J. L. Beltrán de Otalora |
José Luis Beltrán de
Otalora
Bilbao
Nota: Por la extensión que ocupa el artículo, aparecerá fragamentado. Se publica hoy el PRIMER FRAGMENTO
Dos anotaciones primeras
La primera
Hace un par de décadas se iniciaba una nueva legislatura
en el CPP de la Diócesis de Bilbao. El clero de la Margen Izquierda llevó a la
primera reunión de trabajo una propuesta que, resumida, venía a decir: que todo
sacerdote, al cumplir los 65 años, adquiera la categoría de jubilado en
aplicación del derecho de todo trabajador por el mero hecho de serlo,
independientemente del sector laboral en que haya intervenido; de modo que, a
partir de ese momento, desarrolle su actividad sacerdotal, como resulte del
diálogo con el Obispo, pero dejando todas las responsabilidades propiamente
dichas al clero más joven.
Idas y vueltas anduvo esta propuesta a lo largo de toda
la legislatura, cinco años, concluyendo en la última sesión con la decisión del
Obispo: se aplicará la normativa prevista en el CDC: el sacerdote puede
jubilarse a partir de los 75 años. Para este viaje no se necesitaron aquellas
alforjas.
Y estos somos los sacerdotes jubilados de mi Diócesis, un
revuelto de clérigos de diversa condición: jubilados todos a efectos de
Hacienda desde los 65 años; incorporados todos cuantos dependemos económicamente
del Obispado –incluidos candidatos aún no ordenados- a la misma nómina (idéntica
suma de dinero) del Obispado; algunos con similares encomiendas a las de cualquier
otro sacerdote joven…; si se descuidan o gustan, aun tras haber cumplido los 75
años…
La segunda
Esta reflexión que me han pedido no la voy a referir a
todo ese colectivo, y menos aún al grupo “sacerdotes jubilados” de todo un país. Se
requeriría para ello el uso de herramientas sociológicas que ni tengo a mi
disposición ni sé manejar.
Voy a hablar de mi experiencia. En que entran lógicamente
múltiples relaciones con otros compañeros sacerdotes en los diversos contextos
en que me he movido, Seminario, Movimientos especializados, Suburbio, Parroquias
obreras, Parroquias rurales… Pero, aunque reflexionadas, no estudiadas
científicamente.
No me referiré, por tanto, a los pensionistas, que lo
somos todos a partir de los 65 años. Ni a quienes siguen manteniendo
responsabilidades pastorales ordinarias al margen de que hayan traspasado o no
la barrera de los 75 años.
Me refiero a los jubilados reales, un montón.
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