miércoles, 4 de abril de 2018

Un nuevo Vicario general y un obispo auxiliar para la Diócesis de Bilbao


          La solemne celebración de la Misa Crismal ha sido el marco escogido por nuestro obispo para dar a conocer el nombramiento de Joseba Segura como Vicario General y la concesión por parte del Papa Francisco de un obispo auxiliar para nuestra diócesis. Las dos noticias son relevantes para la misión de nuestra Iglesia y por ello merecen ser consideradas con atención y comentadas con la mayor objetividad posible. No da lo mismo que sea uno u otro el vicario general ni que se nos nombre un obispo auxiliar. En la situación de crisis religiosa y pastoral que sufrimos, las figuras del obispo y de su vicario son decisivas para responder a los retos que, desde hace ya muchos años, se están planteando a la evangelización en nuestro pueblo.

            El nombramiento del vicario es ya un hecho; después de las consultas realizadas, Joseba ha sido, al parecer, el más votado en todos los estamentos de la diócesis. No seré yo quien vaya a dudar de su capacidad. Los que le conocemos desde el seminario y los que han tenido la oportunidad de trabajar con él en las diversas tareas pastorales que se le han encomendado, tenemos datos de sobra para apreciar su formación y reconocer su valía humana y religiosa como creyente y como cura. Pero a mí no deja de preocuparme  que, recién llegado de Ecuador, se le haya presentado como candidato para una encomienda de tanta responsabilidad sin darle apenas tiempo para hacerse cargo de la situación de esta diócesis, que en los doce años que él ha estado ausente, ha sufrido tantos cambios. Extraña mucho que para nombrar al vicario general haya que ir a buscarlo tan lejos. Y además nombrarlo antes de conocerse, porque Joseba no conoce a D. Mario ni D. Mario conoce a Joseba. El vicario es un “alter ego” del obispo, pero esta nueva relación entre el obispo y su vicario va a llevar consigo una mutua conversión; el tiempo nos dirá quién prevalece. Yo sólo deseo que sea para bien de esta sufrida diócesis que, en su corta vida, ha dado muestras de resignada aceptación y de probada comunión cada vez que se le han quitado o se le han nombrado nuevos obispos.

            Esta es la segunda noticia que se nos anunció en la Misa Crismal: que vamos a contar próximamente con un obispo auxiliar para la diócesis. El tono con el que D. Mario lo anunció mostraba su satisfacción; lo dijo como si de un regalo se tratara. Él lo había conseguido del Papa que – según explicó – conoce muy bien nuestra diócesis. Tengo fundadas razones para suponer que esa petición al Papa ha sido una iniciativa del obispo que no ha sido consensuada ni comentada en los Consejos Diocesanos que son quienes deben valorar la situación pastoral de la diócesis y promover los medios adecuados para su evangelización. 


            Particularmente yo no acabo de ver la necesidad de un obispo auxiliar para Bilbao. Tenemos un obispo joven, vasco, con buena salud, con varios títulos universitarios y responsabilidades en la Conferencia Episcopal y que por este motivo y otros que desconozco, tiene que viajar a Roma y a otras diócesis que le solicitan. No es “obispo de aeropuerto”, como denuncia el Papa, pero sí que se ausenta de la diócesis con frecuencia. No parece que se encuentre desbordado.

            Tampoco se han  dado a conocer las tareas a las que ha de dedicarse el nuevo obispo y que habrían motivado la solicitud de su nombramiento. Esta querida diócesis de Bilbao está muy organizada; siempre ha sido un tema para presumir con los de fuera. Los diversos Consejos, las Delegaciones y Comisiones, los Planes de evangelización y de remodelación pastoral, el número de laicos liberados y voluntarios que sostienen la actividad pastoral en la curia y en las parroquias han supuesto un apoyo insustituible para la evangelización. Tenemos todo tan bien organizado que si nombran a un obispo auxiliar habrá que removerlo todo para hacerle un hueco. A no ser – y esto es una suposición infundada – que el obispo titular tenga otras miras y quiera asegurarse el relevo.

            En cualquier caso debemos esperar que se mejore el trámite para su elección. Esta diócesis ha solicitado desde hace muchos años que se tenga en cuenta su opinión a la hora del nombramiento de sus obispos. Ya sabemos que el Código no lo exige, pero también sabemos, que no lo prohíbe. Ya tuvimos experiencia de hacer una consulta diocesana cuando se jubiló D. Luís María Larrea, aunque nos salió el tiro por la culata. Pero más recientemente, para el nombramiento de D. Mario como auxiliar y titular, no se consultó a ningún Consejo y aún se mantiene la repercusión negativa esto tuvo para su aceptación y reconocimiento. Es de esperar que esta mala experiencia le ayude a no recaer en el mismo error y si, al fin, se promueve el nombramiento del obispo auxiliar, esperamos que la diócesis, en la forma en que sea posible, sea consultada.

            En la Misa Crismal nuestro obispo, acertada y oportunamente, nos recordó que todos los bautizados hemos recibido el Espíritu de Dios que nos ha constituido en sacerdotes, profetas y reyes. El nombramiento del vicario y del obispo de la diócesis es una buena ocasión para ejercer la responsabilidad que nos corresponde a todos los cristianos. Yo, al menos, es lo que intento, dando a conocer, con respeto y libertad, lo que pienso.

Juan Mari Lechosa.
Cura jubilado

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