viernes, 8 de enero de 2021

Sobre la eutanasia y el suicidio asistido

NOTA:    En el equipo de mantenimiento del BLOG hemos llegado a entender que, en las circunstancias que nos envuelven (el CONFINAMIENTO POR «COVID-19») bien podríamos prestar el servicio de abrir el BLOG a iniciativas que puedan redundar en aliento para quienes se sientan en soledad, incomunicadas o necesitadas de expresarse.

_______________________________________

Fuente:    Diario Vasco

KOLDO MARTÍNEZ URIONABARRENETXEA*

SENADOR DE NAVARRA. GEROA BAI

Miércoles, 6 enero 2021, 08:16

__________________________________________

 

Dada la controversia ética que este asunto suscita en la sociedad, deseo que ningún partido político impida la necesaria deliberación sobre esta ley


Escribo este texto pensando en la mayoría social que desea, para sí y para los demás, y después de una vida lo más digna posible, la mejor muerte posible, la más humanamente tolerable. Morir, al fin y al cabo, es dejar de existir. Y el hecho de desaparecer quizás solo pueda ser aceptado como bueno desde las religiones que prometen la vida eterna en el más allá como lo realmente deseable; o desde la idea romántica de creer que seguimos vivos mientras alguien nos recuerda.

No me dirijo, pues, a quienes desde sus ideologías (religiosas o laicas) defienden que acabar con la vida de alguien (o ayudarle a morir) es siempre contrario a la dignidad humana o a la Medicina. Tampoco a quienes defienden que basta con que alguien solicite esa ayuda para que la sociedad se la deba reconocer automáticamente como un derecho, sin valorar otros factores.

La Rochefoucauld escribió: «Al sol y a la muerte no se les puede mirar fijamente». Por eso (pero no solo por eso), ahora que empezamos en el Senado el trámite de legislar la regulación de la ayuda para morir es cuando más debemos mantener un debate sosegado sobre todos los aspectos implicados en el morir, evitando las prisas de algunos por aprobar la ley y los empeños de otros en impedir su aprobación. También debemos hacerlo por democracia, que es más, mucho más, que la fría suma del número de votos en un momento dado –aunque algunos grupos políticos parecen haberlo olvidado–.

Para realizar ese debate es fundamental aclarar conceptos, y llamar a cada cosa por su nombre. El primer concepto en aclarar es el propio término de eutanasia: proviene del término griego 'eu thanatos', que podemos traducir por buena muerte pero debemos recordar que dicha denominación hacía referencia a la muerte de los jóvenes héroes en el campo de batalla, lo que nada tiene que ver con el sentido que damos hoy a esa palabra. Porque hay quienes están empeñados en identificar eutanasia con 'buena muerte' o 'muerte digna', como si no fuera posible 'bien morir' de otras formas. Y se puede.

Hasta hace unas décadas el 99% de la población moría de forma aguda. Hoy, gracias al desarrollo social y sanitario –aunque la llegada del Covid seguramente también ha trastocado esto–, el 90% de todos nosotros moriremos tras enfermedades más largas, progresivas, degenerativas. Esto nos da tiempo para pensar y decidir, en el ámbito de la relación clínica con los profesionales que nos atienden, no iniciar o rechazar cualquier tratamiento y poder despedirnos de nuestros seres queridos.

Buena muerte es la de los pacientes que, ingresados en una UCI, y tras haber realizado el intento curativo durante un tiempo considerado adecuado por profesionales y paciente (o sus seres queridos), deciden junto con sus médicos –o han dejado escrito en su testamento vital– que, llegado un momento de su evolución, se les practique la adecuación del tratamiento de soporte vital. Es decir, que se proceda a retirar el respirador, la hemodiálisis, las drogas inotrópicas... y se les permita morir en paz.

Aceptable es, también, la muerte de las personas que, tras luchar contra su enfermedad, acaban recibiendo tratamiento paliativo y fallecen sedadas, libres de síntomas, rodeadas de sus familias. Estas tres maneras de morir, aceptadas éticamente por todo el mundo, son de obligado cumplimiento por parte de los profesionales de la salud. Son actuaciones clínicas que se realizan todos los días en los centros sanitarios, y a las que la ciudadanía tiene pleno derecho.

La eutanasia es distinta a los procesos anteriormente descritos. Eutanasia es el proceso clínico en el que un médico que, cumpliendo todos los requisitos legales, administra una medicación al paciente para provocarle directamente la muerte. Otra práctica muy distinta (y que por tanto debe ser recogida de manera explícita e individualizada en la ley) es el suicidio asistido, proceso clínico en el que un médico, habiendo satisfecho los requisitos legales, administra una receta al paciente para que éste, llegado el caso, ingiera la medicación recetada y acabe con su propia vida. A pesar de las diferencias existentes entre ellos, el texto de la ley aprobado en el Congreso recoge ambos procesos bajo el ambiguo y equívoco epígrafe de 'eutanasia'.

Dada la enorme controversia ética que este asunto suscita en la sociedad, deseo que ningún grupo político impida la necesaria deliberación sobre esta ley, a diferencia de lo ocurrido con otras como la de los Presupuestos del Estado o la de Educación. Y deseo que podamos mejorar su redacción mediante enmiendas durante su tramitación en el Senado: empezando por modificar su nombre para que mencione tanto la eutanasia como el suicidio asistido (o ninguno de ellos); diseñando una regulación especifica para cada proceso; y reconociendo, de verdad, la autonomía de las personas y su capacidad para decidir, para que los requisitos exigidos no conviertan estas solicitudes de ayuda en una larga y complicada carrera de obstáculos.

 

*Koldo Martínez es doctor en Medicina, especialista en Medicina Intensiva.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.