domingo, 23 de abril de 2023

El Opus Dei agacha la cabeza (o eso dice) ante Francisco: "Queremos ser dóciles al Papa"

Fuente:    Il Sismografo

Por:   José Lorenzo, El Confidencial

23/04/2023

 


El prelado del Opus Dei, en cuanto tal, ya no gozará de la distinción de ser ordenado obispo ni podrá usar sus símbolos -- El 2022 fue el annus horribilis del Opus Dei. Se lo amargó el papa Francisco. Aunque nunca lo reconocerán abiertamente. Tendría que haber sido el de la conmemoración por el 40º aniversario de una fecha histórica en el influyente movimiento fundado por Josemaría Escrivá de Balaguer, el de su elección por Juan Pablo II como prelatura personal, lo que de facto lo convertía en una organización sin parangón en la Iglesia católica, una especie de diócesis con estructura jerárquica propia y la prerrogativa de que su superior (prelado) fuese nombrado obispo. En definitiva, el Papa polaco premiaba con una distinción única a una organización que estaba llamada a jugar un destacado papel durante su pontificado, solo comparable al número de suspicacias y desconfianzas que levantaba en otros sectores de la misma Iglesia.

Sin ir más lejos, entre los jesuitas, la orden religiosa a la que pertenece Jorge Mario Bergoglio, el Papa argentino que, de un plumazo, el 14 de julio del año pasado, a cuatro meses de la esperada efeméride, puso en cuestión todo lo conseguido con Juan Pablo II mediante un decreto de su puño y letra que, en definitiva, si no era una 'degradación', se le parecía mucho, por más que el propio Francisco tratase de despejar esa sensación. Y es que el motu proprio Ad Charisma tuendum —con la excusa de que debía ajustarse a Praedicate Evangelium, la nueva constitución apostólica que desde junio de 2022 regula la Curia y órganos de gobierno del Vaticano —modificaba aspectos nucleares de Ut sit, el otro decreto con el que el Papa polaco erigió la Prelatura en el año 1982.


El prelado, 'degradado'

Ahora, el prelado del Opus Dei, en cuanto tal, ya no gozará de la distinción de ser ordenado obispo ni podrá usar sus símbolos, con lo cual la Prelatura (la única existente en la Iglesia universal) deja de pertenecer a la estructura jerárquica de la Iglesia y no podrá equiparse a una diócesis; deja, por tanto, de depender de la Congregación para los Obispos para pasar a la del Clero y debe rendir cuentas al Vaticano con informes anuales, en lugar de cada quinquenio. Todo ello obliga —y así lo hacía constar el Papa— a reformar los estatutos de una institución que acoge en la actualidad en los cinco continentes a 93.600 personas, de las cuales 2.093 son sacerdotes. Además, la relación con la 'clase de tropa', esos 90.000 miembros, hombres y mujeres, algunos con votos celibatarios, ya no es de autoridad, sino una relación basada en un pacto de colaboración. El Opus Dei, por tanto, será considerado una mera estructura clerical y, por tanto, similar en su configuración a la de las congregaciones y órdenes masculinas. Era el fin de la exclusividad y la distinción. Vuelta a los orígenes, a aquella intuición del santo aragonés que se plasmó en 1928 en la creación del Opus Dei, nombre que ya disgustó al entonces director espiritual de Escrivá de Balaguer, el jesuita Valentín Sánchez Ruiz, primero de los desencuentros que la Obra tendría con los hijos de San Ignacio de Loyola.

El decreto de Francisco cayó como una bomba en la Prelatura pero, como es habitual, la Obra sorbió para dentro y mostró el mejor rostro de la comunión con el Papa. Creadora hace veinte años de la 'doctrina de la limonada' con la que resistió la embestida de Dan Brown y su saga de aquel fenómeno de masas en el que se convirtió El Código Da Vinci, a diferencia de otros movimientos eclesiales a los que Francisco ha ajustado también las tuercas después de años de deferencias por parte de los papas predecesores, allí nadie iba a mover ni un músculo de la cara que pudiese mostrar pesar. "Aceptación filial", dijo el prelado, Fernando Ocáriz, español como todos los sucesores de Escrivá hasta la fecha. Aunque Francisco, en definitiva, le hiciera dar la vuelta como un calcetín a su defensa cerrada, años antes, de la figura del obispo para ejercer la autoridad en una organización como la que ya se había expandido por todo el mundo. Y así, Ocáriz —cuya elección al frente del Opus Dei fue ratificada por Francisco en 2017 y de quien en un principio esperaba que también le nombrase obispo— pasó de argumentar que "la jurisdicción del Prelado sobre los fieles laicos del Opus Dei" debería ser "una jurisdicción de naturaleza episcopal: no existe, en efecto, otra posibilidad teológica", a sostener, ocho días después de la publicación del decreto de Bergoglio, que "la ordenación episcopal del prelado no era ni es necesaria para la guía del Opus Dei".


La solución, a la vuelta de verano

El caso es que ahora el Opus ha puesto toda su maquinaria intelectual, que no es escasa, a funcionar para tratar de dar respuesta al pedido del Papa y cambiar sin que parezca que están cambiando. "Una vuelta al carisma fundacional", lo llaman ellos y lo reclamó el Papa en el sentido de desmontar la pirámide jerárquica que habían ido levantando con el tiempo y el poder adquirido. A ello han consagrado el congreso extraordinario celebrado en Roma del 12 al 16 de abril para estudiar las modificaciones solicitadas, claras y concretas, aunque no será probablemente hasta la vuelta del verano —en septiembre, señalan algunas fuentes— cuando la Obra entregue en el Vaticano, en el Dicasterio para el Clero (ahora el encargado de supervisarles) la reforma de sus estatutos para que les den su aprobación o insten a las modificaciones oportunas. Aunque será el Papa, que es el legislador en la materia, quien finalmente decidirá si le convencen o no.

Mientras tanto, nada se sabe de lo tratado en ese congreso extraordinario, en el que participaron 274 miembros en un clima de "serenidad", como reconoció Ocáriz en un mensaje a la conclusión del mismo. Si hay una institución capaz de conseguir que ni uno de esos participantes filtre una sola línea de las propuestas estudiadas esos días es la que fundó el sacerdote de Barbastro. Ni una idea, ni una queja, ni una mueca. Es la consigna. Solo buenas palabras y gratitud hacia el Papa, a pesar del navajazo, como lo han llamado algunos, aunque en el Opus rechazan estas interpretaciones "mundanas". De hecho, dice en Roma, en la Prelatura, que lo que realmente ha hecho Francisco con ese indudable reajuste es "darle un empuje" al Opus Dei. Es el destilado del limón con agua azucarada, y aunque no llegan a afirmar, en consecuencia, que entonces el motu proprio estaba plenamente justificado y ha resultado ser bueno, se reitera como un mantra el "querer ser dóciles al Papa, porque es algo central para nosotros. Estamos para servir a la Iglesia, no a nuestros propios intereses", señalan a El Confidencial miembros cualificados de la Obra en Roma.
Y a modo de prueba de esa sumisión, en una coincidencia que no es tal, a la vez que se celebraba el congreso extraordinario del que habrá de salir un 'nuevo' Opus Dei, la Prelatura reconocía a través de sendas notas de prensa que varios miembros de la Obra habían cometido una serie de abusos sexuales a menores en Portugal, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Tras años de resistencias, falta de transparencia y añagazas (como en el caso Gaztelueta en España, que Francisco, en un gesto extraordinario, mandó volver a juzgar canónicamente tras sentencia condenatoria civil firme por parte del Tribunal Supremo al profesor denunciado de ese colegio vasco), esas dos notas pretenden ser el reconocimiento de que también en la gestión de sus propios abusos pretenden cambiar, en línea con la política de tolerancia cero exigida por Francisco. "Ayuda a poner de manifiesto que el Opus Dei no era ajeno a los problemas de la Iglesia… y de la sociedad", se añade en una fórmula alambicada que sortea palabras todavía tabús y que indudablemente no satisfará a las víctimas, pero que en los códigos en los que se maneja el Opus supone romper algún que otro techo de cristal, por lo menos mientras dure este pontificado, quizás un par de años más.


"Están rabiando"

Sin embargo, esta diligencia y cuidado con el que la Obra manifiesta haber acogido la petición clara y firme de Francisco de desmontar su estructura de 'diócesis paralela', con su propio clero y feligresía, "ha hecho mucho daño y están muy enfadados", reconoce una fuente cercana a Santa Marta, donde reside el Papa. "Están rabiando", añaden tras encontrar el verbo condensatorio. "El motu proprio les ha tocado en la línea de flotación: el tema de su carisma. Y sin que puedan ser ya nombrados obispos, con todas sus prerrogativas, todo lo que salga de los nuevos estatutos que presenten será siempre una rebaja de lo que eran hasta ahora. Y sin olvidar que será finalmente Francisco quien tenga la última palabra sobre sus modificaciones".

Refuta esta fuente el clima de "serenidad" con el que el prelado Ocáriz ha asegurado que se ha desarrollado este congreso extraordinario. "Hay una división fuerte en el Opus Dei", señala. "Es una especie de rebelión interior, aunque dan una imagen de obediencia —en lo que son especialistas— porque les interesa y porque tienen un control muy fuerte sobre su gente", añade. "Y la solución va a ser problemática". 

 

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