viernes, 16 de agosto de 2019

LA ÉTICA DE LA RENTABILIDAD


            El BBVA ha sido imputado en la Audiencia Nacional por presuntos delitos de cohecho, descubrimiento y revelación de secretos y corrupción en los negocios. Con estas actuaciones algunos dirigentes del BBVA pretendían obtener datos y hacer un seguimiento de personas contratando los servicios ilegales del excomisario Villarejo actualmente en prisión y pendiente de juicio.
            En la presentación de los resultados del primer semestre, el Consejero Delegado del BBVA ha reconocido, como no podía ser menos, que esta imputación ha “afectado a la reputación del grupo” pero, a continuación, para que nadie se preocupe, ha comentado que el negocio del banco “no ha sufrido ningún impacto directo” Es decir: nadie ha ido corriendo a la ventanilla del BBVA para sacar su dinero y evitar así, ser cómplice de este supuesto sucio negocio. Algunos se extrañarán de que a casi nadie le importe si el banco actúa o no de acuerdo con las normas de conducta y la ética que se supone deben regir el buen gobierno de una entidad tan importante, en el que tantas personas tienen depositados su dinero y su confianza. Pero yo no creo que haya que buscar muchas explicaciones a este comportamiento de los accionistas y clientes del BBVA que se muestran indiferentes ante los medios que utiliza su banco para rentabilizar su negocio, porque la mayoría de los que depositan sus ahorros en un banco y no en otro, no lo hacen en función del destino social de sus inversiones sino en razón de los intereses y dividendos que esperan conseguir. Esa es la razón de ser de las entidades bancarias y por eso nadie les pedirá cuentas ni les retirará sus depósitos si el banco ha sido responsable de desahuciar de sus viviendas a familias sin recursos, como tampoco dejamos de comprar productos baratos porque han sido elaborados en países donde a los trabajadores se les niegan sus derechos laborales y se les remunera con sueldos de miseria. Por desgracia, lo que nos importa a la mayoría de los ciudadanos es el beneficio que nos reporta el dinero que ingresamos o el dinero que gastamos. El buen gobierno de un banco se mide por su rentabilidad.

            Esta es la cultura que se ha impuesto y que no sólo sostiene las actividades económicas, sino que se ha extendido, como una densa niebla contaminante, a todas las demás actividades sociales, familiares y aún religiosas. Se trata de poner mi “yo”, en el centro de todas las relaciones, dejando a los demás al servicio de mi satisfacción económica, afectiva o social. El Papa Francisco le llama a esto la “cultura del descarte” en la que se da culto al dinero descartando lo que no sirve, lo que no rinde, lo que no interesa, y con esa mentalidad se expolia la tierra y se margina a los seres humanos negándoles su dignidad.
            La situación es muy difícil de revertir porque el capitalismo lo ha hecho muy bien y para aumentar la producción, la venta y - por supuesto - el beneficio, nos ha hecho adictos al consumo. Esa es la nueva religión que une a todos los seres humanos por encima de edades, sexo, raza y nación. “Puede que no nos guste el capitalismo pero no podemos vivir sin él”, ha escrito Yuval Noah Harari, en Sapiens, un libro que ha tenido amplia difusión.
            Y sin embargo, se van realizando experiencias económicas y sociales alternativas a este “sistema que mata” como lo denuncia este Papa con frecuencia. Y con ese fin el Papa Francisco invita a todos los economistas, emprendedores y emprendedoras del mundo a participar en el evento que tendrá lugar en Asís entre los días 26 y 28 de marzo de 2020; un evento que permitirá “conocer a quienes hoy se están formando y están empezando a estudiar y practicar una economía diferente, una que da vida y no mata, incluye y no excluye, humaniza y no deshumaniza, cuida la creación y no la despoja”. Es una iniciativa que puede despertar la esperanza, sobre todo, de los descartados por este sistema y de los que no sabemos cómo escapar de esta trampa del consumo y del beneficio que nos hace insolidarios y nos deja permanentemente insatisfechos. No es verdad que estemos al final de la historia; acaba de empezar. No es verdad que no hay otro sistema mejor; la economía puede organizarse de otra manera y nosotros podemos anticipar el cambio precisamente con el consumo, el arma que el capitalismo ha utilizado para promoverlo y difundirlo. Un consumo responsable y sostenible que busque el bienestar de todos mediante una vida sobria y solidaria en comunión con esta madre tierra. Se trata, en esta nueva cultura, de tener menos para que todos tengan lo necesario para vivir. Será difícil pero no imposible.

Juan Mari Lechosa

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