lunes, 18 de junio de 2018

Es posible renovar la convivencia




El proceso seguido de escucha y diálogo

Un grupo de personas a las que nos une la espiritualidad de San Ignacio y la preocupación por la justicia, convocadas y acogidas por los centros Cristianisme i Justícia (Barcelona) y Entre Paréntesis (Madrid), nos hemos encontrado a lo largo de los últimos meses para compartir nuestro sentir y parecer sobre la situación dentro de Cataluña y su relación con el conjunto de España. Vivimos en Barcelona, Madrid y Sevilla. Historias diversas y pertenencias múltiples nos definen.

El objetivo primero de estos encuentros fue escucharnos en acogida. Expresar con honestidad y libertad, en un espacio seguro, las emociones que nos ha producido esta difícil situación. Al cabo de un tiempo, avanzamos hacia la opinión sobre lo que ocurre y a la consideración de lo que se podría hacer para aminorar el daño e intuir arreglos.

Nos hemos atrevido a plasmar por escrito algunos puntos, fruto de estos encuentros, sin más pretensión que ofrecerlos a otras personas y colectivos para abrir espacio y ventanas a la reflexión desde unos valores compartidos, y para animar a otros a emprender el mismo camino.

No compartimos la misma posición. Lo recogido en este escrito no refleja unanimidad homogeneizadora. Al contrario, no todas estamos de acuerdo con todo tal y como se recoge; a otros nos habría gustado decir más o menos. Sin embargo, es un primer paso, un mínimo común denominador desde donde seguir avanzando en nuestro proceso de entendernos y escucharnos, de tender puentes y buscar salidas consensuadas a esta crisis. Aquí reside el valor de este documento.

Sugerimos leer este escrito con actitud parecida, de apertura, no de parte, cuestionando lo que tenemos enquistado, con ojos que miran despacio antes de juzgar. Reconocemos que no es fácil tomar distancia en un conflicto tan agudo, lo comprobamos en cada una de nosotras.

Puede ayudar acercarse desde los valores más hondos e íntimos, en los que el (re)encuentro con el otro es posible. Sacudiéndonos, si hace falta, la carga de emoción negativa, fruto de una fuerte polarización, en un conflicto que no debería haber salido del marco del debate político.


Cómo nos sentimos

Sentimos una diversidad de emociones: dolor por las rupturas, solidaridad con quienes más sufren en este proceso, incertidumbre por lo que vendrá, cansancio por la energía invertida, incomprensión con los otros y con uno mismo, miedo por el futuro, por las heridas ya abiertas y las que podrían abrirse.


Creemos que las actitudes personales son esenciales para reparar y para superar bloqueos y rupturas. Si algo falta en este tiempo es el respeto hondo por la posición ajena, la voluntad de acogerla más allá de las razones, la aceptación de la diversidad de trayectorias y procedencias que tanto influyen en cómo cada persona se ubica y actúa. Nada de lo anterior anula el debate y la discrepancia, solo los colocan en otra dimensión de posibilidad. Anhelamos más diálogo verdadero.

Un conflicto mal gestionado, que genera brechas, no debería poner en riesgo vínculos hondos. De amor y amistad, de familia y hermandad. Puentes que vuelan, grupos que se distancian, silencios severos para evitar la confrontación. La fraternidad entre seres humanos, que respeta y valora las identidades diversas, también las trasciende. La fraternidad debe cuidarse, preservarse en todo lo posible.

Qué vemos

Una fractura política y social en Cataluña y de ésta con el conjunto de España. Observamos cómo esa quiebra en la convivencia es alimentada por el cliché y la simplificación, por la palabra agresiva, la superioridad y la descalificación del otro. Los agravios viscerales son azuzados para afianzar posiciones políticas. El liderazgo político ha fallado, cayendo en tácticas de corto plazo que satisfacen a cada bando, pero que dificultan el diálogo y la búsqueda de arreglos.

A medida que se deteriora la situación se desvanece el reconocimiento del otro, ya sea como persona o como sujeto político respetable, aunque mantenga una posición contraria a la propia.

Sea ese “otro” la mitad de la población de Cataluña no independentista, la mitad que sí lo es, o la diversidad de sectores y posiciones en relación con este asunto en el conjunto de la población española.

El sentido de pertenencia a una nación y un pueblo, positivo en su raíz, se ha convertido para algunos en arma arrojadiza, en lugar de fuente de contribución, desde la diversidad, a la sociedad en su conjunto. Los nacionalismos, catalán y español, exacerbados en este tiempo, fomentan ahora actitudes excluyentes del contrario, utilizando la identidad en su vertiente más intolerante. Se difumina para algunos la idea de que el Estado español no es homogéneo, sino que se configura desde múltiples pertenencias, culturas y nacionalidades, que pueden convivir y conformar una realidad abierta, que aporte a una Europa de valores.

Meses sometidos a una mecánica de “acción-reacción-acción” han provocado una espiral en la cual se ha vaciado el espacio intermedio, que resulta esencial en cualquier conflicto para su resolución, para apuntar y promover alternativas.

Las posiciones se han polarizado hasta un extremo asfixiante para quien pretende entablar un diálogo razonado y matizado. Siempre existe un motivo incuestionable para argumentar el “conmigo o contra mí”, hacia personas, instituciones y organizaciones que optan por el silencio o por una posición acotada y no alineada por completo con ninguno de los polos. Ambas son opciones (el silencio y la duda) y son tan respetables como las posiciones de cada lado.

Cualquier gesto, así sea evidente en la defensa rigurosa de derechos fundamentales, es interpretado por un bando como traición y manipulado por el otro como alineamiento completo con lo propio.

Constatamos que se han vulnerado leyes fundamentales en este proceso, siendo el respeto al marco legal un elemento esencial para la convivencia y la estabilidad social en el contexto de un Estado social y democrático de Derecho. Dicho esto, consideramos que, ante el fallo de la política, a lo judicial se le asigna un papel excesivo en esta crisis. Echamos en falta más política de altura, capaz de plantear escenarios susceptibles de hacer evolucionar el marco político y legislativo.

Por otro lado, asistimos al debilitamiento de los derechos civiles. Se trata de una tendencia global de cierre de espacios y limitación de derechos, que también se sufre en España. Un hecho que no es ajeno a la situación en Cataluña, aunque trasciende la misma. Las acusaciones asociadas con el terrorismo, la prisión preventiva y las limitaciones a la libertad de expresión y manifestación nos parecen, en ocasiones, desproporcionadas.

El conflicto actual está dejando de lado la solidaridad cuando hay numerosas urgencias sociales que gritan alrededor. Urgencias agravadas por tendencias neoliberales que, en ambos espacios, usan lo nacional para tapar los desafíos sociales. La desigualdad, la precariedad laboral, la exclusión y la pobreza infantil, los desafíos migratorios y de sostenibilidad. Iniciativas positivas han quedado frustradas en medio de este conflicto que se ha convertido en un todo que todo lo impregna y que desvía ingentes energías políticas y sociales, que deberían volcarse en estas causas sociales impostergables.


Qué se podría hacer

Dada esta situación, creemos que se necesita un modo de hacer diferente, que no deje que el conflicto se enquiste, que lo aborde con altura de miras para apuntar vías de solución. Entre ellas:

  Recuperar, alentar y valorar los canales de diálogo. No solo al máximo nivel político, aunque esto sea indispensable, sino también entre grupos sociales, económicos y culturales. Dialogar es más que intercambiar posiciones encastilladas e inamovibles. Exige, más allá de las tácticas, una predisposición honesta a tender puentes, ceder y buscar alternativas posibles. Exige, al menos, reconocimiento, escucha y respeto a la posición del otro.

  Dado el equilibrio en el voto y el necesario respeto a los cauces legales existentes, se debe renunciar a la unilateralidad en la declaración y construcción efectiva de la independencia y de la institucionalidad asociada. Al tiempo, todos los actores implicados, más allá de lo que consideren al respecto, deben reconocer la legitimidad de la opción por la independencia, la posibilidad de promoverla dentro de la legalidad y la necesidad de algunos cambios legales. El compromiso con la no violencia debe ser renovado y respetado por todas las partes.

  Todas las personas y grupos políticos debemos acatar los marcos legales que nos damos como sociedad, conformados de forma democrática y respetando los derechos de las minorías. Dicho esto, cualquier marco legal es susceptible de cambiar, por demandas de la propia población y para adaptarse al paso del tiempo. Dada la situación actual en Cataluña, pero también por otras demandas de reconocimiento de derechos sociales, económicos y ambientales, creemos que es conveniente considerar un proceso de reforma de la Constitución.

  Esta reforma, y la renovación social que debe acompañarla, tendría que ofrecer un marco en el que se reconozca y promueva la diversidad de culturas políticas presentes en el país y su influencia en el conjunto. Son tiempos de igualdad de derechos, no de uniformidad de culturas ni de pertenencias. La estructuración del Estado no puede hacerse desde un centro homogeneizador sino desde la valoración, visibilidad y contribución de pueblos y culturas. Lo diferente no puede ser aislado, sino valorado y exigido en su contribución a bienes públicos mayores.

  Desde el respeto al sistema judicial, esencial en un Estado de Derecho, consideramos que la vía judicial debería utilizarse con mesura. Al igual que muchas juristas y organizaciones defensoras de derechos humanos, como Amnistía Internacional, consideramos que las acusaciones de rebelión y sedición son desproporcionadas, como nos parecen excesivas algunas medidas provisionales adoptadas. Creemos que las personas que permanecen en prisión preventiva debido a este proceso, deberían ser puestas en libertad a la espera de juicio, ajustando la acusación a delitos proporcionales. Más allá de las cuestiones jurídicas, el encarcelamiento de políticos y líderes sociales eleva el muro del enfrentamiento y dificulta posibles salidas.

  Se deben garantizar los derechos civiles y políticos de toda la población de forma escrupulosa, garantizando la libre expresión de todas las personas dentro y fuera de Cataluña y el respeto a su diversidad. Conviene evitar reprimir o sancionar desproporcionadamente delitos menos graves. Terrorismo es una acusación de extrema gravedad y considerar así actos recientes en Cataluña nos parece también un agravio hacia las víctimas de atentados terroristas.

  Las urgencias sociales, más que nunca, deben ocupar el primer lugar de la agenda política. De la catalana y de la española. La paz, la globalización de la desigualdad, del cambio climático y de la injusticia, exigen respuestas colectivas de toda persona u organización que afirme luchar por los derechos sociales y económicos. Avanzar en la agenda social no necesariamente allanará el camino para salir de esta crisis política. Se trata de un imperativo de por sí, indispensable para quienes sufren la pobreza y la violencia y para quienes se enfrentan a ella.

  Los principales dirigentes políticos han mostrado, hasta ahora, su incapacidad para resolver la crisis, ahondando frecuentemente en ella y trasladando el conflicto a la calle. Necesitamos nuevas formas de liderazgo político, generoso e inteligente, que ponga por delante el bien común sobre los intereses de partido, electorales o de futuro personal, para centrarse en buscar arreglos, limitar los daños futuros y reparar las heridas pasadas. En este sentido se abre una ventana de oportunidad con los recientes cambios en los respectivos gobiernos, los animamos a aprovechar esta situación: necesitamos líderes políticos que hagan política activa y de altura sin alentar la confrontación social.

  Los medios de comunicación y líderes de opinión tienen un rol fundamental en conflictos y crisis políticas de esta dimensión. Pueden exaltar las posiciones, ahondando en la brecha e incluso cayendo en la manipulación de hechos y posiciones. O pueden, y deben, proporcionar información veraz y opinión que contribuyan a tomar posición pero que eviten la descalificación y la simplificación. Consideramos que, salvo excepciones, actúan más de la primera manera, contribuyendo a conformar agravios y alentar bandos, en lugar de promover debates razonados y equilibrados que recojan lo complejo y sensible de esta situación.


Continuar tendiendo puentes

Hemos querido mostrar nuestra profunda preocupación por lo que vemos y señalar algunos caminos a transitar para buscar arreglos indispensables. Corremos el riesgo de que se enquiste esta situación de quiebra social y política por muchos años, marcando a varias generaciones y con el peligro de alcanzar niveles mayores de conflictividad. Es urgente ponerse en disposición de buscar soluciones, saliendo del modo de victoria y humillación, de posiciones maximalistas y manipuladoras.

Somos conscientes de que no es fácil. Requiere gran audacia, un hondo sentido de fraternidad universal y esperanza puesta en el bien común. Creemos que esa esperanza no solo es necesaria, sino que tiene agarre y posibilidad.

Claro que es posible renovar la convivencia, recuperar espacios de diálogo y reconstruir desde la política y las personas una sociedad que nos acoja a todas en nuestra diversidad. Solo hay que empezar mirando al otro como igual, a cada persona en todo su valor y dignidad.

El espacio se ensancha cuando miramos, hablamos y actuamos desde una perspectiva más amplia que incluye al otro. En cambio, cuando absolutizamos nuestro punto de vista, constreñimos nuestro espacio interior y también el común, y nos rasgamos unos a otros porque no hay lugar para todos. No podemos esperar a abrir este espacio hasta que el otro esté dispuesto a hacerlo. Este ámbito comienza a aparecer cuando uno da el primer paso y actúa con valentía y generosidad, dando un voto de confianza al otro, tantas veces como sea necesario. «-¿Hasta siete veces? -No, hasta setenta veces siete» (Mt 18,21-22).
Cada una de esas veces me aproxima al otro, el cual, al sentirse reconocido, tarde o temprano también me reconocerá y podremos descubrir un espacio que sea fecundo para todos. ¿No es ésta la oportunidad que tenemos para crecer todos juntos en mayor capacidad de alteridad?” (Xavier Melloni S.J.)



Xavier Casanovas (Barcelona), Jaime Tatay (Madrid), Oscar Mateos (Barcelona), Mª Carmen de la Fuente (L’Hospitalet del Llobregat), Cristina Manzanedo (Madrid), Cristina Gortázar (Madrid), Ángela Ordóñez (Madrid), Pablo Font Oporto (Sevilla), Josep F. Mària (Sant Cugat del Vallès), Graciela Amo (Madrid), Juan Mezo (Barcelona).

12 de junio de 2018


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