lunes, 10 de junio de 2024

JÜRGEN MOLTMANN: UNA TEOLOGÍA ECOLÓGICA

Por Francesco Strazzari

 

     Me encontré varias veces en Tubinga con el célebre teólogo Moltmann, nacido en Hamburgo en 1926, profesor de la universidad eclesiástica de Wuppertal; de 1963 a 1967 fue profesor de teología sistemática en la Universidad de Bonn y luego se trasladó a Tübingen, donde murió el pasado 3 de junio. Me impresionó su sencillez.

     A finales del siglo XX, le pedí su opinión sobre la teología protestante, especialmente en Alemania. Me respondió: “Es una teología en el umbral de la era ecuménica. Por un lado, hay un conocimiento más profundo de las tradiciones católicas y ortodoxas, pero, por otro, hay un movimiento de retirada para redefinir la identidad protestante tanto con respecto a Roma como con respecto a los católicos progresistas, que han venido a nuestro encuentro en el plano ecuménico.

     No creo que esta andadura sea muy impactante, pero está ahí. Por un lado, tiene su razón de ser: la iglesia evangélica debe representar el Evangelio en la comunidad ecuménica y esperar sobre la base del Evangelio, pero, por otro lado, no podemos permitirnos un nuevo confesionalismo protestante, ya que en las parroquias a nadie le interesa saber si se es luterano, reformado o metodista. Hoy, en el mundo secularizado, es importante que uno sea cristiano y esto también debe ser tenido en cuenta por la teología.

     Otro problema de la teología protestante en Alemania es el diálogo con el judaísmo para llegar a una revisión de muchas afirmaciones teológicas que se dan en el diálogo cristianismo-judaísmo. En el pasado, el cristianismo ha sido visto en confrontación con el judaísmo. En el tiempo presente, el cristianismo también debe formularse en sintonía y a favor del judaísmo. No lo hemos hecho durante mucho tiempo. ¡Hemos ensalzado a Cristo y humillado a los judíos!

     El tercer problema se refiere a la transición de una sociedad industrial moderna a otra industrial posmoderna. Esto implica trabajar en favor de una teología “económica” y, a la vez, “ecológica”.

       Nuestros encuentros se centraron, sobre todo, en los grandes teólogos católicos que habían preparado el Concilio Vaticano II, que habían participado en él y que habían abierto horizontes: Chenu, Congar, De Lubac, Rahner, Schillebeekx... y también sobre los grandes teólogos protestantes: Barth, Bultmann...

 

Moltmann era un apasionado y hablaba con gran simpatía y admiración de los teólogos católicos y comentaba: “Los grandes teólogos como Barth y Bultmann han fundado ‘escuelas’ teológicas y quienes formaban parte de ellas estaban a favor de uno o de otro. Se seguían los pasos dados por el maestro. Nosotros, en cambio, los de la siguiente generación, Pannenberg, Jüngel y otros, no hemos fundado nuevas escuelas, nunca hemos querido representar el todo de la teología, sino hacer una contribución a toda la teología y, procediendo de esta manera, hemos dejado a otros libres para tener otras ideas, mientras que Barth, por ejemplo, nunca permitía que otros pensaran de manera diferente a él. Bultmann también era muy dogmático. Este dogmatismo no existe en mi generación, y, por eso, no hemos fundado nuevas escuelas, sino que hemos hecho nuestra aportación a la teología en perspectiva ecuménica. No hemos escrito una teología sistemática o dogmática, sino que hemos hecho breves aportaciones sistemáticas a la teología, es un modo de proceder que también se aprecia y percibe en el diálogo ecuménico en Roma o en Constantinopla”.

 

     Moltmann me habló de una nueva "teología ecológica", una que -según creía- acabará reuniendo las diferentes teologías de la liberación y la común teología ecuménica. Y constataba que en la teología cristiana del siglo XX se había enfatizado cada vez más la necesidad de una doctrina nueva y comprensiva de Dios, Espíritu Santo. “Los nuevos principios que apuntan hacia una teología trinitaria no solo satisfacen las expectativas de una teología ecuménica -porque concentran en la teología las perspectivas ortodoxa, católica y evangélica-, sino que también nos conducen al umbral de un nuevo conocimiento de la persona y del modo particular de actuar del Espíritu Santo, el cual, en cuanto “Espíritu vivificante” da,  mantiene y renueva y redime la vida. Desde mi punto de vista, pues, el gran tema teológico de principios del siglo XXI es el siguiente: el Espíritu de vida y la vida de la tierra con todos sus habitantes”.

 

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