viernes, 20 de mayo de 2011

S. GALILEA y A. PAOLI SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO 5º DE PASCUA



Jesús maestro:
camino, verdad y vida (Jn 14, 1-12)

En el Evangelio de hoy, leemos las palabras con las que Jesús anima a los Apóstoles abatidos por la previsión de las dos traiciones, la de Judas y la de Pedro. El desánimo es una tentación, de las más letales y sutiles del cris­tiano; es la tentación del miedo a haber perdido el tiempo, de no saber a dónde ir.


Debemos creer con toda nuestra fuerza en la declaración de Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. El nos guió a fin de que nuestro amor fuese en la verdad y fuese vida, no palabras. Si volvemos atrás por miedo a la incomprensión, a la persecución, o al riesgo, en ese caso ponemos en evidencia que los pasos que ya hemos dado en su seguimiento y en el compromiso con los necesitados, son fuego de paja, y que no hemos estado inspirados por un amor verdadero.

Jesús no nos dice: Les enseño el camino que deben recorrer, y les doy un tratado de la verdad que deben creer, sino: Yo soy el Camino, la Ver­dad, la Vida. Y Pedro nos dice que no sólo debemos hacer cosas agradables a Dios, sino que nosotros, nuestras personas unidas en el amor, somos el sacrificio agradable a Dios. En una palabra, la verdad se encarna en una decisión real que nos hace siempre más unidos a Dios y unidos entre nosotros.

Muchos ven la religión como una cosa aparte, como jugar al fútbol los domingos. Pero la religión está dentro de nuestra vida, de nuestras decisio­nes y de los pasos que damos para cambiar el mundo, para que los que tienen más dinero y poder no abusen de los que tienen menos. En esta forma nos hacemos también camino para los demás. Como dice el Evange­lio, por nuestras obras, por nuestro compromiso cristiano claro y decidido, los que circulan a nuestro alrededor deberían poder encontrar a Cristo.

Daríamos respuesta a la pregunta que se hacen muchos: ¿Qué ganaré con ser cristiano? Mostraríamos que Cristo da el sentido de nuestro actuar y de nuestro sacrificio; que nos garantiza que no pasaremos, en nuestras actividades, de una motivación de amor a una motivación de egoísmo, de ambición, de provecho. Que nos hace descubrir cantidad de nuevos hori­zontes, transformándonos, poco a poco, en hombres nuevos... Muchos inquietos por el cristianismo, sobre todo jóvenes, temen transformarse en beatos de sacristía. Por el contrario, Cristo daría a su natural tendencia inconformista y a su espíritu revolucionario una motivación de amor, claridad y continuidad.

Es difícil que cuando alguien se interroga sinceramente sobre el Camino y la Verdad de su vida, Cristo lo deje solo.

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