Xabier Pikaza Ibarrondo
Llegué hace unos días a Sao Paulo, y mi primera conversación fue sobre la Iglesia:
«No tenemos obispos», me dijo H. F., un clérigo sabio, de gran experiencia.
«No contamos con obispos que sepan levantar el evangelio ante políticos y dueños de la vida y la fortuna de los pobres;
nos
faltan obispos que puedan o quieran exponer con vida el mensaje de
Jesús y abrir caminos de Iglesia… Sólo tenemos funcionarios sumisos a un
sistema de poder sagrado».
Le pregunté: «Pero ¿cómo deberían ser los obispos?». H. F. me cortó
diciendo lapidariamente: «¡Como los que vinieron inmediatamente después
del Concilio!
Hombres como P. E. Arns y tanto otros, ministros de la Palabra, creadores de comunidad, encarnados en el pueblo...,
antes que llegara este rodillo de poder que todo lo aplasta, lo iguala y
nivela…».La mayoría han muerto, don Evaristo está retirado, en una
lúcida vejez...
Pero quizá J. M. Bergoglio pueda ser el nuevo Arns.