lunes, 20 de marzo de 2023

El Papa con Fontevecchia: Peronismo

Un nuevo fragmento de la imperdible entrevista con el Papa Francisco por sus 10 años de papado. El análisis del peronismo, engranaje vital de la política argentina.

Fuente:    Perfil

Por   Jorge Fontevecchia

17/03/2023


El Papa Francisco, preparándose para la entrevista con Jorge Fontevecchia.

Se le atribuye a usted ser un papa peronista, ¿usted se autopercibe como peronista? 

—Cuando me hacen esa pregunta, le hago una confidencia, me la hacen en un tono tal como si me preguntaran: “Dígame una cosa...” 

—“¿Usted es una mala persona?”

—“Usted fue leproso y se curó”, porque una lepra... Le cuento un poco mi... 

—Pero no es mi intención. 

—No, ya lo sé, pero le digo lo que yo vivo, como diciendo: “¡Uy cuidado!” Mi familia, cuatro abuelos de los cuales tres italianos y uno argentino, hijo de genovés. Este argentino hijo de genoveses, hizo Cura Malal, la segunda tanda, y era radical del 90. Era un carpintero y en esas casas viejas, Quintino Bocayuva 556, casa de dos patios y fondo, allá en el fondo donde estaba el gallinero, estaba el taller de él. Lo estoy viendo tomando té con vino, con un hombre de barba blanca que le vendía las anilinas. Un día mi abuela me dice: “¿sabes quién es Don Elpidio?, fue vicepresidente de la República” y le vendía las anilinas en diez minutos y después hablaban dos horas de política. Mi abuelo era radical del 90. Yo me acuerdo de mi abuelo, lo estoy viendo cuando salía a la calle, cuando iba a la iglesia o a una reunión radical, salir de galera, polainas y bastón. Su amistad con los radicales era por Elpidio González, y nuestra familia heredó siempre ese ser radical. Cuando empezó el movimiento peronista, fueron antiperonistas tremendos. Y en los tiempos ya un poco más dictatoriales, por usar una palabra forzada quizás, que no quiero usar...

—Más autoritario.

—Más autoritario del peronismo, en donde La Prensa estaba controlada y nosotros comprábamos La Nación. Los días pasaban, los chicos socialistas vendiendo La Vanguardia, papá salía a comprar La Vanguardia porque era uno de los medios que traía otra cosa.
“Yo no inventé nada. Puse en obra, ayudado por la Comisión de Cardenales, aquello que en el Precónclave se dijo que el nuevo papa tenía que hacer”

—El periódico del Partido Socialista. 

—En el 45, me acuerdo lo que fue Plaza Francia, aquel acto donde fue desde Regina Pacini de Alvear, hasta Américo Ghioldi, hasta el socialismo más moderado. No fue el marxismo revolucionario de Ruben Ciscaro, qué curioso, no fue. Pero los demás, estaban todos ahí. Eso me lo acuerdo, yo tenía 9 años, en casa era como ir a la peregrinación a Luján, ir ahí era sagrado. Fuimos porque había que salvar la democracia, yo vengo de esa familia… 

—¿Se podría decir antiperonista?

—Total, ¡gorila! en el peor sentido de la palabra. Que era un poco el sentido de la clase media bienpensante de esa época. Incluso me acuerdo cuando volvieron de Plaza Francia, los cantitos que habían aprendido ahí. Me acuerdo de uno que no lo voy a repetir porque es de mal gusto, pero me los acuerdo todavía. Como obispo me tocó acompañar a una de las hermanas de Evita, la última que murió, la esposa de Bertolini, que venía a confesarse conmigo, una mujer buena. Se me licuó ese antiperonismo y pude dialogar con gente peronista bien, gente sana, como había radicales sanos. Lo importante del peronismo, lo que llamó la atención de ciertos grupos más católicos, fue la elaboración de la “Doctrina Social de la Iglesia” que la hizo el arzobispo de Resistencia, monseñor De Carlo. Eso es histórico, a tal punto que en el seminario de Resistencia, que se lo hizo Perón a De Carlo. Perón hablaba a la plaza desde el balcón, y un día se ve que había oído cosas y quiso defender al arzobispo. Y dijo esto textual: “Quiero aclarar una cosa, dicen que De Carlo es peronista, mentira, Perón es decarlista”. O sea, ahí había una fusión, porque De Carlo le dio la redacción de la “Doctrina Social de la Iglesia” que Perón la asumió. O sea que, el peronismo es un movimiento popular que tiene un largo camino y que convocó a mucha gente con proyectos de justicia social en un momento político. Pero mi familia ciertamente era antiperonista y yo tuve que tratar con toda la gente y cambiar un poco la perspectiva. Incluso historias más domésticas que me contó la señora de Bertolini, a mí me abrieron los ojos de la crueldad de lo que fue también la persecución de la Revolución Libertadora, es la verdad. “La humildad es la verdad. Es muy fácil creérsela desde aquí, ¿quién le va a mojar la oreja al papa?”

—¿Y a qué atribuye que se lo sindique a usted como peronista? 

—Será porque como hombre de gobierno abrí todo el juego. Incluso me acusaban de ser de la institución Guardia de Hierro, ¿por qué? 

—Sí, se menciona su vinculación con el grupo peronista Guardia de Hierro. 

—Porque cuando hubo que pasar la Universidad del Salvador a los laicos, había varios de Guardia de Hierro, yo no tenía la menor idea. Después lo llevaron adelante, a los pocos años tuvieron su conflicto y ahí tuve que poner a una gran mujer liberal, pero una gran mujer, Mecha Terrén, como rectora, quien fue la que equilibró la Universidad del Salvador. 

—¿Por qué usted cree que lo califican de peronista?, ¿lo hacen  con un sentido peyorativo? 

—No tengo idea, quizás por ciertas propuestas sociales, pero me podrían decir socialista. Yo sobre esto hablé mucho con Clelia Iscaro, la hermana del político. Ella venía a verme al arzobispado a pedirme plata para “Nuestra Palabra”, y yo se la daba y se quedaba charlando, fumaba como una chimenea, 80 años, una gran mujer, la respeto, recontraizquierdista, pero una gran mujer. Como otras mujeres políticas, como Alicia Moreau, por ejemplo, que también la conocí, grandes mujeres.

—Alicia Moreau me dio mucho coraje en la fundación de Editorial Perfil. En 1893, el papa León XXIII, en la encíclica “Rerum Novarum” dio su apoyo al derecho laboral y a la formación de los sindicatos, y el peronismo fue de alguna manera el partido de los trabajadores, ¿cuál es su visión actual sobre el papel de los sindicatos? 

—A los sindicatos les pasa lo que a toda institución, sea eclesiástica o no eclesiástica. Si no vive en una continua renovación, pierde fuerza y a veces se echa a perder. Es propio del sindicalista negociar, tiene que negociar, pero tiene que ser muy viva su vocación para no vender a su pueblo. En el mundo hay casos de sindicatos que han negociado mal, y hay casos de sindicatos que han negociado bien. Acá tuve varias reuniones con sindicalistas, de varios lugares. Una cosa es recibir a los sindicalistas europeos…

—¿En qué se diferencian los argentinos?

—Estos son más ideológicos, allá son más... 

—Pragmáticos. 

—Pragmáticos. O a veces estos, cuando decaen, enseguida muestran la hilacha. Los nuestros no muestran la hilacha, y por ahí decaen un poco y siguen componiendo. Yo he conocido grandes sindicalistas, gente que ha dado su vida, que ha trabajado bien.  Y también los que negocian mal, de todo. Acá también hay los que negocian mal, en todo el mundo. Pero hoy día el sindicato, esto es una intuición mía, ya es una institución que perdió ese poder de convocatoria como era antes y tienen más bien cuestiones organizativas. Creo que hoy día la fuerza de los excluidos, para hablar de los que están mal pagados o los que son explotados, los excluidos, va en camino de los movimientos populares. Tuve cuatro encuentros con los movimientos populares del mundo que están publicadas.

—¿Se “aburguesaron” con los sindicatos, y la defensa de los excluidas ya no está más en ellos?

—Puede ser esa palabra, puede ser que perdieron fuerza. No quiero simplificar. 

—¿Tiene que ver con el cambio del papel del trabajo?

—También puede ser eso. Los movimientos populares parten de otro lado, incluso del desocupado. El sindicato parte del ocupado. O sea, sistematiza un poco el derecho laboral. El otro, parte de los que no tienen nada o los explotados fuera de un sistema laboral. Y realmente yo veo mucha riqueza. Tuvimos cuatro encuentros, sobre esto recomendaría que se leyeran las actas de los cuatro encuentros. Vale la pena para abrir la mente y ver una realidad social mundial.

—¿Cuánta inspiración en la doctrina social de la Iglesia hay en el peronismo? Y, ¿qué representó el surgimiento del peronismo para la Iglesia argentina y para usted mismo? 

—Ya dije lo que era monseñor De Carlo, que le hizo el núcleo de la “Doctrina Social de la Iglesia” a Perón, y él la tomó, eso es verdad. Y creo que el peronismo fue un movimiento que se estructuró en un partido político, que quiso responder al liberalismo en cuestión, y recuperar de alguna manera el yrigoyenismo, o sea, el radicalismo auténtico. Que en otro momento era Yrigoyen, el que llevó adelante. Por ejemplo, en Córdoba me tocó, cuando era arzobispo y como era provincial, encontrar curas radicales hasta la muerte, pero porque estaban cercanos al pueblo. O sea, el radicalismo auténtico que después fue tirado abajo en el 30 y todo eso. Curas realmente de primera, muy unidos a su pueblo. El radicalismo tuvo, el yrigoyenismo sobre todo, una médula de popular que después fue tapada con las revoluciones que siguieron, y las retoma el peronismo. No podemos entender el peronismo sin estudiar el papel social del radicalismo.

—Ahora, el radicalismo tenía con la Iglesia una relación distinta de la que tenía el peronismo. 

—Sí, era distinta. 

—Más agnóstica, por decirlo así. 

—Más agnóstica, más liberal, incluso a veces anticlerical en algunos casos. 

—Ahí iba. 

—Ahí entran también las ayudas económicas. Siempre les digo a los curas: “Tené cuidado cuando los gobiernos te ayudan demasiado”.

 

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