miércoles, 10 de julio de 2019

Por un nuevo rumbo en la iglesia de Bizkaia



Artículo de opinión
Julio 2019.
Javier Madrazo Lavín


Escribo estas líneas desde la inquietud y la preocupación que siento ante las noticias aparecidas en referencia a la apuesta estratégica adoptada por la jerarquía de la diócesis de Bizkaia en relación a la unificación de toda la estructura diocesana en un equipamiento único, sito en el ensanche bilbaíno.

Actuación que ha sido justificada con razones más económicas o jurídicas que pastorales. Me refiero al proyecto denominado Bizkeliza Etxea o “Sede única”, objeto de contestación ciudadana, que ha generado en muchos sectores de la comunidad cristiana profundas reservas e interrogantes.

Lo hago igualmente desde la convicción de que la construcción de la comunidad eclesial es una tarea que nos concierne a todos los creyentes.

Nos encontramos ante una decisión irreversible, adoptada en clave neoliberal, por un círculo reducido, sin el debate y el consenso necesarios, que a última hora se ha querido legitimar, ante los recelos existentes, dándole un barniz participativo. Un proceso participativo apresurado, acotado en sus términos, sin información suficiente, más testimonial que real, que en nada ha contribuido a mitigar el malestar existente. Lo cual agudiza la crisis de representación y la desafección hacia unos órganos diocesanos cuyo quehacer no es “recibido” por amplios sectores de la comunidad cristiana.

Dada la envergadura del proyecto se necesitaría una amplia información, un profundo debate y una consulta (real) a todo el pueblo de Dios. Por supuesto, que se debe apostar por la economía de escala y por la optimización de los recursos.

Parece razonable unificar y centralizar ciertos servicios y departamentos diocesanos, fundamentalmente los culturales, educativos o los medios de comunicación.

Ciertamente no tiene mucho sentido tener cuatro bibliotecas dispersas en el territorio. También parece sensato trasladar de Derio al centro de Bilbao a la fundación Labayru facilitando de este modo el acceso de la población a sus servicios de promoción, investigación y difusión de la lengua y cultura vasca. O que Radio Popular o Bizkaia Irratia puedan compartir espacio con esas instituciones si eso supone un ahorro de costes. Esta posición es igualmente válida en los casos de la escuela de Magisterio Begoñako Andra Mari, la librería Jakinbide o el Archivo Histórico Eclesiástico de Bizkaia. Son todas ellas instituciones que pueden compartir ubicación aprovechando sinergias.

La pregunta que hay que hacerse es si para albergar todos estos organismos es necesario realizar este macro-edificio.

Es sabido que en el centro de Bilbao hay muchos edificios y templos que se están quedando, o se van a quedar, vacíos.

Inmuebles que sin duda alguna, podrían ser útiles para atender las necesidades esgrimidas por el Obispado, máxime cuando desde un punto de vista de sostenibilidad económica y medioambiental parece más lógico aprovechar la ciudad ya construida que embarcarse en un proyecto urbanístico de la envergadura de Bizkeliza Etxea.

Las reservas se agudizan ante esta operación urbanística, cuando para viabilizarla es necesario llevar de socio a un organismo sanitario privado como es Mutualia. Difícil de asumir para quienes defendemos servicios públicos de calidad, entre ellos la Sanidad.

A este hecho, se une el anuncio de la Universidad de Deusto que tiene previsto inaugurar una nueva facultad de Medicina privada en Zorrozaurre para competir con el campus de Leioa, reconocido por su prestigio y buen posicionamiento. Apuesta que muchos vemos como un fortalecimiento de la sanidad privada, de unos pocos y para unos pocos, frente a la pública, de todos y para todos.


Para poder hacer este debate con solvencia, se necesita disponer de una información, de la que carecemos en la actualidad: situación económica de la diócesis, destino y previsiones de los locales que quedarán vacíos tras el traslado a la llamada “sede única”, así como de los edificios y templos que se prevé cerrar en un futuro cercano. Es urgente socializar y compartir de forma transparente las respuestas a estas cuestiones si verdaderamente se quiere avanzar hacia una Iglesia corresponsable donde el laicado no siga teniendo un papel secundario y subalterno.

Somos muchas las voces que entendemos que la elección de Abando como referente del proyecto Bizkeliza Etxea no es indiferente ni neutro. El lugar social desde el que desempeñar una misión condiciona la imagen, coherencia y credibilidad de quien la realiza. Carece de sentido y constituye un error, pretender centralizar y ubicar en un único edificio todas las instituciones, asociaciones, y movimientos dedicados a la evangelización y al trabajo pastoral, que hoy tienen su referencia en Barria, en pleno corazón del Casco Viejo.

Tampoco se justifica el traslado de Cáritas, organismo dedicado al trabajo en favor de la justicia y de los sectores más desfavorecidos y vulnerables, cuyos destinatarios requieren autonomía y privacidad. Lo mismo cabe decir de Lagungo, organismo de información y terapia para familias en situación de dificultades de relación y convivencia.

Este modelo hiper-centralista conecta más con una visión clerical, tenerlo todo a mano y controlado, que con una Iglesia que quiere ser verdadera comunidad de comunidades y que quiere avanzar hacia la descentralización. La imagen de Iglesia que trasmite este proyecto no tiene nada que ver con la de esa comunidad que quiere vivir en las periferias comprometida con la causa de los empobrecidos.

Se anuncian cierre de templos en base a la escasez de curas. Esto es querer seguir poniendo parches y no querer abordar de raíz el modelo de Iglesia por el que se apuesta de verdad.

Me parece que hay que planificar el futuro partiendo de las comunidades de base por pequeñas que estas sean. Cerrando locales grandes y abriendo otros pequeños en los diferentes rincones del territorio histórico. Comunidades vivas basadas en la corresponsabilidad y ministerialidad. Donde haya celebraciones de la palabra y eucaristías quincenales si no pueden ser semanales.

De la mano del Papa Francisco, se abordarán en los próximos meses, cuestiones de fondo para la Iglesia universal como son el acceso de la mujer al ministerio ordenado o el acceso al sacerdocio de personas casadas (los conocidos como “viri probati“) que estará en la agenda del Sínodo de la Amazonía.

Creo que después de transcurridos 35 años desde la última, es momento de volver a solicitar una nueva Asamblea Diocesana. Hacer balance de lo realizado, analizar la situación presente y abordar respuestas valientes a los retos pendientes.

Dejarse llevar por la inercia, vivir de los tiempos gloriosos pasados, hacer lecturas autocomplacientes, no contribuirán a abordar los problemas estructurales que hoy tiene planteados nuestra Iglesia diocesana. Mirar para otro lado no resolverá nada. El envejecimiento de la comunidad diocesana es más que evidente. Una cosa es ser resto y otra ser residuo.

El nuevo papado sitúa a las diócesis ante su propia responsabilidad. Lo que no se haga desde las Iglesias particulares no lo podrá resolver el Papa desde Roma. Vivimos tiempos nuevos. Tiempos de esperanza. Hagamos los deberes.



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