viernes, 9 de noviembre de 2018

Sublimes y confusas expresiones


LAS SUBLIMES Y CONFUSAS EXPRESIONES DEL NUEVO MISAL ROMANO
APROBADO POR LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA.

            Desde hace años, muchos curas hemos estado esperando una nueva edición del Misal Romano porque el que usábamos en la celebración de la Eucaristía contenía expresiones que se habían hecho ininteligibles no sólo para los fieles sino, incluso, para nosotros, que después de haber estudiado tres años de filosofía y cuatro de teología, no podíamos comprender el significado de muchas de sus “sublimes expresiones”. Llamaba la atención, sobre todo, la insistencia que se muestra en sus oraciones, prefacios y plegarias, en concebir la salvación eterna, como si ese fuera el único fruto de la salvación procurada por la vida de Jesús y el único objetivo de la vida cristiana. Otro tanto cabe decir del alcance de la salvación como premio o como fruto de los méritos adquiridos tal y como aparece, sobre todo, en las misas de difuntos. También hemos sufrido presidiendo la celebración, cuando para hablar de la resurrección se refería el texto del Misal, a la inmortalidad del alma, como si fueran la misma cosa.
            Se decía y no sin razón, que “lex orandi, lex credendi”, pero lo que ha sucedido es que la fe, animada por la teología, ha ido evolucionando, mientras que la liturgia, sometida a la disciplina, ha mantenido formulaciones que no expresan la fe de la Iglesia, al menos de una iglesia que ha actualizado su formulación y su vivencia tratando de hacerla adecuada para responder a los interrogantes que le plantea hoy la cultura.
            Estando en esas expectativas, la nueva edición del Misal no sólo no ha corregido todas esas formulaciones sino que las ha reforzado haciendo más inaceptable su uso para los curas y, sobre todo, para el pueblo fiel que, cuando no desconecta de la celebración, percibe la disonancia entre lo que cree y lo que le hacen rezar.
            Ya sé que algunos, como la cosa no parece tener remedio, celebran sin misal, dejándose llevar por su espíritu con la esperanza de hacerle coincidir con el Espíritu de la Iglesia y de Jesús. Lo cual no deja de ser una pretensión laudable pero insegura. Un misal debería garantizar la comunión con la fe de la Iglesia a la hora de presidir la celebración de la comunidad cristiana, pero el uso de este nuevo misal nos obliga a la improvisación para evitar que la oración contradiga o confunda la fe que muchos profesamos.
            Me ha venido este comentario a propósito de un escrito que ha llegado a mi correo publicado por el Arzobispo de Tánger, tan reconocido entre muchos de nosotros por su palabra comprometida y evangelizadora. Con mucha gracia y libertad se atreve a decir en voz alta lo que muchos de nosotros hemos comentado en voz baja. Por eso lo publicamos, para que suscite el debate y promueva propuestas que ayuden a hacer que también la fe pueda expresarse en la oración: “Lex credendi, lex orandi”.

Juan Mari Lechosa


¡Que vuelva al latín! Lo digo en serio: ¡Que vuelva el latín a la liturgia romana!

Y no piensen que he perdido el juicio. He perdido sólo la esperanza, no ya de ver retirado de la circulación el «Misal Romano. Edición típica según la tercera edición típica latina, aprobada por la Conferencia Episcopal Española y confirmada por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos», sino incluso la de ver asomar al ánimo de los pastores una mínima señal de preocupación o inquietud por el abandono en que el Misal ha dejado a los fieles.

¿Por qué volver al latín? Porque cuando el latín era la lengua ritual, los fieles suponían que con aquella lengua incomprensible el cura expresaba pensamientos sublimes, realidades misteriosas, cosas de Dios. Y ahora, que de aquella lengua del clero se ha hecho traducción literal a la lengua del pueblo, a todos ha resultado evidente que detrás de las palabras no había nada: ¡Nada!

Fíjense en el texto que padecemos esta semana en las misas del Tiempo Ordinario:
"Dios todopoderoso y eterno, haz que te presentemos una voluntad solícita y estable, y sirvamos a tu grandeza con sincero corazón."

"Concédenos, Señor, estar al servicio de tus dones con un corazón libre, para que, con la purificación de tu gracia, nos sintamos limpios por los mismos misterios que celebramos."

"Señor, haz que nos sea provechosa la celebración de las realidades del cielo, para que nos auxilien los bienes temporales y seamos instruidos por los eternos."

Me pregunto si entre los millones de fieles de lengua española se encontrará uno solo que utilice semejante fraseología. Apuesto a que no.

Entonces, por favor, volvamos al latín. Al menos, nos engañaremos un poco a nosotros mismos pensando que decimos algo.
(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).-

3 comentarios:

  1. Ojalá fuera verdad y volveríamos al latín. Nos ahorraríamos escuchar las improvisaciones de los curas de foro y sus cada vez más escasos seguidores.

    Por suerte curas como vosotros y arzobispos y obispos como monseñor Agrelo tienen cada vez menos seguidores. Si alguien se anima que entre a Facebook (Txelis es un experto) y compruebe el número de seguidores de Agrelo con Munilla por ejemplo.

    Disfruten lo cosechado.

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    1. Gracias por recordarme. Has hecho que entre en una página que ya tenía bastante descuidada. ¿Por qué no hablamos? Simplemente por cumplir el Evangelio. Tú eres evangelista. Yo quiero serlo. ¿Qué mejor ocasión? Gracias anticipadas.

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  2. Jose Luis Beltran de Otalora3 de diciembre de 2018, 18:03

    Juan Evangelista.
    Escribo sólo para decirte que el que ha respondido a tu comentario soy yo, Txelis.

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