jueves, 26 de septiembre de 2019

Ante la falta de sacerdotes


25/09/2019

El celibato es una cuestión que va y viene en la Iglesia. Al no tratarse de un dogma de fe, sino de una decisión administrativa acordada en el siglo XVI, en Trento, cada cierto tiempo se reaviva el debate entre quienes creen que los sacerdotes deben poder casarse y el resto de la jerarquía eclesial. Sin embargo, en los últimos años, espoleado por la crisis de vocaciones, distintas comunidades están convocando sínodos para replantear la cuestión del celibato como la última alternativa para salvar sus diócesis.

Durante la primera semana de octubre, sin ir más lejos, los católicos de los pueblos del Amazonas se reunirán en el Vaticano para decidir si ordenar sacerdotes a hombres casados, azuzados por la falta de efectivos que guíen sus comunidades. Más flagrante es el caso de la Iglesia alemana que, preocupada por el devenir del catolicismo en el país, ha convocado un sínodo sin permiso del Vaticano en el que no solo se debatirá en torno a la necesidad del celibato, sino que también se pondrá sobre la mesa el papel de la mujer en la Iglesia católica.


En España esta es una corriente de pensamiento con solera. En 1977 un cura de Moratalaz, en Madrid, anunció a su parroquia que quería casarse y fue expulsado por su obispo. Esto generó gran malestar entre sus feligreses que, apoyados por varios curas de la zona, se presentaron ante el obispo con una serie de demandas. Había nacido el Moceop (Movimiento por el Celibato Opcional), que sigue hoy reuniéndose con sus feligreses fuera de las parroquias.

Andrés Muñoz fue uno de sus primeros miembros. Sacerdote durante 13 años en la parroquia de Iruecha, en Soria, en 1979 se mudó a Madrid, a la parroquia de San Juan de Ávila. Allí empezó a sentirse incómodo en la casulla: "Había varias cosas de la Iglesia con las que no estaba de acuerdo, en especial las de materia sexual, que me creaban grandes problemas de conciencia, así que decidí dejarlo", dice a este periódico. Un año después ya estaba casado con Tere Cortés, de quien no se ha separado desde entonces. En teoría debería haber pedido al Vaticano una dispensa, un rescripto que sirve para que la Iglesia te exonere de tus tareas como sacerdote, pero desde Roma le enviaron unos cuestionarios que ofendieron su dignidad: “Me preguntaban si había perdido la fe en dios, si había tenido relaciones sexuales, si tenía hijos ocultos… era un proceso muy vejatorio, aún hoy lo es. Aquello parecía una forma de reconocer que, en realidad, nunca habías querido ser cura".

De modo que Andrés, simplemente, abandonó la Iglesia. Se casó por lo civil con Tere y tuvieron un hijo agnóstico: "Él nos dice que no cree en Jesús, pero que si existió y su doctrina era el amor, entonces la Iglesia somos nosotros", dice Tere Cortés. Pero la Iglesia católica no se olvidó de ellos: "El Vaticano me prohibía volver a entrar en las parroquias donde había estado como cura, me obligaba a casarme en secreto… de hecho lo llaman ‘reducción al estado laical’, que es una forma de considerar el sacerdocio como un estatus superior, solo que, además de ‘reducido’, te limitan algunos derechos: si voy a una iglesia y el sacerdote me conoce, es muy posible que me niegue la comunión", explica Andrés. "¡A algunos les han excomulgado por no pedir la secularización!", remata Tere.

Hay mucha bibliografía sobre pájaros espinos en la Iglesia católica, pero poca en torno a mujeres como Tere, la otra cara de la moneda, que sufren tanto o más que los religiosos: "Las mujeres lo pasan muy mal en estos procesos. Se tienen que esconder, se ven involucradas en escándalos...", relata, "y a la Iglesia no le importa. Yo es que no lo comprendo: ¿qué pecado es amar a una mujer, o ser padre? ¿No es el amor el fundamento del cristianismo?". Tere, combativa por naturaleza, ha estudiado las bases del catolicismo a lo largo de los años y se ha convertido en una activista feminista en círculos religiosos: "La Iglesia solo quiere a las mujeres para que limpien la ropa de los sacerdotes, para que ordenen las sacristías, para que impartan catequesis.... pero no se las permite oficiar una misa. Somos personas de segunda para la Iglesia", lamenta.

El activismo del Moceop no ha pasado inadvertido entre los obispos españoles, que muestran opiniones dispares. Mientras que el conservador Rouco Varela se refirió a ellos como "unos sacerdotes renegados", los progresistas Tarancón e Iniesta les dijeron que eran "pioneros de una nueva Iglesia". "La Iglesia nos ha perseguido, en este aspecto ha sido inhumana", dice Tere. "Tenemos un amigo que, por salir en una foto del Moceop, perdió su trabajo como profesor de religión en un colegio. ¡Con cinco hijos! Hasta los padres de los alumnos pusieron el grito en el cielo, pero dio igual, no le readmitieron nunca".


Luz y taquígrafos

El Moceop calcula que en torno a 6.000 sacerdotes en España están casados, en torno al 20% del total. La mayoría abandonaron el sacerdocio, pero un puñado de ellos siguen al frente de parroquias, incluso oficiando misas. La clave está en no llamar la atención. Es el caso de Julio Pinillo, un histórico sacerdote de Vallecas que durante años ha celebrado eucaristías pese a tener mujer y tres hijos. Pinillo aceptó participar en este reportaje, pero a última hora se echó atrás alegando un problema familiar. No quiso ni hablar por teléfono. Demasiada publicidad llama la atención de la Iglesia y es justo en ese momento donde se complican las cosas: "La posición de la Iglesia con los curas casados es la misma que con los abusos sexuales, la misma que con todo lo demás: mira para otro lado y, mientras no trascienda públicamente, es un problema que no existe", dice Andrés Muñoz.

Un sacerdote que exige mantener el anonimato y al que llamaremos Pedro lo explica así: “He sido párroco durante casi veinte años en un pequeño pueblo del interior de España”, dice, “y allí todo el mundo sabía que yo mantenía una relación con una mujer del pueblo; al principio era un rumor que me preocupaba, pero después la situación se normalizó. Alguno lo llevaba peor, pero muchos vecinos incluso contaban con mi pareja cuando me invitaban a sus fiestas y celebraciones”.

Hace un par de años, Pedro y su pareja decidieron dar un paso adelante y casarse. Pedro informó a las autoridades religiosas para que le buscasen un sustituto y, cuando todo estaba listo para la sucesión, se lo comunicó a sus feligreses en una misa: “No quería que ellos se enterasen por rumores, así que les dije la verdad: que aquella era mi última misa porque me iba a casar con la señora que ellos conocían”, relata.

Sin embargo, alguno de los presentes llevó la información a un periodista y la noticia salió publicada en un periódico local. “A primera hora empezaron a llamarme periodistas de las radios y las televisiones: querían que contase mi historia de amor en directo, que es justo lo que un sacerdote no debe hacer”. Pedro llamó al periódico y consiguió que se retirase la noticia, pero era demasiado tarde: “En la diócesis leyeron la información y rompieron su relación conmigo. Habíamos apalabrado un puesto en la estructura de la Iglesia, donde yo podía aportar y estaba ilusionado por empezar, y todo se fue al traste. No ha servido de nada pedir disculpas ni explicar la situación, desde entonces no he vuelto a trabajar para la Iglesia católica”, lamenta el sacerdote, que aún conserva la esperanza de que el tiempo cierre las heridas con la que fue su casa durante décadas.

Además del castigo económico, la Iglesia también utiliza métodos de desgaste para evitar la fuga de curas. En ocasiones, se retrasa el trámite 'ad infinitum' con el objeto de que los religiosos desistan, y en otros incluso se bloquean todos los procesos de secularización, como sucedió en el papado de Juan Pablo II. A Ramón Alario, otro de los curas casados del Moceop, la secularización tardó 37 años en serle aprobada. Envió el informe a Roma en 1980 y recibió respuesta hace dos años: "¿Que qué les respondí? Pues les dije, con toda la educación que encontré, que evidentemente no he estado 37 años esperando su respuesta para ver qué hacía con mi vida. Cuando lo leí ya era abuelo de dos nietas y estaba a punto de nacer la tercera", dice Alario. "El proceso de secularización va en contra de los Derechos Humanos. Es una batería de preguntas tan solo orientadas a cuestionar tu fe. Yo creo que la conciencia de cada uno es inviolable y que, para obtener un permiso, no es necesario que te obliguen a admitir que nunca quisiste ser cura".

Alario indica que él y el Moceop, a través del celibato, están pidiendo una reforma profunda en una Iglesia que "está excesivamente clericalizada, es algo que incluso ha reconocido el papa Francisco. A lo largo de los años se ha convertido en un conjunto de personas especializadas, los clérigos, que toman todas las decisiones. Y al otro lado están las pequeñas comunidades, reducidas a menudo a parroquias, que son sujetos pacientes, no tienen nada que decir ni aportar para solucionar los problemas a los que nos enfrentamos".


La eterna escasez de sacerdotes

El mayor de estos problemas, quizá endémico, es la falta de vocaciones. Desde 2001, el año en el que la Conferencia Episcopal comenzó a compartir la información, las ordenaciones de sacerdotes en España han caído casi a la mitad. "Hay muchas diócesis que no tienen un solo cura, pero a nosotros nos limitan a tocar el órgano, o a animar el coro... y en otros casos directamente nos repudian", dice Alario, "por no mencionar al montón de monjas, con una disponibilidad encomiable, que deambulan por las parroquias tratando de echar una mano, y no es que echen una mano, es que son imprescindibles porque no hay más personal. Estas monjas se limitan a dar la comunión y poco más… ¿no podrían ser estas personas las que den la misa? Hay muchísimas diócesis llevadas por religiosas: lo hacen todo, pero se les prohíbe dar misa y confesar. Yo no sé si esto en pleno siglo XXI tiene algún sentido. Si ahora suena raro, en 15 o 20 años sonará medieval”.

Pero abrir la puerta a religiosos casados podría no ser suficiente para paliar la falta de efectivos. José Ramón Navarro Pareja, profesor y experto en información religiosa, alberga dudas: "Hay que tener en cuenta que la Iglesia incorporó el celibato en el Concilio de Trento (1545-1563), como respuesta a la contrarreforma luterana, en un momento en el que la Iglesia católica está recibiendo grandes herencias. Uno de los principales motivos del celibato era, efectivamente, evitar que los sacerdotes tengan descendientes que puedan reclamar esos bienes", afirma, "pero también hay otros motivos, como recrear la vida célibe de Jesús, o conseguir que el sacerdote se dedique en cuerpo y alma a sus feligreses. Por una parte, eliminar el celibato despistaría a los sacerdotes de su función pastoral en las parroquias, al tener que alternarla con sus obligaciones como marido y padre. Además, generaría problemas éticos cuando a los sacerdotes cuando buscaran ayudar a sus parientes más cercanos (mujer, hijos, nietos), dentro de las estructuras de la Iglesia. ¿Cómo sería visto que el hijo de un cura ocupara un puesto de trabajo en una institución eclesial? Y luego estaría el riesgo de que se creasen dentro de la Iglesia clanes familiares que controlasen la jerarquía eclesial".

Sigue el experto: "La ordenación de hombres casados tampoco le es ajena a la Iglesia. En la Iglesia católica oriental se ordenan sacerdotes casados, y también se ha hecho en momentos concretos de la historia, como por ejemplo en épocas de gran persecución religiosa, como sucedió en algunos países europeos del bloque comunista durante el siglo XX. Lo que nunca podría ocurrir, técnicamente, es que los que hoy son sacerdotes se casen. El debate ahora, y es cierto que tiene muy dividida a la Iglesia, gira en torno a que se ordene sacerdote a los casados; si enviudasen, no podrían volver a casarse".

Todo esto es válido siempre que el hombre se case con una mujer. ¿Y qué sucede si se casa con otro hombre? "Los homosexuales están excluidos, claro, porque no están casados canónicamente y su situación va en contra de los valores de la Iglesia, no forman parte de este debate", zanja Navarro Pareja.

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