez Galindo, recién fallecido, condenado a 75 años de prisión por el secuestro y asesinato de Lasa y Zabala y excarcelado cuatro años después, así como el retorno a España de personas que habían huido por razones políticas, durante la Transición.

En segundo lugar, hay que promover un gigantesco programa de reflexión conjunta entre independentistas y constitucionalistas. Generar espacios de encuentro. Algunos existen, como la plataforma 'Converses à Catalunya', más catalanista que independentista, creada por personalidades de diversos ámbitos. Sugiero que, nombrado por el Gobierno de Catalunya y por la Delegación del Gobierno de España en Catalunya, se conforme un colectivo civil de unas quince o veinte personas, no para que hagan un informe, sino para que generen espacios y encuentros de diálogo entre diferentes. Con una figura consensuada que lo dirija.

Finalmente, consecuencia de lo anterior, llevar a cabo dos o tres consultas no vinculantes a la población catalana, durante los próximos cuatro, cinco o seis años, sobre qué tipo de relación quieren los catalanes con España. Para llegar a una consulta pactada con el Estado, vinculante, bajo la supervisión y con el apoyo de la UE, que debería ser aceptada por todos, el Parlamento español incluido.

Poniendo las luces largas, no veo otro horizonte que Europa. Otra Europa más allá de la Europa de los actuales estados. Tampoco defiendo la Europa de los pueblos. Es demasiado complejo. Creo en una Europa fuerte, donde el Parlamento Europeo tenga más capacidad de decidir y en el que se aplique el sabio principio de la subsidiariedad. Habrá siempre, siempre, tiras y aflojas, con constantes disputas sobre la atribución de competencias (a las ciudades, a las autonomías, a los pueblos, a los Estados), todo ello en el marco de un mundo cada vez más planetario cuyo centro de gravedad ya ha transitado del Atlántico al Pacífico. Una Europa y, en ella, una España, Catalunya, Euskadi, Comunidad Valenciana... envejecida sin remedio, con riesgo de convertirse, a breve plazo, en el museo y el geriátrico del mundo.

 

 

 

 

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