martes, 26 de septiembre de 2023

La complejidad en la actualidad africana

Fuente:   Alfa & Omega

Por  Javier Fariñas Martín

Redactor jefe de 'Mundo Negro'

21/09/2023

Los golpes de Estado de Níger (29 de julio) y Gabón (30 de agosto) han vuelto a exhumar el cadáver ideológico de Hegel, quien afirmó que África «ha permanecido aislada del resto del mundo; es la tierra de la inocencia que, apartada de la historia autoconsciente, se encuentra envuelta en el oscuro manto de la noche».

Después de la secuencia de alzamientos que, entre 2021 y 2022 llevó a juntas militares a los palacios presidenciales de Guinea, Malí y Burkina Faso, los protagonizados, por este orden, en Niamey y Libreville en apenas un mes han servido para ahondar en la figura de África como un territorio donde la democracia no puede echar raíces y donde la única forma de gobierno viable es la que encabeza un militar.

Tiene tanto peso el valor de nuestros prejuicios y están estos, a su vez, tan instalados en nuestro ideario colectivo que prescindimos de la más mínima objeción a la hora de engullir cualquier (breve y descontextualizada) explicación que se nos quiera ofrecer de la realidad. Todo sea por seguir hegelizando el relato de acontecimientos sucedidos al otro lado del Mediterráneo.

El golpe protagonizado en Níger por el antiguo jefe de la Guardia Presidencial, Omar Tchiani, es tan complejo
—así como las perspectivas que abre en un futuro mediato o inmediato— que hace imposible que acertemos en el análisis con la mera enumeración de tópicos, lugares comunes y explicaciones manidas. Y esto es así por mucho que Malí, Guinea y Burkina Faso —igual que Níger— hayan sido antiguas colonias francesas; por mucho que la pobreza sea el principal lastre que sufre la población; por mucho que grupos yihadistas estén presentes en el país; por mucho que parte de la sociedad nigerina se manifestara contra intereses franceses en la capital después del alzamiento o que la Junta Militar rompiera relaciones diplomáticas con París —el Elíseo se empecinó en mantener allí a su embajador, tomado como rehén el 15 de septiembre—.

Con parte de verdad en cada uno de estos apriorismos, erramos en el enfoque si pensamos que esos brochazos nos sirven para completar el cuadro. Con Bazoum en la presidencia del país desde 2021, la violencia política había disminuido, según el portal ACLED. Frente a la exclusiva militarización de su porción del Sahel —solución que se ha visto sistemáticamente cuestionada por los hechos—, el presidente depuesto, filósofo de formación, apostó por el diálogo con los yihadistas para ir limitando su presencia en el territorio. Bazoum, además, promovió la construcción de internados para niñas con el fin de disminuir las cuotas de fracaso escolar femenino. Con un crecimiento de su PIB cercano al 10 % en los dos últimos años, el expresidente estaba dispuesto a controlar y reorganizar, entre otros, el Ministerio del Petróleo, cuya explotación podría suponer en un futuro próximo un 25 % del PIB nacional y la mitad de los tributos recaudados en el país. Al fijarnos, y mucho, en el uranio, dejamos de lado que el ministro del Petróleo era hijo de Mahamadou Issoufou, presidente del país entre 2011 y 2021. El portal Carnegie Endowment for International Peace no pasó por alto este hecho en su análisis del 31 de agosto: «Los cambios de Bazoum, que reforzarían su control sobre el sector, no fueron del agrado del ministro». Y todo ello sin olvidar el papel menguante de Francia en la zona, de la amenaza de una intervención militar del bloque regional (la CEDEAO), o del corte del suministro eléctrico por parte de Nigeria, de donde procede el 70 % de la energía que se consume en Níger. Y la enumeración podría continuar.

Con esta ensalada intelectual reciente, Gabón protagonizó el hasta ahora último golpe de Estado en el continente. Con el relato poco profundo que se ha hecho de lo sucedido en Libreville, dejamos de lado el resultado de unas elecciones de más que dudosa legalidad y apartamos de nuestra mirada a una familia, los Bongo, en el poder desde 1967. Y ante el desconocimiento surgen los elementos de rigor: las generalizaciones, las obviedades y las ganas de pasar página tan pronto como nos sea posible. Por eso titulamos «Otro golpe de Estado en África» y cosas por el estilo. En África, como en tantos escenarios olvidados, no hay matices. La actualidad se pinta en un tono monótono e irrelevante.

Lo que sucedió en las elecciones del pasado mes de agosto puso punto final a una era en Libreville y la ciudadanía ha celebrado en la calle el fin de una dictadura encubierta. Los acontecimientos determinarán la oportunidad del golpe en Gabón. Mientras tanto, lo que hacen los hechos es desmentir aquellas explicaciones superficiales, ambiguas e interesadas que meten a África en el túnel que trazó Hegel hace siglo y medio. Y todo eso sin contar que, pocas semanas después, un terremoto y un ciclón desparramarían por Marruecos y Libia decenas de miles de muertos y heridos, centenares de pueblos destruidos y una ciudad, Sirte, empujada literalmente al mar. Todo ello para seguir profundizando en esta historia de distancias, desconocimientos y olvidos.

 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.