lunes, 8 de octubre de 2012

Los del Opus Dei y Comunión y Liberación en la “pole position”

Los nombramientos papales para el sínodo de los obispos

36865. Ciudad del Vaticano - Adista.
Valerio Gigante

La mayor parte de los delegados al Sínodo son elegidos por las Conferencias Episcopales, aunque los obispos designados tengan que recibir posteriormente la aprobación de la Santa Sede.
 
Hay, sin embargo, un grupo de padres sinodales cuyo nombramiento corresponde personalmente al Papa. Por eso, con la celebración de cada Sínodo, analizar la lista de los nombramientos pontificios se ha convertido en un ejercicio clásico entre los “vaticanistas” ya que, a la vez que se publicita el conocimiento que cada uno de ellos tiene de los episcopados nacionales y continentales y de los equilibrios en el interior de la Curia y del colegio cardenalicio, se muestra la correlación de fuerzas existente entre los diversos sectores y entre las muchas “almas” que habitan la Iglesia.


No faltan ocasiones en las que, más que un ejercicio de “escuela”, el análisis de los nombramientos papales puede revelarse como un importante medio para comprender la dirección que podrían tomar los trabajos de la asamblea; o, más en general, para entender qué aires soplan por el Vaticano.

Y el aire, en una primera lectura de los nombres que el Papa ha elegido para la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos (7-28 de octubre 2012), hechos públicos el 18 de septiembre pasado, parece rolar siempre en la misma dirección, o sea hacia la derecha.

Evidentemente, hay nombramientos que son lógicos y que no pueden faltar (tal es el caso de los cardenales Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio, Péter Erd, presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, y Carlos Aguiar Retes, presidente del CELAM), pero hay otros que sólo son comprensibles por una elección directa de Ratzinger, por su voluntad de orientar los trabajos del Sínodo, o por su deseo de “contrapesar” los resultados que arrojan las votaciones de las Conferencias Episcopales mediante la “repesca” algunos de los eclesiásticos “aparcados” por sus colegas obispos.

A partir de esta clave, pueden comprenderse los nombramientos de toda una serie de prelados de perfil claramente conservador, incluso marcadamente reaccionarios, como es el caso de los cardenales Joachim Meisner, arzobispo de Colonia; Vinko Puljic, arzobispo de Vrhbosna-Sarajevo; George Pell, arzobispo de Sydney; Josip Bozanic, arzobispo de Zagreb; André Vingt-Trois, arzobispo de París, y también obispos diocesanos tales como el de Tolone, Dominique Rey, el de la Plata, Héctor Rubén Aguer o el patriarca de Venecia, Francesco Moraglia, ex alumno del cardenal Siri y encendido partidario del restablecer el misal tridentino.

En los nombramientos papales aparece también una “cualificada” presencia de Comunión y Liberación. A las nominaciones, totalmente previsibles, del presidente de la hermandad de Comunión y Liberación, Carron, y del arzobispo de Milán, el cardenal Angelo Scola, hay que añadir como delegados del Papa a Mons. Filippo Santoro, obispo de Tarento, y durante muchos años hombre de Comunión y Liberación en Brasil (fue arzobispo de Petropolis), y a Mons. Luigi Negri, obispo de San Marino-Montefeltro, “ciellini” muy activos y partidarios de las externalizaciones políticas.

Hay que subrayar que de los siete obispos italianos nombrados por Ratzinger, al menos tres (Negri, Scola, Santoro), son de Comunión y Liberación.

Nutrida es, igualmente, la representación del Opus Dei, habida cuenta de lo “decisivas” que son hoy estas realidades eclesiales, (por cierto, a menudo, en conflicto entre ellas) en la determinación de los siempre frágiles equilibrios de la Iglesia.

Si se da por supuesto el nombramiento del prelado del Opus Dei Javier Echevarría Rodríguez, no es menos previsible el de otros dos “opusdeistas”: el nuevo arzobispo de Los Ángeles, mons. José Horacio Gómez y el arzobispo de Guayaquil, mons. Antonio Arregui Yarza. Sorprende que en la lista falte el arzobispo de Lima, el cardenal Juan Luis Cipriani Thorne. Su Conferencia Episcopal prefirió elegir otros candidatos;  y el Papa ha decidido no “repescarlo”.

Además, al Papa corresponden los nombramientos de los moderadores del Sínodo.

Sobre todo, de los tres presidentes delegados (el presidente es el Papa), que son los cardenales John Tong Hon, obispo de Hong Kong, Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara en México y Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa en la República Democrática de Congo.

Luego topamos con algunas figuras claves en la dirección de los trabajos del aula sinodal como es el relator general, (es decir, el obispo que tendrá la relación introductora en el Sínodo, a partir de la cual quedarán encaminados los debates), el cardenal estadounidense Donald William Wuerl, arzobispo de Washington, el gran “acusador” de la teóloga Elisabeth Johnson y uno de los más fieros opositores a la reforma sanitaria de Obama; y del secretario especial (que se ocupa de la redacción de las Proposiciones finales que someter al Papa), el francés Pierre-Marie Carré, arzobispo de Montpellier, y que, como el colega Wuerl, preside la Comisión Doctrinal dentro de la misma Conferencia episcopal. Dos “guardianes” de la doctrina, ocupados, por tanto, en vigilar el “correcto” desarrollo de los trabajos.

Una curiosidad. El Papa también nombra una serie de “expertos” o “Auditores Secretarii Specialis”. En la lista, hecha pública el 22 de septiembre, también aparece el nombre de Enzo Bianchi, prior de la Comunidad Monástica de Bose.

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