domingo, 2 de junio de 2024

El párroco de San Nicolás, en Algorta: «Por ayudar no se producen los problemas»

 «Los propios magrebíes que están con nosotros tienen miedo de los que la lían», puntualiza Javier Garay, que lleva años trabajando con migrantes

Fuente:    El Correo

Por   Carlos Benito | Leire Pérez

02/06/2024


El párroco saluda a un joven migrante, en una foto de archivo. Luis Ángel Gómez

Entre las voces que se escuchan estos días en Getxo no faltan algunas críticas al cura de San Nicolás, Javier Garay, por su trabajo con personas migrantes, ya que entre las labores que realiza la asociación San Nikolas Zabalik figura la acogida de una veintena de jóvenes en la propia casa parroquial, situada en el centro de Algorta. El sacerdote es muy consciente de estas tensiones que se están produciendo en el municipio y puntualiza: «Meter a todos en el mismo saco es la gran injusticia, no se puede etiquetar a todo un colectivo como delincuente».

«En primer lugar hay que ir a las estadísticas, que son positivas, pero es verdad que se habla más del tema y que casos graves como el ocurrido el fin de semana pasado generan un efecto multiplicador. Algorta es un pueblo seguro, pero hay más inquietud», analiza el sacerdote, que vincula la situación con «el aluvión de personas que han llegado, como a todo el Gran Bilbao». Según detalla, en la localidad hay unas 150 personas durmiendo en la calle y en bosques cercanos, y algunas de ellas tienen problemas con el alcohol y las drogas, que son «terreno abonado para la delincuencia».

El sacerdote deslinda eso de la actividad de San Nikolas Zabalik. «A veces, la respuesta fácil es decir que la culpa es de los que ayudan. Nosotros ayudábamos cuando había drogadicción, ayudamos también cuando se produjo la inmigración latina vinculada al servicio doméstico y, ahora que hay magrebíes durmiendo en la calle, seguimos ayudando. Pero las personas atendidas por la asociación están acompañadas, estudian, socializan con gente de aquí, encuentran trabajo... Eso es lo mejor para evitar la delincuencia: por ayudar no se producen los problemas».

 

Arrimar el hombro

«Los propios magrebíes que están con nosotros tienen miedo», añade Garay. De hecho, varios evitaron asistir el otro día al Ibilaldia por esa causa: «Por un lado, tienen miedo de esos otros que la lían; por otro, de las personas que los miran mal e incluso de la Policía. Son gente normal y también tienen miedo». ¿A él le ha tocado tratar con ese otro colectivo más problemático? «Los del pueblo conocemos a gente más cascada que deambula todo el día», asiente, además de pedir que todos los municipios contribuyan en estas cuestiones: «Las ciudades tienen recursos, pero las otras poblaciones, en su medida, también tienen que arrimar un poco el hombro».

El párroco sabe que, en una situación como la actual, algunos sectores cuestionan su labor. «Pero tenemos una base social que contrapesa los rumores negativos. Y yo entiendo que la gente también tiene derecho a ponerse nerviosa».

 

HOMILIA CORPUS CHRISTI PUERTO VIEJO 2024

Jesucristo celebra con sus discípulos la última cena en la que realiza un gesto que condensa todo lo que ha sido su vida y con el que quiere que sus discípulos experimenten siempre su presencia. En la eucaristía se concentra y expresa lo que ha sido la vida de Jesús: una vida entregada a los demás respondiendo al sufrimiento y las necesidades de los más vulnerables.

Sin embargo esta última cena, esta institución de la eucaristía acontece justo antes de su pasión y muerte en la cruz. La vida de servicio  le  lleva  a  la  cruz.  ¿Cómo  es  posible  el  rechazo,  hasta condenarlo a muerte, de una persona volcada en ayudar a los demás?. Pues así es porque ayudar a los demás supone, las más de las veces, contribuir a cambiar el mundo, a hacer una sociedad más justa e igualitaria, transformar en definitiva el sistema para que nadie se quede excluido. Y eso le llevó a Jesús a la cruz.

Hoy día también pasa eso. Cuando la comunidad cristiana se vuelca  en  ayudar  a  los  demás  experimenta  el  rechazo  de  quien confunde aliviar el sufrimiento y solucionar problemas sociales con provocarlos. Ayudar a los más vulnerables pasa por la cruz, por la cruz de ver que a pesar de los esfuerzos por apoyarlas, algunas personas destruyen sus vidas y destrozan la convivencia a su alrededor. La cruz de encontrar incomprensión y rechazo en una parte de la sociedad.

Es doloroso ver que una persona joven de nuestro pueblo haya fallecido en una pelea hace justo una semana, es doloroso ver jóvenes que se enganchan al  alcohol y las drogas y van cometiendo delito tras delito.

En esas situaciones solo cabe defendernos y defender a los más débiles con el buen hacer de la policía y trabajar para prevenir que nadie caiga en esa espiral destructiva.

Os puedo decir que muchos de los jóvenes que atiende la parroquia a través de San Nikolas Zabalik tienen un doble miedo. Miedo a esas personas que han cogido el camino del robo y la agresión y miedo  a  que  los  demás  les  identifiquemos  con  ellos.  Cuando  les invitaron a participar en el Ibilaldi de la semana pasada, muchos manifestaban que no se sentían a gusto cuando hay mucha gente por el peligro de que aparezca alguno que viene a robar y les caiga a ellos la culpa.

Si algo le caracterizaba a Jesús es que miraba el corazón de cada persona,   no juzgaba por las apariencias y huía de las etiquetas. No rehuía a nadie.

La labor social que realizan Caritas, las Hijas de la Caridad, San Nikolas   Zabalik,   Sortarazi,   la   solidaridad   trinitaria,   el   grupo   de misiones… hace que muchas personas puedan construirse un futuro mejor.  Ayudar a que la gente tenga vidas dignas y trabajar por un mundo más justo es clave para prevenir comportamientos antisociales.

No condenemos a tantos jóvenes que se han integrado y labrado un futuro en nuestra sociedad por las conductas de unos pocos.

No condenemos a Tarek, tapicero en Arrigorriaga, vecino de Kasune y luchando como cualquier joven por un futuro junto a Janire su pareja.

No condenemos a Haitam que ahora vive en Sestao y trabaja de soldador,  a  Lhoussein  que  recién  ha  conseguido  el  permiso  de residencia trabajando como electricista, a Youssef y Otmane cocineros en los restaurantes a donde vamos todos los días, a Rosalía que perdió a su marido en accidente de trabajo y lucha por sacar a sus hijos adelante.

No condenemos a tantas personas que pueden seguir aprovechando la labor social de nuestra iglesia y no les marquemos con el estigma de que todos son iguales.

Jesús era un maestro en muchos sentidos. Capaz de enseñar el buen  camino,  los  valores del amor, el perdón, la compasión por el sufriente.  Sacaba  lo  mejor  de  cada  uno.  ¡Cuánto  necesitamos  en nuestra sociedad ser maestros que eduquemos y transmitamos valores, especialmente a la juventud.

La catequesis, el grupo eskaut y otros grupos parroquiales quieren ser escuelas de convivencia, instrumentos de la comunidad cristiana para poder fomentar buenos valores que necesita nuestra sociedad.

Comulgar en la eucaristía es hacernos uno con el Maestro y ser, como Él, transmisores de paz, de respeto, de fraternidad.

Como la mayoría ya sabéis después de 13 años de maravilloso camino junto a vosotros en este pueblo, el próximo curso me toca partir, aunque estamos en Portu Zaharra no partiré en barco porque voy al interior, a la montaña. Me llevo mucho de lo vivido y aprendido aquí.

En estos años siempre os he dicho a los vecinos de Portu Zaharra que sigáis adelante luchando por hacer pueblo y vecindario.

Puerto Viejo siempre ha sido un lugar acogedor pero para acoger tiene que haber vecinos que acojan y por eso, claro está, no pueden ser todas las viviendas para el turismo, es necesario vivienda asequible para que este maravilloso lugar pueda seguir teniendo vecinos como vosotros.

Nunca  son  fáciles  los  equilibrios  pero  si  algo  nos  enseña Jesucristo es que las cosas más importantes no las da el dinero. No podemos vivir en una sociedad puramente mercantilista, la cercanía y el sentido de comunidad que podéis vivir aquí es algo muy valioso que en pocos sitios se ve hoy día.

No es fácil hacer comunidad, superar el aislamiento, las rencillas, aceptar las diferencias, saber perdonar y pedir perdón… pero Jesús nos enseña, nos acompaña, nos ayuda a vivir plenamente y eso solo es posible en comunidad. Esto es la eucaristía que celebramos cada semana, compartir a Jesucristo hecho pan, hacer comunidad fraterna que comparte y construye un mundo mejor.

 

 

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